La carta de esta semana, en la fiesta de la Santísima Trinidad, me lleva a mirar a los monasterios de vida contemplativa de nuestra Diócesis con cariño y afecto. Esta fiesta nos acerca a la vida dedicada a la oración. Es la Jornada Pro Orantibus, que este año se nos presenta con el lema “Contemplamos tu rostro, aprendemos a decir: Hágase tu voluntad”.
Por ello, el Papa Francisco, en el año 2014, animó a que sea “una ocasión oportuna para agradecer al Señor por el don de tantas personas que, en los monasterios y en las ermitas, se dedican a Dios en la oración y en el silencio activo, reconociéndole aquella primacía que sólo a Él le corresponde”. Sin oración no hay diálogo y encuentro con el Señor, y la vida contemplativa nos ayuda a que nuestro encuentro con el Señor sea posible y real. Hoy los contemplativos son nuestros valedores ante el Señor.
En una sociedad marcada por el individualismo, con la sensación de tener siempre razón, cuesta mucho decir “hágase tu voluntad”. Nos cuesta aceptar la voluntad que viene desde fuera. Nos falta generosidad, nos falta gratuidad, pero sobre todo nos falta confianza. Nos cuesta aprender a decir “hágase tu voluntad” en vez de decir “que se haga mi voluntad, pues soy libre”. Esa es la respuesta ante situaciones que se nos quiere imponer y orientar en un determinado camino.
Contemplar el rostro de Jesús nos lleva a fijarnos más en Él y no en nosotros. A ponerle en el centro y nosotros en un lado. A no buscar los primeros puestos, sino el servicio. Ante la pregunta de Jesús a la madre de los hijos del Zebedeo: “¿Qué deseas?”, ella contestó: “Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda” (Mt. 20, 21) Solo podremos lograrlo si contemplamos su rostro y lo hacemos nuestro, si lo hacemos vida en nuestra vida. Sólo podremos contemplar su rostro si dejamos a un lado nuestras aspiraciones personales que no coinciden con las de Dios. Contemplar su rostro es aceptar otro estilo de vida, lejos de puestos y aspiraciones importantes. Más que pedir debemos decir, como los contemplativos: “hágase tu voluntad”.
“La vida contemplativa monástica, en su mayoría femenina, se ha radicado en el silencio del claustro generando preciosos frutos de gracia y misericordia. La vida contemplativa femenina ha representado siempre en la Iglesia y para la Iglesia el corazón orante, guardián de gratuidad y de rica fecundidad apostólica y ha sido testimonio visible de una misteriosa y multiforme santidad”. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 46; Decr. Christus Dominus, 35; ID., Decr. Perfectae caritatis, 7.9; CIC c. 674.
Hoy pienso en tantos hermanos y hermanas nuestras que abrazan la vida contemplativa y la hacen suya. Una vida que se centra en contemplar el rostro del Señor, y desde ahí es más fácil decir: “Hágase tu voluntad”. La contemplación y la oración me llevan a fijar los ojos en Él, a fiarme de Él y a poner mi vida en sus manos.
“A la Iglesia, sin la vida contemplativa, le faltaría mucho, pues ella desde esa dimensión de búsqueda constante del rostro de Dios, quiere ser corazón orante en la Iglesia y de esto necesitamos, almas y corazones orantes que sean como dice Vultum Dei Quaerere, faros, antorchas y centinelas en la Iglesia y en el mundo”. (Papa Francisco, 21 de noviembre 2018).
En nuestra Diócesis de Pamplona y Tudela hay diecinueve monasterios de vida contemplativa. ¡Un regalo de Dios! Los he visitado todos, he compartido con religiosas y con monjes espacios y tiempos de oración y conversación. Entrar en un monasterio de vida contemplativa te lleva al encuentro con el Señor, a ver su rostro. Todo es paz, no hay prisas, “solo Dios basta”. Y un Dios que nos regalan a la diócesis en forma de oración. Los monasterios contemplativos de nuestra diócesis rezuman oración, silencio, recogimiento y acogida para el que quiere ir a orar.
Doy gracias a Dios por los monasterios de oración contemplativa de Navarra. Todas/os las/os religiosas/os contemplativas/os de nuestra diócesis me han asegurado y garantizado que rezan por mí, por mi ministerio episcopal y por la Diócesis. En esta Jornada Pro Orantibus somos nosotros, la Iglesia diocesana la que se compromete a rezar por la vida contemplativa. Es una oportunidad para pensar en su vida, en sus historias personales, en sus necesidades. Hoy la Iglesia nos pide que seamos nosotros quienes recemos por ellas/os. ❏

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