Celebración del Jueves Santo en la Catedral de Pamplona

“La humildad de Jesús es medicina para nosotros que tenemos la enfermedad de la soberbia”. Con esta frase de Benedicto XVI comenzaba la homilía de don Francisco Pérez, en la celebración del Jueves Santo, en la Catedral de Santa María la Real de Pamplona. Con estas palabras don Francisco nos recordaba que la soberbia se pone por encima y nos domina, porque es autoritaria. Pero, por el contrario, la humildad pone a todos los hombres al mismo nivel. “Podemos verlo ahora en Ucrania, en Mali… en más de 20 naciones, donde la persona no importa, donde por conseguir un territorio o un objetivo se desprecia al ser humano”. “Cuando uno se pone por encima del otro lo único que hace es restringir la humanidad y el humanismo desaparece, porque un humanismo sin Dios es un humanismo inhumano”.

En esa celebración, a la que acudieron cientos de fieles y en la que se contó con los bellos cantos de la Capilla de Música de la Catedral, dirigida por Aurelio Sagaseta y acompañada al órgano por Julián Ayesa, don Francisco también habló de la institución de la Eucaristía y del Orden Sacerdotal.

El Arzobispo agradeció la labor de todos los sacerdotes y de todos los seminaristas y pidió disculpas porque, “a veces, somos frágiles y necesitamos también convertirnos como cualquiera, pero tenemos una misión que es importante dentro de la sociedad: la de celebrar la Eucaristía”.

Don Francisco pidió al Señor el fin de la guerra. “Que desaparezca el odio, el terror, todo aquello que no construye verdadero humanismo. Y le vamos a pedir al Señor que convierta nuestros corazones para poder vivir en una fraternidad. Que nos sintamos unos y otros hermanos. Pedimos que reine la paz, especialmente en las naciones que están sufriendo tanto horror”.

Y concluyó su homilía deseando que “El Señor sea el único que reine en nuestros corazones”.

En el marco de esta celebración, a la que acudió el Alcalde, Enrique Maya, y parte de la Corporación Municipal a título personal, se realizó el gesto del lavatorio de pies. Don Francisco Pérez limpió los pies de doce personas, representando a los doce apóstoles, como símbolo de humildad y servicio.

Tras la celebración, don Francisco llevó al Santísimo, bajo palio y en procesión, por las naves de la Catedral, mientras se cantaba «Amor de los amores», hasta la capilla del Santísimo, donde tuvo lugar la reserva de la Santa Eucaristía, momento en el que cientos de fieles se postraron de rodillas para adorar al Señor.

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