Javieradas 2010. Carta de Mons. Francisco Pérez
Un año más nos sentimos convocados a vivir esta experiencia de peregrinación que tanto bien ha ido haciendo durante años. Os invito a mirar con ilusión y con alegría este tiempo de preparación para vivir, con un espíritu auténtico, las Jornadas de las Javieradas
Queridos peregrinos de las Javieradas:
Un año más nos sentimos convocados a vivir esta experiencia de peregrinación que tanto bien ha ido haciendo durante años. Os invito a mirar con ilusión y con alegría este tiempo de preparación para vivir, con un espíritu auténtico, las Jornadas de las Javieradas. En nuestro interior podemos sentir las mismas palabras que oyó San Francisco Javier: “Ven y sígueme”. Él cambió su vida, que estaba distorsionada y dirigida por caminos equivocados y, con valentía, como buen cristiano, se dejó seducir por Jesucristo. Invito a todos, pero de modo especial a los jóvenes, para que os planteéis la vida no desde la superficialidad, desde el vacío, sino desde un amor que todo lo transforma y todo lo llena; desde un amor que no deja nada a la intemperie sino que ayuda a madurar y a forjar la vida hacia un futuro mucho mejor: el Reino de los Cielos. Estamos llamados a ser ciudadanos del Cielo y para ello conviene ponerse a caminar como el buen peregrino que, siguiendo las instrucciones del Maestro, se dirige a la meta de la felicidad plena.
El peregrino no desfallece sino que va dando paso a paso con firmeza y con disposición generosa; no se atemoriza y menos se echa para atrás; pone la mirada en la meta y no se deja abatir por las inclemencias. El buen peregrino, además, se fía de los que saben más que él. Esto nos recuerda lo que hace la Iglesia respecto a los creyentes que, al estilo de los peregrinos, van por los caminos de la vida y necesitan una orientación precisa y un alimento necesario: el Evangelio y la Eucaristía. Esta fortaleza que nos concede el alimento de la Eucaristía y esa Palabra con la que nos alienta el Evangelio hacen posible que los pies se sostengan y sorteen todos los obstáculos con los que tropezamos a lo largo del tortuoso camino.
Ruego al Santo de Javier que nos ayude a vivir como él: siempre dispuestos a ser fieles heraldos del Evangelio y firmes para aceptar la voluntad de Dios, para orientar la vida no según nuestros deseos sino según el designio que Dios tiene sobre cada uno de nosotros. Nada hay que dé más gozo al alma que seguir las indicaciones del Maestro: “Ven y sígueme”. En Cristo confiamos y le pedimos que nos conduzca por el camino de la santidad, que es el único camino que llega al Cielo. Estoy seguro que en estas Javieradas la voz de Cristo nos invitará a ser más auténticos en nuestra fe y a cambiar de vida. Seguir a Cristo es el mayor gozo y la mayor seguridad si queremos llegar a la meta que es el Cielo.
¡Bienvenidos a la tierra de San Francisco Javier! Con mi afecto y bendición.
+ Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona y Tudela