Clausura del Año Jubilar de las Comendadoras del Espíritu Santo

Homilía pronunciada por el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 4 de mayo, en Sangüesa, con motivo de la Misa de clausura del Año Jubilar de las Comendadoras del Espíritu Santo

 

Queridas hermanas Comendadoras del Espíritu Santo, que celebramos la clausura de vuestro año Jubilar Queridos hermanos todos que asistimos a esta celebración. Mis dos primeras palabras quieren ser FELICIDADES Y GRACIAS por este año jubilar que hemos vivido y que hoy clausuramos. Felicidades por los 825 años de vida, y de vida entregada. Gracias a Dios por la fundación de vuestra Orden religiosa y también por inspirar a vuestro fundador el beato Guido de Montpellier el inicio de esta obra, que es obra de Dios. Y gracias por este año jubilar que habéis regalado a la diócesis, y también a Sangüesa. Ya veis que no me olvido de dar gracias. El otro día cuando hablaba por teléfono con la hermana priora, me insistía, pero es de acción de gracias, y le comenté, claro, sino porque celebramos este momento.

Pero también quiere ser un GRACIAS especial por todo lo que habéis aportado y regalado a nuestra diócesis y a Sangüesa. Esta comunidad, según he leído, fue fundada en el año 1884 bajo el titular de Monasterio del Sagrado Corazón de Jesús por sierva de Dios Madre Juana Urniza y sus cofundadoras: Madre Bruna, Madre Matea y Madre Concepción, con el fin de realizar y acompañar a Jesús en la agonía de Getsemaní. Se edificó el Monasterio en lo que antiguamente era Ermita de San Nicolás. Este Monasterio, de las Comendadoras del Espíritu Santo, lleva en nuestra diócesis 140 años, ¡son muchos años!

Necesitamos vuestra presencia, necesitamos vuestra oración. La presencia de la vida contemplativa es una carga de espiritualidad que nunca encontraremos palabras ni gestos de agradecimiento. Por eso mis visitas preferentes, desde mi llegada a esta diócesis han sido los Monasterios de vida contemplativa. Con vosotras he visitado todos los Monasterios de vida contemplativa de la diócesis, que todavía son bastantes. Desde el primer día entendía que vuestra oración es especial y hay que cuidarla, por eso estoy esta mañana aquí para felicitaros y acompañaros en vuestra fiesta. Creo en vuestra oración y como obispo la necesito.

Esta mañana damos gracias a Dios celebrando la eucaristía, porque Eucaristía significa “acción de gracias”. Dios ha estado presente en la historia de vuestra Orden de las Comendadoras del Espíritu Santo, en vuestro Monasterio. Vuestra obra, vuestra fundación es obra de Dios. De lo contrario no estaríamos hoy aquí, porque en vosotras se ve la acción de Dios. El viernes de la segunda semana de pascua leíamos una lectura de los Hechos de los apóstoles que encaja mucho en vuestra historia. Los discípulos comenzaban a predicar y anunciar el evangelio, esto molestaba a los judíos y les apresaron (Cf. Hch. 5, 38-39). Entonces, Gamaliel un doctor de le ley, dijo a los judíos, “soltad a los apóstoles. Si su idea y actividad es cosa de hombres se dispersarán, pero si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos”. El tiempo ha demostrado que en vuestra fundación está Dios presente. 825 años no se sostienen solo con el sueño de unas personas. Vuestro soplo del Espíritu Santo, vuestra Orden/Congregación es obra de Dios, sino no hubierais durado 825 años.

Las lecturas que habéis elegido para nuestra celebración son un canto de acción de gracias a Dios por lo que ha hecho en vuestra Orden religiosa. Isaías en la primera lectura nos presenta la acción de gracias del pueblo de Israel, que a la salida de Egipto había pecado, pero Dios, que es infinitamente misericordioso perdonó su pecado, y eso motivó un cántico de acción de gracias. Vosotras también decís como el pueblo de Israel damos gracias a Dios “por sus muchos beneficios a la casa de Israel”, vosotras podéis decir “a nuestro Monasterio o a nuestra Orden religiosa de Comendadoras del Espíritu Santo”.

