Convivencia de chavales del Arciprestazgo de Lumbier

El pasado jueves día 6 estábamos convocados en Javier adolescentes y jóvenes de varias parroquias del arciprestazgo de Lumbier: acudieron chavales de las parroquias de Aibar, Cáseda, Arboniés y Lumbier. Al grupo de unieron una cuadrilla de Estella de paso por Sangüesa.

Desde la pastoral vocacional, queríamos tener un encuentro con ellos para rezar juntos y hablarles de la vocación. Poco a poco fuimos llegando al patio del colegio de los jesuitas. La mañana estaba soleada y algo fría, pero en nuestros rostros se veía la ilusión y expectación del momento. Algunos se conocían y otros no. Nos fuimos presentando y comentamos el plan pensado para ellos.

Después de romper el hielo, fuimos a rezar a la capilla del Cristo de Javier. Rezamos los laúdes, haciendo hincapié en que es la oración de la Iglesia. Pero antes les presentamos a Javier, nuestro gran santo y referente del día, que tantas veces había rezado esa oración. “¿De qué le sirve hombre ganar todo el mundo si pierde su vida?” Estas palabras del evangelio de Mateo que Ignacio recordó a Javier en París, cuando era un joven ambicioso, atlético y lleno de vida, cambiaron su corazón y por ellas decidió ser misionero y llevar el Evangelio hasta China. El Cristo sonriente que nos presidió nos hizo sentir que podemos aspirar a ser santos si vivimos desde la voluntad de Dios. Era impresionante el silencio entre los adolescentes.

Después de la oración tuvimos un tiempo para la Lectio Divina con el evangelio del llamamiento de los primeros discípulos de Juan. De manera sencilla, meditamos qué nos decía el texto, cuál era nuestra respuesta al Señor y qué podíamos cambiar en nuestra manera de pensar y de obrar según esta lectura. Aprendimos que el encuentro con Jesús transforma la vida como a los primeros discípulos y que nuestro sí a Jesús puede cambiar también la vida de los que nos rodean.

Después de un reparador almuerzo y unas pastas compartidas, vimos un vídeo del testimonio de una joven italiana beata, Ciara Luce, que murió a los 18 años con un cáncer de huesos. No se oía hablar a nadie. Su sonrisa y aceptación de la enfermedad nos emocionaron. Era una joven como nosotros que se había encontrado con Jesús y que había vivido todas sus experiencias, tanto positivas como negativas desde Dios. La cercanía y sencillez de los santos nos animaron a desear serlo.

La eucaristía culminó la mañana de oración y reflexión. Después de una comida en la que hablamos y nos reímos, compartimos la sobremesa que terminó con una breve oración a la Virgen en la basílica y la entrega de un crucifijo como recuerdo de la jornada. Fue un día especial. Lo más bonito fue el silencio con que rezaron y las ganas de pasar juntos un día agradable. Sólo Dios puede llenar el corazón de cada uno y hacer felices a nuestros jóvenes. Nuestro reto es posibilitarles experiencias de encuentro con Él y entre ellos, para que se den cuenta de que merece la pena ser cristiano y de que decirle Sí a lo que Él nos pide es lo mejor que nos puede ocurrir. Ojalá se den en otras zonas de nuestra diócesis.

Perdón Pérez y Miguel Garisoain

 

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