Los consagrados, peregrinos y sembradores de Esperanza

Homilía de Mons. Florencio Roselló, pronunciada el pasado 2 de febrero, en la Catedral de Santa María la Real de Pamplona, con motivo de la Jornada de Vida Consagrada.
«La peregrinación de los consagrados es una opción por los más pobres, por los últimos, son esperanza en la frustración, en el fracaso, en la pobreza. La Vida Consagrada está puesta en medio para ser transmisora de esperanza»
Queridas hermanas y hermanos consagrados. La primera lectura del profeta Jeremías nos relata la que podría ser la historia vocacional de muchos de los que estamos aquí, en esta catedral. Dios seguramente tenía un plan para cada uno de nosotros, un propósito que está enraizado en su amor y sabiduría infinita. Seguramente Dios ya pensaba en nosotros para ser “Peregrinos y Sembradores de Esperanza”, que reza el lema de nuestra Jornada de la Vida Consagrada. Pero también como Jeremías teníamos dudas, dificultades, y hoy Dios nos dice “no les tengas miedo” “te convierto en plaza fuerte, columna de hierro y muralla de bronce”. Y gracias a esa seguridad de Dios hoy estamos aquí, con más años, más cansadas/os, pero felices de haber hecho de nuestra vida una peregrinación en favor de los pobres y necesitados.
Los carismas, la gran riqueza de la Vida Consagrada y de la Iglesia, nos llevan a compartir la vida y nos hacen “Peregrinos y sembradores de Esperanza”. Nuestras congregaciones tienen comunidades por todos los rincones del mundo. Esta estructura facilita a nuestra vida la dimensión de peregrinar. El carisma de cada congregación, nos empuja a evangelizar fuera, a salir de nuestros hábitats naturales, dejamos familia, amigos, países, para adentrarnos entre los paganos, entre los no creyentes, entre los pobres, para ser sembradores de esperanza. La Vida Consagrada no tiene fronteras, como tampoco las tiene el evangelio.
El gran conflicto que hemos visto en el evangelio es la voluntad de apropiarse de la Palabra de Dios. Los paisanos de Jesús entran en conflicto cuando ven que la obra de Dios va más allá del pueblo judío. La Vida Consagrada es el reflejo de la catolicidad y la universalidad de la Iglesia, porque llegamos a todos los rincones del mundo.
Somos peregrinos porque el evangelio está anunciado para todos, a veces genera incomprensión, cuando se llega a personas que no son aceptadas por todos, como es el caso que hemos escuchado en el evangelio. Los profetas son enviados, en situación de problemas colectivos, a alguien que no era del pueblo judío, Elías a una viuda de Sarepta, y no a una viuda judía, y lo mismo Eliseo, que sana a un leproso pagano, y por consiguiente despreciado por los que estaban escuchando a Jesús. Pero además añade, que este peregrinar nos debe de llevar a los márgenes de nuestra sociedad, como nos dice Jesús en el evangelio: una viuda, un leproso. Nuestro peregrinar como consagrados/as tiene sentido si nos lleva a los márgenes de la sociedad. Muchos lugares del mundo han conocido el evangelio gracias a la peregrinación de la Vida Consagrada. En el lugar más pobre, más alejado, allí aparece un religioso/a que ha peregrinado para llevar esperanza. La Vida Consagrada somos signos tangibles de esperanza, como nos dice el Papa Francisco en la Bula “Spes non confundit”, “En el Año jubilar estamos llamados a ser signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria”, mucha gente ha visto la luz a través de religiosos/as que han llegado a su vida y les han transformado con su testimonio y enseñanza.
El peregrinar de la Vida Consagrada tiene unos destinatarios muy concretos, porque como decía en mi carta a la diócesis, nos lleva a abrazar las llagas de este mundo, los espacios de dolor y miseria. La peregrinación de los consagrados es una opción por los más pobres, por los últimos, son esperanza en la frustración, en el fracaso, en la pobreza. La Vida Consagrada está puesta en medio para ser transmisora de esperanza. Y cuando las desigualdades son abordadas, la humanidad se va imponiendo surgen semillas de paz, de respeto, de humanización. La vida religiosa con su incardinación en los lugares de dolor es portadora de esperanza porque sus obras carismáticas luchan para que sus derechos humanos sean garantizados y respetados, y se les proporciona unas condiciones de vida digna, de respeto y esperanza. El documento final del sínodo pone en valor la encarnación de la vida consagrada en favor de los márgenes “A menudo es su acción, junto con la de tantas personas individuales y grupos informales, la que lleva el Evangelio a los lugares más diversos: hospitales, cárceles, residencias de ancianos, centros de acogida para emigrantes, menores, marginados y víctimas de la violencia; lugares de educación y formación, escuelas y universidades, donde se encuentran jóvenes y familias; lugares de la cultura, la política y el desarrollo humano integral donde se imaginan y construyen nuevas formas de convivencia” (118).
¿Cómo ser sembradores de esperanza?, pues nos lo ha presentado San Pablo en la segunda lectura a través de ese texto tan bonito, como es el himno al amor. Sembrar esperanza desde el amor, desde la caridad, desde la entrega y generosidad de la vida consagrada. No hay esperanza sin amor, no hay paz sin amor, no hay libertad sin amor, lo otro sería un infierno. Porque como reza mi lema episcopal “sino tengo amor, no soy nada”. ¿Qué sentido tiene la Vida Consagrada, nuestros carismas, si le quitamos el amor?, ¿Qué sentido tiene profesar unos votos sin amor?, ¿Qué sentido tiene la vida comunitaria sin amor? A nuestro peregrinar de consagradas/os les quitamos el amor y qué nos queda, pues un viaje turístico, una excursión. La evangelización conlleva el amor, que es la consecuencia de la implicación personal, la encarnación del mismo Cristo a través de la Vida Consagrada.
Querida Vida Consagrada de Navarra. Felicidades, es nuestro día. Gracias por vuestra vida, por vuestra entrega, por vuestra fidelidad. En algunas comunidades que visito, me suelen decir, “somos ya mayores”, pero yo les digo, sí, pero son ejemplo de fidelidad y entrega, en un mundo de proyectos cortoplacistas, nadie se compromete, o en una sociedad en que hemos puesto precio a todo, vuestra vida de generosidad y entrega son ejemplo y testimonio vivo, no solo para creyentes sino también para la sociedad entera. Fidelidad y gratuidad, algo que nuestra sociedad carece. Gracias por lo mucho y bueno que hacéis en bien de la iglesia de Navarra. Sois amor, entrega, colorido, riqueza carismática. Sois peregrinos y sembradores de esperanza. La diócesis os necesita.
+ Florencio Roselló Avellanas O de M
Arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela