Un viaje inesperado

aznarez 02Para mí fue una gran sorpresa. Don Juan José Omeya, obispo de Calahorra-La Calzada-Logroño, me llamó por teléfono a finales de mayo para pedirme un favor. Como obispo responsable de Manos Unidas le tocaba participar en un viaje a Guatemala previsto para finales de junio, pero no iba a poder ir. Por eso me proponía que fuese en su lugar. Dado que me era posible y con la bendición de Don Francisco, acepté y empecé a prepararme para el viaje.

Se trataba de una visita preparada por CIDSE, la organización internacional que engloba y coordina a numerosas realidades católicas de todo el mundo que, como Manos Unidas,  se dedican a la ayuda al desarrollo. Ha sido muy interesante la convivencia con personas de las “Manos Unidas” de Suiza, Irlanda y Bélgica presentes, incluidos un obispo de Suiza y otro de Bélgica. Conmigo venía Genaro, un agradable y entregado voluntario de Manos Unidas de Madrid. El viaje comenzó el día 21 de junio y acabó el día 29 del mismo mes. Han sido para mí unos días intensos y enriquecedores. Me han servido para conocer de cerca un pequeño y hermoso país con no pocos problemas e interesantes iniciativas en marcha para ir afrontándolos. Guatemala es una nación con quince millones y medio de habitantes. Algo menos de la mitad de la población, un 40 %, es indígena. Buena parte del país es montañosa. Esto ha favorecido el nacimiento y la conservación de diferentes culturas y más de veinte lenguas.

Soy testigo del buen hacer de Manos Unidas por aquellas tierras trabajando con personas y organizaciones del país. De este modo, se evita el peligro de ofrecer soluciones precocinadas y  tantas veces  inoperantes  a complejos temas que hace falta estudiar y afrontar con mucho conocimiento de causa, paciencia y humildad. Acompañamiento y seguimiento son dos palabras claves en su modo de trabajar.

aznarez 01Uno de los frentes de la actividad de Manos Unidas en Guatemala es el de la alimentación. Varios de los programas que respalda tienen por objeto ayudar a los indígenas de las zonas rurales a enriquecer su dieta de modo que puedan hacer frente ellos mismos a la plaga de la desnutrición infantil.

También son particularmente valiosos los programas que buscan asesorar, formar  y acompañar a los indígenas en la defensa de sus derechos personales o comunitarios, tantas veces vulnerados o desatendidos.
¡Y qué importante es el fomento de una educación sana e integral! Un magnífico ejemplo de la inversión de Manos Unidas en educación es la Comunidad “La Esperanza” de Cobán fundada por el padre Sergio Godoy. Hace unos quince años este cura guatemalteco, mientras trabajaba en su parroquia de Cobán (Alta Verapaz),  se dio cuenta, de que acudía mucha gente al vertedero de la ciudad para recoger allí cartón, metales y otros materiales con vistas a sacar algún dinero de su venta posterior. Acudió al lugar para interesarse por su situación. Fue ofreciéndoles pequeñas ayudas y concibió también la idea de hacer una sencilla guardería para los pequeños.

Aquella fue como la semilla de mostaza que luego, especialmente gracias a la colaboración de Manos Unidas, fue creciendo hasta convertirse en lo que visitamos guiados por él mismo: un precioso colegio gratuito para más de trescientos niños, adolescentes y jóvenes de la barriada en la que se encuentra el vertedero. Tanto creció el proyecto que el padre Sergio acabó pidiéndole permiso a su obispo para dedicarse enteramente a ello y el obispo se lo concedió. Además, tiene allí un pequeño internado con unos quince niños y adolescentes que viven con él  porque, por razones diversas, no pueden estar en sus casas. El padre Sergio se refiere a ellos cariñosamente como a “su familia”. Como colofón de la jornada el padre Sergio y “su familia” nos obsequiaron con una agradable y apetitosa cena.

+ Mons. Juan Antonio Aznárez

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