Bodas de Oro sacerdotales

El pasado domingo 19 de junio, en la Basílica de Ntra. Sra. de Jerusalén de Artajona, D. José Antonio Zabaleta reunió a un nutrido grupo de familiares, y amigos de infancia, del pueblo y de cada uno de los pueblos en los que ha ejercido su ministerio sacerdotal, así como del Movimiento Familiar Cristiano, del que fue coordinador, y de un grupo de sacerdotes, para que compartiesen con él gozo de este medio siglo de su vida sacerdotal y de actividad pastoral al servicio de la diócesis.

Fue un auténtico gozo participar con él y dar gracias a Dios por la alegría de una vocación y una fidelidad que se mantiene con el frescor del primer día. Resultaba envidiable y contagiosa la satisfacción que José Antonio testimonió en su homilía, por los muchos dones recibidos del Señor a o largo de estos cincuenta años. Recordó la religiosidad familiar de sus padres, la iniciación cristiana de sus primeros maestros y párrocos, que tanto marcaron su primera vivencia cristiana. No dejó de agradecer su primera experiencia pastoral en Aibar, donde se inició como cura recién ordenado, y del que conserva imborrables recuerdos, sus años posteriores de estudios universitarios en Roma. Posteriormente su aterrizaje en Cascante en años difíciles y gozosos al mismo tiempo, donde le tocó vivir la experiencia excepcional de la canonización de santa Vicenta María, la primera santa Navarra. Más tarde sus años como formador en el seminario, profesor de moral Centro Superior de Estudios Teológicos, sus años dedicado al Movimiento Familiar cristiano, a tandas de Ejercicios espirituales. Todos ellos, según dejó constancia, han dejado profunda huella en su vida y le han ayudado a vivir el sacerdocio como un servicio. Y ahora, nos decía, porque ser cura es una vocación que no conoce jubilación, como Vicario episcopal para la vida consagrada, en los cuarenta y pico monasterios de clausura, con las que ciertamente también habrá celebrado esta acción de gracias jubilar.

También resultó emotivo el testimonio de varios sobrinos nietos en la oración de los fieles, uniéndose a la acción de gracias por tan dilatada dedicación eclesial y especialmente el de María Camino, su sobrina ahijada, al final de la celebración, que no pudo dejar de manifestar el gran apoyo que siempre han recibido en el testimonio, la dedicación ejemplar y la religiosidad del tío cura, por el que siempre se han sentido estimulados.

Una experiencia realmente gratificante para todos cuantos asistimos a una experiencia tan gozosa, que llena de satisfacción a los unos como familiares, a otros como curas, y a todos como amigos, pues es lo que José Antonio ha ido dejando por todas partes. Durante la comida a la que quiso invitarnos, no sólo hubo nostalgias y añoranzas del pasado, revividas en fotografías todavía de pantalón corto, en fiestas del pueblo, sino también planes y proyectos de futuro, porque sigue confiando como el primer día en el Señor que le rejuvenece y le alegra cada mañana con la fortaleza de su Espíritu.

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