San Pablo, en la segunda lectura da gracias a Dios por nuestra fidelidad, dice “os mantendrá firmes (fieles) hasta el final”. Es la fidelidad por la que luchamos todos los cristianos, más todavía los consagrados. Una fidelidad de 825 años, una fidelidad que nos lleva hoy y aquí a dar gracias a Dios, porque la mano de Dios ha estado en la historia de las Comendadoras del Espíritu Santo. Y una celebración que sigue pidiendo fidelidad de las Madres Comendadoras.

El evangelio es muy significativo con la eucaristía que estamos celebrando, pues nos presenta la curación de los diez leprosos. Son curados los diez sin preguntar su condición ni su creencia, pero ¡qué casualidad!, solo vuelve el extranjero, el más marginado en esa sociedad, bueno casi como en la nuestra. Hoy, vosotras hermanas Comendadoras del Espíritu Santo sois el leproso extranjero que os acercáis a dar gracias a Jesús por las maravillas que ha hecho en vuestra Orden religiosa. Porque como hemos dicho anteriormente, vuestra Orden es cosa de Dios, de lo contrario no estaríamos aquí. Y es importante que destaquemos la capacidad de dar gracias a Dios, porque la vamos perdiendo. Siempre somo rápidos para pedir y exigir a Dios su ayuda, pero lentos a agradecer su acción en nuestras vidas.

Hoy estamos dando gracias a Dios por 825 años de fidelidad, de entrega y de testimonio de vuestra vocación y de vuestra historia. Felicidades también porque durante un tiempo estabais directamente al servicio de los pobres pues existían varias casas de la Orden Sancti Spiritus, dedicadas a hospitales donde los Hermanos atendían a enfermos y peregrinos, pero no hay constancia alguna de que en ellos ejercitaran también la misericordia las Hermanas.

Cuando hablamos de hospitales no los debemos comparar con el concepto de hospital que tenemos ahora. Era más bien lugares de acogida para pobres e indigentes, algo parecido a los albergues que tenemos ahora. De hecho, el fundador Guido, siendo joven, y a la muerte de sus padres, hereda los bienes de sus progenitores, y decide consagrarse al servicio de sus hermanos indigentes y con el dinero de la herencia de sus padres, funda en Montpellier un hospital para recibirlos. Vuestro fundador Guido es el fundador de una Orden hospitalaria que tiene al hospital de Montpelier por casa madre. La finalidad de esta fundación era la de recibir enfermos, pobres, niños abandonados, jóvenes descarriados, mujeres embarazadas. Hospitales hacían referencia más hospitalidad, a acogida, que a sanidad.

Queridas hermanas de Sangüesa y de Puente la Reina, que habéis venido a uniros a esta celebración. Muchas gracias por vuestra fidelidad, por toda vuestra historia, 825 años de vida (soy mercedario y hemos cumplido 806 años de fundación, nos parecen una eternidad), son muchos años. Gracias por vuestros 140 años de este Monasterio de Sangüesa en nuestra diócesis. Esta entrega y fidelidad Dios la tiene que bendecir con nuevas vocaciones, sean de aquí o de allende los mares. Gracias por vuestra oración. ¿Os digo un secreto?, hay mucha gente que dice que reza por mí, y os comparto que lo siento, que debe de ser verdad. Siento una fuerza interior que me dice que hay mucha gente, y sobre todo, mucha vida consagrada y contemplativa que raza por mí. De corazón, gracias, pero desde la fe, ¡seguid rezando por mí!

Me alegro mucho de estar esta mañana aquí, de estar con vosotras, de compartir esta acción de gracias.

Que Dios os bendiga

 

+ Florencio Roselló Avellanas O. de M.

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

 

 

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