Domingo de Resurrección: La Pascua y la procesión del Encuentro en Navarra

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Nos disponemos a celebrar la Pascua de Resurrección, eje vertebrador y máxima solemnidad de todo el año litúrgico. Esa centralidad de la Pascua es resaltada en muchos lugares por la tradicional procesión del Encuentro, extendida por toda la Iglesia. También en Navarra se celebra dicha procesión al final de la Vigilia Pascual o de la Eucaristía solemne del Domingo de Pascua, resaltando de este modo el valor primario de la resurrección de Cristo. Como botón de muestra, veamos dicha celebración en las dos catedrales del viejo Reino. Texto: Santiago Cañardo, Vicario de Fe y Cultura.
En la Catedral de Pamplona, la Vigilia Pascual concluye, desde hace siglos, con este rito, en el que el Santísimo -”Nuestro Amo”, en la denominación popular- es expuesto y adorado en la custodia, portada en una solemne procesión, a la que acude la imagen de su Madre, Santa María la Real, ante la que eran coronados en la Edad Media los reyes de Navarra. La Virgen desciende de su trono real, situado en el centro del baldaquino del altar mayor, con la carga simbólica que ello representa, para ir al encuentro de su Hijo resucitado, y así adorarle como a su Señor, mediante tres genuflexiones o inclinaciones realizadas por los portadores de las andas marianas; mientras tanto, la Capilla de Música de la Catedral entona el himno eucarístico del Sacris solemnes, con música de una composición anónima del siglo XVIII, procedente del propio archivo musical catedralicio. Todo ello representa un maravilloso ejemplo del culto al Señor resucitado, realmente presente en la Eucaristía.

En Tudela el gozo de la resurrección se convierte en una verdadera fiesta para los sentidos, cuyos orígenes se remontan a la Edad Media. El encuentro de María con Cristo Sacramentado, que se desarrolla en plena plaza de los Fueros, conserva aun hoy en día las características propias de la fiesta barroca: la exaltación del “gaudium”, el placer de celebrar y el gozo de sentir, sonidos de campanas, músicas -en particular la reciente composición (del año 1979) del músico navarro Fernando Remacha (1898-1984), titulada “La bajada del ángel”- y cohetes, junto al clamor de las gentes que se regocijan al escuchar el Aleluya y contemplar el acto del ángel al descubrir el rostro enlutado de María. En este caso, la eucaristía viene después de la denominada “Bajada del Ángel”, con una misa solemne que se celebra en el altar mayor de la seo tudelana.

Estas dos expresiones de la piedad popular navarra, han contribuido a que muchas generaciones de cristianos percibieran la centralidad de la Pascua. Por eso, ahora que deseamos emprender nuevas vías de evangelización e incorporar a las futuras generaciones a la vida litúrgica de la Iglesia, necesitamos que la piedad popular ocupe un lugar preponderante en dicha tarea evangelizadora. La religiosidad popular, tan rica en nuestra tierra Navarra, constituye un verdadero tesoro del pueblo de Dios, que ha sabido insertar a lo largo de los siglos y de una forma armónica, el mensaje cristiano en la cultura de nuestro pueblo, para así transmitirla de padres a hijos, generación tras generación.

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