Romería de los sacerdotes a la Virgen del Yugo

Homilía pronunciada pro el Arzobispo don Florencio Roselló, el pasado 28 de mayo, con motivo del encuentro de sacerdotes de la zona de la Ribera en la ermita de Nuestra Señora del Yugo

 

Queridos sacerdotes.

María Nuestra Madre nos convoca, nos reúne y nos invita a la fiesta. Primero a la fiesta de la eucaristía, para darle gracias por nuestra vocación, por nuestra consagración a Dios por medio de nuestro sacerdocio. Y lo hacemos juntos, en comunidad, como iglesia que peregrina en la ribera. Hoy estamos de fiesta.

Todo en torno a María está revestido de sencillez. La aparición de la Virgen del Yugo así es también. Según la tradición se aparece a un pastor, igual que el ángel que anunció a los pastores el nacimiento de Jesús, la Virgen del Yugo quiere hacerlo a un pastor, que además estaba cojo, y según cuenta la tradición, María le cura de su cojera, y le devuelve el andar normal. María generosa, María siempre cercana y atenta a las necesidades de la gente. Igual que lo hizo con su prima Isabel cuando estaba embarazada, como en las bodas de Caná, cuando se percató que se quedaron sin vino, y María intervino. Aquí hizo lo propio con el pastor. Y éste logró que la aparición tuviese forma y fondo y de ahí surgió esta ermita, esta presencia constante de Nuestra Madre en esta zona.

Reunirse en torno a María es reunirse en torno a la madre, y si María es nuestra Madre, eso nos hace a todos nosotros hermanos. Me alegra compartir la fraternidad sacerdotal, porque eso siempre suma, siempre ayuda el encuentro con el hermano. El encuentro con el hermano fortalece la vocación, fortalece la fidelidad y fortalece nuestro ministerio.

La primera lectura que hemos escuchado es la que leímos hace poco el día de Pentecostés. El Espíritu Santo se posa sobre cada uno de los apóstoles que están en la comunidad. En el tiempo de Pascua Jesús se aparecía a los discípulos que estaban en comunidad, en cambio a los que no estaban reunidos no gozaban de la presencia de Jesús. Recordemos a Tomás, que no estaba cuando se apareció Jesús y no lo vio. Y eso le creó dudas y deterioró la relación con los hermanos apóstoles.

Porque la comunidad refuerza, la comunidad da seguridad y fortaleza en la pastoral. Nada más recibir el Espíritu Santo los discípulos salen del lugar donde estaban encerrados por miedo a los judíos. El Espíritu Santo cambio el interior de los discípulos, pero también hay que reconocer que la comunidad les mantuvo unidos, fuertes y alegres, que les llevó a salir del lugar donde se protegían con valentía y decisión. Sin comunidad no hay Espíritu Santo, sin comunidad no hay valentía, sin comunidad no hay fortaleza.

Es importante que cuidemos nuestra relación con el hermano sacerdote. Que nos hablemos unos con otros, que nos contemos nuestras alegrías, y también nuestras penas que las hay. Doy mucha importancia a este momento a este encuentro de fraternidad sacerdotal. Que nos cuidemos unos a otros, que si no venimos a las reuniones, a las celebraciones que nos preguntemos unos por otros.

Hoy estamos a los pies de María, de la Virgen del Yugo, y ella es la que une, la que crea comunidad. Y así Pentecostés se escribe en torno a María. Ella es la que congrega a los discípulos, la que les alienta y anima en el ambiente de temor que vivían después de la muerte de Jesús. Ella serenaba, daba ánimos y mantenía unida la comunidad de los once discípulos.

En el evangelio vemos como María es la que acepta la voluntad de Dios, la que muestra disponible. “Hágase en mí según tu palabra”, es la que se fía de Dios, la que no pone condiciones, y ¡mira que tenía motivos para poner pegas y peros!, pero no, se fía de Dios y acepta los planes de Dios en su vida.

Esta mañana nosotros, ante la Virgen del Yugo también renovamos nuestra confianza en Dios. Como hijos de María queremos estar disponibles a lo que Dios quiera de cada uno de nosotros. Que nos fiemos de Dios, que pongamos nuestro sacerdocio y nuestra vocación en sus manos. Ella se fio de Dios…y le fue muy bien. Cuando hemos querido construir nuestra vida al margen de Dios, hemos fracasado, han venido las crisis, los problemas y complicaciones.

Queridos hermanos sacerdotes. Disfrutemos de María la Virgen del Yugo. Disfrutemos de nosotros, de los hermanos que estamos aquí. Estar aquí es valorar este momento, pero sobre todo es valorar al hermano que va a venir, que me voy a encontrar con él. Me siento bien cuando en una reunión veo a mis hermanos que han venido, eso significa que me quieren, que me valoran y que quieren estar conmigo.

Pidamos a María, la Virgen del Yugo, que nos cuide y proteja como lo hizo con los discípulos hasta Pentecostés. Que no nos deje de su mano y que sea nuestra compañera de camino en nuestra consagración sacerdotal.

 

+ Florencio Roselló Avellanas, O. de M.

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

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