20 años del genocidio de Ruanda: ¡Nunca más!

 RUANDAVeinte años han transcurrido ya de aquellas imágenes que la televisión nos mostraba con toda su crudeza, hasta dejarlas grabadas a fuego en las pupilas de los telespectadores de todo el mundo. Veinte años han pasado desde que una noticia, ignorada al principio por casi todos los medios, saltara a las portadas con toda una carga de horror en cada foto y en cada testimonio. Veinte años hace ya desde que la mayoría aprendimos a situar en el mapa al pequeño país africano “de las mil colinas”, y escuchamos por primera vez hablar de tutsis y hutus, de hutus y tutsis. Sí, hace ya veinte años que comenzó uno de los episodios más sangrientos y vergonzosos de la historia contemporánea: el genocidio de Ruanda.

Reconciliación, sí. ¿Y el olvido?

En estas dos décadas, Ruanda ha sido capaz de mostrar al mundo que es posible la reconciliación, y que, con esfuerzo, se puede pasar página. Los sentimientos de odio y venganza, que llevaron a la muerte a más de 800.000 personas, y dejaron huérfanos a cerca de 600.000 niños, en un conflicto ante el que la comunidad internacional, encabezada por las Naciones Unidas, mostró su cara más inoperante, aparentan estar si no superados, sí matizados. Es demasiado lo que tiene que perder dejándose llevar por el rencor, un pueblo marcado por unas cicatrices visibles en el cuerpo y ocultas en el alma.  

Pero eso no significa que el miedo y los recuerdos hayan desaparecido. De hecho, más de un cuarto de la población sufre, todavía hoy, estrés postraumático. Un estudio llevado a cabo por psiquiatras ruandeses asegura que en todos los hospitales del país, las consultas diarias de psiquiatría reciben una media de 15 a 25 pacientes. Quizá sea ese miedo a revivir las escenas de horror, el que mantiene aletargados otros sentimientos. Reconciliación, sí; el olvido ya es otro cantar.

Desde Ruanda, nos lo corroboran: “(Olvidar) no es tarea fácil, tanto una etnia como la otra han sufrido la pérdida de muchos seres queridos, olvidar va a costar años, muchos años”. Aunque para nuestra fuente el olvido sería la mejor señal, el recuerdo de tanta atrocidad será un motivo “para que no se repita”.

Crecimiento vertiginoso

En estos 20 años Ruanda ha crecido a ritmo vertiginoso. El país no tiene nada que ver con aquél que nos mostraron las imágenes de televisión hace dos décadas: está limpio, a pesar de su ubicación en la zona de los Grandes Lagos, es un país relativamente seguro, que se desarrolla rápidamente. De hecho, el nivel de educación es ahora mucho más alto que en el año del genocidio y un pueblo educado deja de ser presa fácil de extremistas y de violentos. Aunque Ruanda todavía deba llegar a la democracia plena, la educación está jugando un papel fundamental en el desarrollo pacífico del país.

“Yo que llevo muchos años aquí, y que conozco como era la Ruanda de hace 30 años, os puedo contar que la Ruanda de ahora no se puede comparar”, nos aseguran. “Hoy apenas hay niños sin escolarizar y hay mucha más facilidad para ir a la escuela secundaria”.

Pero el desarrollo y el crecimiento no han llegado a todos. Por ejemplo, señala nuestra fuente, “a nivel de la salud, el avance no se ha dado”. Además, muchas de las vícitmas de esos 100 días de sangrientos enfrentamientos, discapacitados y enfermos, son incapaces de trabajar.

El país ha cambiado también en la manera de vivir estos días en que se conmemora el aniversario. Una conmemoración que, a diferencia de hace diez años, “se basa más en la esperanza y en el ánimo de invitar a los ruandeses a implicarse más en el desarrollo del país, nos cuentan.  En 2004 desde Manos Unidas os informábamos cómo se estaba viviendo en Ruanda el décimo aniversario del genocidio y cómo estábamos trabajando para apoyar la reconciliación y la paz en el país africano.

Sobre Ruanda se cierne ahora una nueva amenaza: la ayuda internacional que recibe el país (más del 40 por ciento del presupuesto) está a punto de secarse. De hecho, en los últimos años son muchas las naciones que han cerrado el grifo con la excusa del papel que está jugando el gobierno de Paul Kagame en el Congo.

Al servicio de la reconciliación

En estos años, en Ruanda todo se ha puesto al servicio de la reconciliación. Para mantener la paz, se necesita reconciliación. Para avanzar en el desarrollo, se necesita la reconciliación. Pero para que las heridas aún abiertas lleguen a cerrar, los ruandeses necesitan, también, dejar atrás el miedo; ser capaces de vivir su propia realidad sin sentirse atenazados por las amenazas de un gobierno totalitario.

Mientras tanto, desde Ruanda nos invitan a “mirar el futuro con la esperanza de que es posible que todos los ruandeses vivan en armonía”.

Manos Unidas sigue trabajando para hacer realidad este sueño de paz, capaz de restañar las heridas de un pueblo aún traumatizado. En los últimos diez años, hemos apoyado en Ruanda 50 proyectos de desarrollo, por un importe cercano a los  2,5 millones de euros.

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