Dedicación de la Catedral de Pamplona

El 21 de abril se celebró, a puerta cerrada, el 893 aniversario de la Dedicación de la Catedral de Santa María la Real de Pamplona.

Habitualmente, la imagen de San Miguel de Aralar acude a la Catedral, donde es recibido en la puerta por el Cabildo Catedralicio y el Obispo, así como por los fieles. Este año, debido a las medidas tomadas por la crisis del coronavirus el Ángel no acudió, pero también se hizo presente a través de una réplica que estuvo colocada a un lado del altar.

La celebración de la Santa Misa fue presidida por el Arzobispo, Mons. Francisco Pérez, quien estuvo acompañado por el Obispo Auxiliar, Mons. Juan Antonio Aznárez. Aurelio Sagaseta, maestro de capilla de la Catedral, fue el encargado de dirigir los cantos con los que se inició la celebración. Al órgano estuvo Julián Ayesa.

Don Francisco comenzó agradeciendo a todos los fieles que seguían la celebración a través de la web de la Catedral y afirmó que “nos hemos reunido un año más para conmemorar la Dedicación de nuestra Iglesia Catedral, pero con la particularidad del confinamiento provocado por la pandemia del COVID-19. Sin embargo, vuestra alabanza conjunta a Dios manifiesta nuestra unidad a pesar de la distancia física”.

En la homilía don Francisco explicó qué sentido tenía la edificación o la dedicación de la Santa Iglesia Catedral. “Aquí se refleja lo que es la Iglesia, que es la comunidad de aquellos que vivimos con la presencia de Jesús en medio de nosotros”. “Un día esta Catedral fue consagrada, por ello lleva en sus columnas esas cruces griegas, que fueron ungidas con la santa unción, demostrando que esta Catedral está consagrada al Señor”, explico don Francisco añadiendo que “La Catedral es reflejo de lo que es la Iglesia, que se une en Cristo Jesús para ser reflejo del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Después nuestro Arzobispo explicó que el hombre es templo de Dios y que el Espíritu habita en cada uno de ellos. Y afirmó que “si alguien destruye el templo de Dios, el Señor lo destruirá a él porque el templo de Dios es sagrado”. Y recordó que “muchas veces se desprecia y se devalúa a aquel que es templo de Dios: el no nacido, el que está a punto de morir o el que en medio de la vida es destruido como si fuera un objeto de placer, de interés”. “Es importante recordar que dentro del corazón de cada hombre está Dios”, concluyó don Francisco.

Durante las peticiones, José Antonio Goñi pidió al Señor por los que están pasando la enfermedad del coronavirus, acordándose de modo especial de Miguel Larrambebere, rector del Seminario de Pamplona. También se pidió por los difuntos, especialmente por los sacerdotes fallecidos estos últimos días. Don Francisco se unió a las peticiones solicitando que los jóvenes que, en estos momentos de más silencio, se puedan hacer preguntas sobre su futuro sepan dar al Señor una respuesta generosa.

A continuación, se entonó el canto a San Miguel de Aralar, unos versos tradicionales de más de un siglo, escritos en euskera.

Tras la Consagración, nuestro Arzobispo pidió a San Miguel que nos proteja del maligno y termine con la pandemia que nos asola. La celebración terminó con la bendición con el Lignum Crucis.

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