80 aniversario de la fundación de las Misioneras de Cristo Jesús

Homilía del Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 14 de marzo, con motivo del 80 aniversario de la fundación de las Misioneras de Cristo Jesús de Javier

 

Queridas Misioneras de Cristo Jesús.

Mi primera palabra quiere ser ¡FELICIDADES! con mayúsculas. Celebráis 80 años de la fundación de vuestra Congregación religiosa. Hoy, la palabra que brota de nuestros labios, y que salen de un corazón agradecido es GRACIAS, con mayúsculas. Celebrarlo en estos tiempos de secularización, de escasez de vocaciones, de dificultades para vivir nuestra consagración religiosa, os hace ser especiales. Y a nosotros felices de poder celebrarlo con vosotras. Necesitamos visibilizar situaciones como la celebración de esta tarde, donde nos decimos, pero sobre todo, decimos al mundo y a la sociedad, que somos felices. Que el Señor «nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales». Decís, somo privilegiadas porque Dios nos ha llevado de su mano.

Cuanto más os leo más os admiro, cuanto más os conozco más me identifico. Os estoy descubriendo, y me gusta vuestro carisma y vuestra confianza en Dios. Se nota, y mucho, que vuestra fundadora María Camino, venía de la Acción Católica, su fe se completaba con el compromiso, con la entrega por una sociedad más justa y solidaria. No hay fe sin obras, no hay evangelio sin opción por los pobres, y eso María Camino lo vio con claridad y lo plasmó en vuestra fundación.

Vuestra fundadora me recuerda mucho a Teresa de Jesús, la renovadora, la andariega e inquieta, que recorrió los conventos del Carmelo en aras de una mayor renovación.. Así era María Camino, inquieta y en constante búsqueda. Leo en vuestra página web: “María Camino era una propagandista incansable; por su disponibilidad, sencillez y entrega apostólica se ofrecía a todo: visitaba pueblos para despertar el entusiasmo de las jóvenes y promover la organización de los centros parroquiales de Acción católica, que colaboraba en la formación de las jóvenes. Fue también presidenta de la Comisión “Pro Iglesias Devastadas” . Colaboró con entusiasmo en todo lo que se le encomendó, por lo que en la primavera de 1938 recibió la condecoración “Pro Ecclesia et Pontífice”. Y este reconocimiento no se lo conceden a todo el mundo.

Nacer a los pies del castillo de Javier supone respirar el espíritu misionero. Descubrir en la misión, los destinatarios preferentes del evangelio, y así lo expresáis en vuestras Constituciones cuando decís, “El ejemplo de San Francisco Javier y su espíritu emprendedor alimentaron en nosotras el deseo de llevar el mensaje de Cristo a los pueblos más alejados y necesitados”. Estas montañas respiran misión, respiran envío, respiran compromiso, así lo viví yo el pasado sábado y domingo. Todo era misión bajo el patrocinio de San Francisco Javier.

La primera lectura que habéis elegido del profeta Jeremías, me ha tocado el corazón. Me identifico con ella y me ha acompañado en los momentos trascendentales de mi vida, como religioso y sacerdote. Fue la lectura que elegí para mi ordenación sacerdotal, la que seleccioné en mi despedida antes de ser ordenado obispo. Es la actitud de ponerse en manos de Dios, de sentirse pequeño ante la responsabilidad que el Señor nos pide. Somos unos pobres siervos, que estamos en manos de Dios. Con razón María Camino siempre tuvo una voluntad decidida de “hacer lo que Dios quiere”. Entregarse a Dios supone dejarse modelar por él, es como les decía Jesús a sus discípulos, “Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o cómo lo diréis, en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros” (Mt. 10, 19-20). Ese abandono a la voluntad de Dios supone un acto de fe en que Dios nunca os iba a abandonar.

Como he dicho al principio cuanto más os leo más me identifico. Pues dentro de los campos en los que trabajáis y desarrolláis vuestro carisma leo “acompañamiento al necesitado, a mujeres, a jóvenes, a niños de la calle, drogadictos, emigrantes, presos en estado de vulnerabilidad”. Parte de este discurso es el carisma de la Merced, mi carisma, de entrega a los pobres y a los cautivos de nuestra sociedad. Un carisma que me ha hecho feliz, por eso me alegra estar esta tarde con vosotras, porque carismáticamente me siento en casa, porque rebosáis la misma sensibilidad que yo por el mundo de los pobres, y Dios os lo tiene que premiar.

El evangelio de Mateo que hemos escuchado os hace actuales y dinámicas. Cada vez que leemos este evangelio somos enviados, en vuestro caso enviadas, a anunciar el evangelio, a esos lugares donde solo llegan los misioneros, donde solo llega el evangelio.  A esas situaciones extremas “dando siempre preferencia a las misiones más difíciles y necesitadas” (decís en vuestras Constituciones). Hermanas estos 80 años de vida de vuestra Congregación nos dice que tenéis una historia que contar y de la que os debéis de sentir orgullosas, pero sobre todo tenéis por delante una oportunidad para escribir la historia del futuro, escrita en los rostros y corazones de la gente pobre, de los vulnerables, de las personas que nos encontramos en la misión, de las que están al borde del camino. . La historia os está esperando, os necesita. La misión y los pobres esperan a las Misioneras de Cristo Jesús. Y no os preocupéis, porque como nos ha dicho el evangelio “sabed que yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. (Mt. 28, 20)

Quisiera terminar mi reflexión con las palabras de la fundadora María Camino. El 10 de marzo de 1991 escribía su última carta a sus hermanas donde les expresaba su más profundo deseo “Pidamos (a San Francisco Javier) que nos ayude a nosotras, misioneras de Cristo Jesús, a vivir esa unión con Cristo y a ser siempre como Él quiera que seamos y a hacer lo que Él quiera que hagamos”.

 

+ Florencio Roselló

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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