Fiesta de Santa Escolástica

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio, el pasado 10 de febrero, en el Monasterio de las Benedictinas de Estella, con motivo de la fiesta de Santa Escolástica y de los 25 años de la profesión de Sor Agustina.
Queridas comunidades benedictinas de este Monasterio de San Benito y de Leyre, religiosas y religiosos, de manera especial hoy, querida Sor Agustina que celebras los 25 años de profesión religiosa, hermanos y hermanas todas.
La primera lectura del profeta Oseas, es un cántico a la consagración religiosa, de manera especial a la vida contemplativa. El pueblo de Israel había fallado a Dios en el desierto, se había alejado del Señor. Pero Dios que es ínfimamente bueno no lo abandona, sino que en su gran misericordia quiere perdonarlo y rescatarlo. Quiere llevarlo nuevamente a él.
Esta es la misma historia de los consagrados, la historia de la vida contemplativa. La historia de nuestra hermana Agustina. Que el Señor nos ha llamado para llevarnos a Él, al desierto, para hablarnos al corazón.
En la vida religiosa Dios nos ha persuadido, nos ha seducido, que nos dice Oseas. Qué bonita queda la vocación como una persuasión, seducción, ante la cual nadie se puede resistir, no nos obliga, sino que tiene algo que nos ha seducido, nos ha conquistado. Pero necesita poder hablarnos, necesita que le escuchemos, y en el mundo, en la vida, hay mucho ruido, muchos mensajes que nos desvían y despistan, por eso nos lleva al desierto, para encontrarnos a solas con el Señor. Y en la intimidad con Dios podemos escuchar su mensaje, que no son unas palabras cualesquiera, sino que Dios nos habla al corazón, a lo más íntimo. A vosotras Dios os habló al corazón y por eso estáis aquí. No es una propuesta de un contrato, de un proyecto, sino algo que cambia nuestra vida, porque nos toca el corazón, dice Oseas “le habló al corazón” (Os.2. 16). Cuando nos hablan al corazón nuestra existencia se conmueve, sentimos como “mariposas” revoloteando en nuestro interior, nos sentimos felices y estamos especialmente receptivos.
A Santa Escolástica la frase que la define es la que sale del corazón “pudo más porque amó más”, y ¿por qué?, porque se ama desde el corazón. Cuando amamos racionalmente, desde nuestra cabeza y no desde el corazón, nuestras decisiones no son auténticas ni transparentes, seguramente buscan una segunda intención. La consagración en la vida religiosa es una opción de amor, que sale del corazón. Estamos aquí por amor, amor a Dios, a la orden religiosa de las benedictinas y a las hermanas de comunidad. Sin amor, no hay consagración, sin amor no hay vida religiosa. Hemos dejado otras opciones que no llenaban nuestro corazón, y hemos optado por otras que nos hacen felices y llenan nuestro interior, porque hemos sentido el amor de Dios dentro de nuestro corazón.
Esta propuesta vocacional es libre, nadie nos obliga a estar aquí. Y dice Oseas “responderá como en los días de su juventud” (os. 2, 17). En esta época juvenil somos más espontáneos, menos calculadores y más sinceros. Esa respuesta la dimos hace muchos años, desde nuestra libertad, dijimos sí a Dios porque este nos cautivó. Lo hicimos en nuestros días de juventud, hace muchos años, pero hoy con fidelidad le volvemos a decir, como entonces, SI a Dios.
Es tal la fuerza que pone Dios en esta alianza con su pueblo Israel que por tres veces le dice a su pueblo, “yo te desposaré”, para hacer notar la importancia de la intención divina y la importancia del acto. Por tres veces nos dice hoy a los consagrados que nos “desposará”, que nos hará suyas y suyos, prometiéndonos justicia, derecho, misericordia, ternura y fidelidad. Estas cinco actitudes serían como la dote que el esposo daba a la familia de la novia, y entonces pasaba a ser posesión del novio. Consagrarse al Señor es ser invitado a un mundo diferente, único, donde Dios lleva la iniciativa, es pasar a ser posesión de Dios.
Estos cinco regalos (justicia, derecho, misericordia, ternura y fidelidad) que nos hace Dios en nuestra consagración son la esencia de la felicidad y santidad. Derecho y justicia es la rectitud que va a tener con nosotros, que va a cumplir su palabra. Misericordia es que nos quiere como somos, sabe de nuestras debilidades, pero nos acepta y está dispuesto a perdonarnos. Ternura es la forma en que nos va a tratar, con amor, la ternura es la antesala del amor. Y fidelidad, es que Dios es un esposo que nunca nos va a fallar, en el que siempre se puede fiar y confiar. Nunca hubo esposa que recibiera mejor dote. Y vosotras hermanas benedictinas la habéis recibido. Cuando os desposasteis con el Señor, vosotras le dijisteis sí, pero Él os entregó: justicia, derecho, misericordia, ternura y fidelidad.
Termina Oseas regalándonos algo tan bonito cuando dice “conocerás al Señor” (Os. 2, 20). Todo este desposorio os llevará a conocer al Señor. Que no se refiere a un conocimiento intelectual o académico, sino las obras que hacía el Señor. Eso lo refleja muy bien el profeta Jeremías cuando decía “Tu padre sí, comía y bebía; pero practicaba el derecho y la justicia y todo le iba bien; juzgaba la causa del desvalido y del pobre y le iba bien ¿No es esto conocerme? Oráculo de Yahveh” (Jer. 22, 15-16). Conocer a Dios es conocer su amor, su misericordia, su perdón, es conocer sus obras, especialmente en favor de los pobres.
Querida Sor Agustina. Felicidades. Estoy contento de que esta fiesta de la fidelidad la celebres en público, donde todos seamos testigos de tu consagración religiosa y de alguna manera testigos de tu renovación. Esta celebración de los veinticinco años de consagración religiosa tiene mucho más valor porque vivimos en una sociedad quebrada, de recorridos cortos, exprimimos el presente sin importarnos el mañana. Una sociedad de compromisos frágiles: matrimonios que se rompen, hermanas religiosas, seminaristas, hermanos religiosos que se quedan en el camino y abandonan su consagración, amistades interesadas, parece que todo tiene fecha de caducidad, y que además le ponemos precio a todo. Y tú Sor Agustina dices no a lo caduco, a los tiempos cortos, a la sociedad líquida. Que ese Sí que dijiste hace 25 años, es para toda la vida, para siempre, y lo vives con alegría. Estos gestos hay que hacerlos públicos y visibles ante el mundo. Nuestra sociedad necesita, y la Iglesia misma, necesita ver personas fieles y consagradas para toda la vida. Hoy, Sor Agustina, dices que te gusta el esposo elegido, que te regala una gran dote, que es su amor. Déjate llevar por el Señor, déjate poseer por Él, Dios te llamó y te prometió fidelidad y misericordia, no abandona.
Queridas hermanas Benedictinas, como Santa Escolástica “sigamos hablando de las delicias del cielo”, que es lo que le dijo a su hermano San Benito la noche de lluvia y tormentas, hablemos de estas delicias a todas las personas que se acerquen a nuestro monasterio. Que nuestra vida de contemplativas ayude a otras personas a descubrir las maravillas de Dios en nuestra vida. Y que, como María, la hermana de Lázaro, nos sentemos a los pies de Jesús, para degustar la Palabra de Dios, para que nos transforme y nos sostenga en nuestra vocación, respondiendo con fidelidad al desposorio con Dios.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela