«Los premios que tienen valor son los premios humanos»

Aprovechando su visita, con motivo de su participación en Solidarium, este semanario charló con Ángel García Rodríguez, más conocido como el Padre Ángel, fundador de Mensajeros de la Paz y párroco de San Antón de Madrid. Ama a los pobres, en los que ve reflejado a Cristo, siente debilidad por los niños, por los marginados, por los que sufren las injusticias sociales. Un sacerdote que desde pequeño tenía claro que quería ayudar a hacer un mundo mejor.


Háblenos un poco de Mensajeros de la Paz. ¿Cómo surgió la idea de crear esa iniciativa?
Mensajeros de la Paz es una obra social que nació hace ya 55 años, en Asturias. Y nació, en un principio, para niños privados de un ambiente de familia, especialmente para los niños que estaban en orfanatos, en grandes hospicios. Queríamos que en vez de vivir en masa pudieran vivir en familias. Y así fuimos deshaciendo los internados y los hospicios y fuimos creando hogares por toda España, entre ellos creamos uno en Navarra, en Mendavia. Hoy estamos en más de 50 países y ya no solo con hogares de niños sino con personas mayores, personas discapacitadas, mujeres maltratadas, y ahora especialmente con los refugiados, con todo el tema de cooperación.

Su labor a favor de los más desfavorecidos ha sido merecedora de muchos premios. ¿De cuál está más orgulloso?
Cuando uno tiene ya mi edad los premios te dan un poco lo mismo. Cuando te dan el Premio Mundial de la Paz o el Príncipe de Asturias de la Concordia los aprecias cuando eres joven, presumes de ellos, pero quizás el premio mayor, y no es ninguna falsedad, es cuando alguien te puede dar un beso. Los premios que tienen valor son los premios humanos, los demás yo me atrevería a decir que son chatarra, pero uno los agradece porque no se entregan a una persona sino a todo un grupo que está detrás trabajando por una buena causa.

¿Cómo surgió su vocación sacerdotal?
Cuando somos niños muchos te preguntan qué quieres a ser de mayor y muchos contestan que médico, futbolista… Yo cuando era niño quería ser cura, pero quería ser cura porque en mi pueblo había un cura que se llamaba don Dimas, que además se parecía mucho al que hoy es el Papa Francisco, que era muy bueno y cuando moría algún minero y los niños se quedaban huérfanos solía ir a visitar a la viuda y llevarles comida y dinero. Y yo al ver eso decía: “Pues quiero ser como el cura de mi pueblo”. Y esa fue la razón por la que a los 12 años me fuera al Seminario, para poder imitar a ese cura que daba de comer y que ayudaba a la gente.

¿Ser un personaje mediático le ha venido bien o no le ha compensado a la hora de llevar a cabo sus proyectos?
Siempre viene bien. En verdad que alguna vez te critican, algunos dicen que lo que quiero es televisión y salir en los medios, pero es gente envidiosa y no hay que hacerles mucho caso. Siempre vienen bien tener unos altavoces para poder decirles a los gobernantes, a los políticos, a los ricos y a los pobres que hay que compartir, que la vida, aunque algunos tengan la suerte de vivirla muchos años, es corta y hay que aprovecharla no para ser feliz uno, sino para hacer feliz a los demás.

¿Cree qué la sociedad está comprometida con los más desfavorecidos, o aun nos queda mucho por hacer?
Yo creo que está mucho más comprometida que hace 50 años, que hace 10… La solidaridad no es patrimonio de nadie, ni de los curas, ni de las monjas, es patrimonio de todos, de hombres y mujeres. Y la solidaridad está aflorando en estos últimos años. No hay crisis de voluntarios, de cooperantes, de gente que quiere ser misioneros sin tener que bautizar. Nuestros padres, nuestros antepasados eran buenos, pero nosotros somos mucho más solidarios y nuestros hijos y nietos lo serán mucho más.

¿Qué opina de proyectos como Solidarium? ¿Le ha sorprendido ver tantas asociaciones que ayudan a los más necesitados en Navarra?
Hay una gran riqueza que hoy aflora y prueba de ellos es el evento de Solidarium. El mundo cada vez se va haciendo mejor y cada vez son más los jóvenes y las personas que están dispuestas a ayudar a los demás. Me ha encantado ver a tantos jóvenes involucrados en este proyecto.

¿Comprende las críticas que se hacen contra la Iglesia Católica?
Sí y además deberíamos recibir más críticas. Primero porque estamos hechos de barro igual que los demás, y nos lo recuerda el Papa Francisco cuando dice que en la curia hay hombres y mujeres que no se portan bien. Las críticas, si no son con mala uva, nos vienen bien para mejorar. Claro que merecemos que nos digan que no estamos cumpliendo y que nuestra Iglesia no es la Iglesia de los pobres.

¿Qué opina del Papa Francisco?
Es una bendición de Dios. Es un hombre que tienen los mismos zapatos que tenía hace años, pero que es un hombre que creen en Dios y cree en los hombres. Yo creo que más que un Papa es un párroco, un cura de pueblo que le gusta acariciar a la gente, estar con los más pobres, que el otro día fue a comer a una iglesia y no tuvo reparo en poner las mesas y transformar la iglesia en un comedor. Algunos criticarán eso, pero otros, como yo, pensamos que es una bendición.

¿Le ha supuesto muchas críticas el estilo que tomó la parroquia de San Antón tras su llegada allí como párroco?
Al principio sí. Me llamaron de todo porque pensaban que iba a hacer cosas sacrílegas o vete tú a saber qué. Al principio venían muchos sacerdotes y algunos obispos para ver cómo podía dejar pasar a los perros, por qué ponía wifi, por qué había un cepillo en el que unos podían dejar dinero y otros coger lo que deseaban, o por qué cuando había un partido de futbol ponía la tele a funcionar. No lo entendían, pero con el tiempo lo fueron entendiendo, porque nosotros además de ser una casa de acogida, la casa del pueblo o el hospital de campaña, como dice el Papa Francisco, teníamos un oasis de oración. La gente venía a llorar, a rezar, a sentarse delante del Santísimo, que está expuesto día y noche. De todos los lugares del mundo han venido obispos y sacerdotes a celebrar misa ahí, porque admiran un lugar así, abierto las 24 horas del día. Algunas iglesias parecen museos, otras cobran por entrar y otras parecen oficinas, con sus horarios, abiertas de siete a ocho. Y yo no quiero eso, quiere iglesias abiertas, con puertas abiertas las 24 horas para que en cualquier momento uno pueda estar con Dios.

Nunca le hemos oído hablar de nadie. Se lleva bien con los de izquierdas y con los de derechas ¿Alguien habrá que no le caiga bien?
Hay gente que me cae mal, pero están enfermos. Son los terroristas, los que matan, los que critican, los que vienen y dicen de mí barbaridades. Claro que esos no me caen bien, pero no es verdad eso de que “el hombre es un lobo para el hombre”. Si alguien hace algo malo es que está enfermo. Hay personas que se creen jueces o dueños de los demás, especialmente si tienen un cargo público, pero lo que tenían que ser es lo que dice el Papa: ser servidores. Las personas son buenas, e incluso en estos momentos que tenemos el problema de Cataluña. Hay que dialogar y eso nos lo diría el Papa.

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