Vigilia Pascual1

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio en la Catedral de Santa María la Real de Pamplona, el pasado 30 de marzo, con motivo de la Vigilia Pascual

 

Feliz Pascua de Resurrección. Porque el anuncio del ángel nos hace felices: ¡NO ESTÁ AQUÍ, HA RESUCITADO! Este es el anuncio de la resurrección. Pero es un anuncio que viene precedido por la felicidad que nos transmiten tres mujeres:  María Magdalena, María la de Santiago y Salomé. Cuando se les distingue por el nombre significa la importancia que se les quiere dar. Ellas son las verdaderas protagonistas esta noche. Aparecen como modelo, no de fe, pues están cargadas de dudas, pero sí de seguimiento, sí de amor hacia Jesús. Son las mujeres que están al pie de la cruz. Son las mujeres fieles que en medio de mucha incertidumbre están, cuando todos se han ido. A pesar de las dudas que tienen, siguen y buscan a Jesús.

Esta noche, antes de la resurrección todo son interrogantes, pero con la Resurrección, todos los interrogantes tienen respuesta, “¿quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?” (Mc. 16, 3), las mujeres llegan al sepulcro y la piedra está movida, y el sepulcro vacío. Ya tienen la respuesta. Pero de ahí surge otro interrogante “¿buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado?” (Mc. 16, 6b), aunque la respuesta no está recogida en el texto, pensamos que responderían que sí. El joven que estaba en el sepulcro vestido de blanco, les responde “Ha resucitado. No está aquí” (Mc. 16, 6b). Es la respuesta que no esperaban, pero que deseaban y que les llena de alegría cuando escuchan al joven decirles que ha resucitado.

El joven del sepulcro les dice “No tengáis miedo” (Mc. 16, 6ª) La resurrección nos da seguridad, certeza de vida. Saber que Jesús ha resucitado conlleva no tener miedo, no temer a nada ni a nadie, porque ha vencido a la muerte y ha triunfado la vida, tal y como nos han relatado las lecturas que hemos escuchado esta noche. Tener la certeza de la resurrección nos hace no tener miedo. Eso nos empujará también a dar testimonio sin temer, sin mirar si nos creen o atacan. No tener miedo es hablar con libertad.

Las mujeres del evangelio representan a la Iglesia en movimiento, Iglesia en salida. Salen a buscar a Jesús, salen a verlo. Quieren estar con él. Tienen muchas dudas, muchos interrogantes que les empujan a salir. Pero no se quedan como los discípulos en casa, por miedo a los judíos. La Iglesia que quiere encontrarse con Jesús debe de salir, debe de buscar, y no en los lugares convencionales, no en los lugares ni en las personas de siempre. La Pascua nos empuja, nos pone en movimiento.

La resurrección de Jesús es Buena Noticia, la resurrección es vida y hay que comunicarla, hay que compartirla, por eso el joven vestido de blanco les dice a las mujeres. “Id a decir a los discípulos y a  Pedro” (Mc. 16, 7a). Las mujeres son las que anuncian la resurrección. En una sociedad como la judía, donde las mujeres no tenían mucho crédito, cobran protagonismo cuando tienen que anunciar la resurrección de Jesús. Este es el mandato que nos hace el ángel, que seamos testigos de la resurrección, que seamos anunciadores de una nueva realidad, de un nuevo espacio, de un mundo nuevo, la resurrección abre esperanzas para mucha gente. La resurrección nos hace misioneros, enviados, fuera de nuestras iglesias, y de nuestras seguridades para anunciar que Jesús vive. Ser misionero, hoy, aquí y ahora es compartir mi semana santa, es hacer partícipe a la gente que se relacione conmigo de mi experiencia de fe, de mi alegría por la Resurrección de Jesús. Es perder miedos y superar complejos.

“El va por delante de vosotros a Galilea” (Mc. 16, 7b).  Volver a Galilea es volver a las fuentes, a los orígenes, a lo que dio sentido a la vida de la iglesia, “la cosa comenzó en Galilea”. El ángel ordena que digan a los apóstoles que Jesús ha resucitado y les espera en Galilea. ¿Por qué este retorno a Galilea? Fue en Galilea donde los discípulos encontraron a Jesús. Todo empezó allí. Jesús empezó a predicar, a curar, a sanar, a escuchar, junto a las riberas del mar de Galilea. Fue allí donde los discípulos oyeron las llamadas y comenzaron a seguir a Jesús. El recuerdo de esos días debía conservar en sus almas un frescor de primavera. Después de las infidelidades de la última semana, Jesús querría reavivar en sus discípulos este frescor y este fervor primero. Querría renovar en ellos la emoción del primer encuentro, la decisión también que ellos pusieron en el primer encuentro. Y eso era posible en Galilea. Volver a Galilea es volver al primer amor. Recuperar el ardor del primer seguimiento.

Hay una Galilea en la vida de cada uno de nosotros. Para cada cristiano volver a Galilea es volver a nuestra conciencia de cristianos, a nuestro bautismo, a nuestra comunión, confirmación y otros pasos o decisiones que me hicieron participar más de la Iglesia. ¿Dónde está mi Galilea? ¿Cómo es mi Galilea? Es recordar los momentos importantes de mi vida donde ha Dios ha estado presente de manera directa. Es volver al primer amor. Es fortalecer mi fe hoy, con las decisiones de ayer. Necesitamos desempolvar nuestra historia, aquella que nos ha hecho grandes como cristianos y como Iglesia. Recuperemos nuestras Galileas personales y fortaleceremos nuestra Galilea comunitaria.

La Resurrección dio paso a una nueva vida. No es una resurrección al antiguo cuerpo de Jesús, nada de eso. Cuando se aparece a María Magdalena (cf. Jn. 20, 11-18), a los apóstoles (cf. Lc. 24, 36-43; Jn. 2, 1-14) o a los discípulos de Emaús (cf. Lc. 24, 13-35) les cuesta identificar a Jesús. No es que volvemos a ver a Jesús como antes de su muerte, como nos lo relataban los evangelios. La resurrección de Jesús da paso a un nuevo orden en el mundo. Es la noche de la creación, de la liberación, de la resurrección, que hemos escuchado en las lecturas. Hoy Jesús se hace luz sin ocaso. Como dice el salmo “la noche es clara como el día”. La noche se convierte en el día más importante del año. La resurrección nos trae una nueva forma de vida, donde es posible el amor, donde es posible empezar de nuevo las relaciones con las personas, donde es posible perdonar y comenzar de nuevo una nueva vida. La Resurrección no nos puede dejar indiferentes. Es el cambio de ver la vida. Esta noche es la que nos permite ver “cara a cara al Jesús” que resucita. Creer y vivir la resurrección es comenzar una nueva vida. La resurrección de Jesús debe dar la vuelta a este mundo marcado de violencia, ambición y abuso La resurrección nos debe de traer un orden nuevo, donde se respeten los derechos de las mujeres y los niños; donde los pobres tengan su oportunidad, donde el extranjero se sienta aceptado y el preso no se sienta señalado, donde cesen las guerras y reine la paz.

La experiencia de la resurrección cambia, no nos deja indiferentes, así cambiaron las mujeres al vivir la experiencia de Jesús resucitado. Al principio les desconcertó, pero luego cuando comprendieron por medio de la experiencia del joven vestido de blanco, su vida cambio y pasaron de sorprendidas a testimoniar ante los once la Resurrección de Cristo. Las mujeres regresaron transformadas después de ir al sepulcro, ¿la Resurrección me ha cambiado también a mí?

 

+ Florencio Roselló

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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