Palabras de Mons. Florencio Roselló a la Iglesia de Pamplona y Tudela

A LA IGLESIA QUE PEREGRINA EN PAMPLONA Y TUDELA

Queridos hermanos y hermanas de la diócesis de Pamplona y Tudela.

Agradezco al Santo Padre la confianza que ha tenido en este pobre religioso para confiarle el pastoreo de la diócesis de Pamplona y Tudela. En realidad, me siento como el profeta Jeremías cuando dijo al Señor “mira que no sé hablar, soy solo un muchacho” (Jr. 1, 6). Me impone, me impresiona. Todavía perdura en mi corazón la sorpresa por la gran responsabilidad que me ha pedido el Santo Padre, ¡ser pastor de la arquidiócesis de Pamplona y Tudela!

El Papa Francisco cuando fue elegido Papa dijo desde el balcón central de San Pedro “parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo (un obispo para Roma) al fin del mundo, pero ya estamos aquí”. Parece que el Santo Padre ha ido a la celda de una prisión a buscar un obispo para Pamplona y Tudela. Solo con la fuerza de Dios y la luz de su Espíritu he dicho sí. Os ofrezco mi disponibilidad a caminar con todos vosotros.

Nací en Alcorisa, un bonito pueblo de Teruel, en el seno de una familia cristiana, del que soy el segundo de tres hermanos. Agradezco a mis padres, Miguela y Florencio, ya difuntos, el don de la vida y el don de la fe. Me enseñaron, siendo niño, a llamar a Dios Padre, y a María Madre. Soy religioso mercedario, pero siempre he vivido mi carisma y mi ministerio sacerdotal al servicio de la iglesia diocesana de Segorbe-Castellón y de Orihuela-Alicante, y también al servicio de la Iglesia en España a través del Departamento de Pastoral Penitenciaria de la CEE. Siempre sirviendo a los pobres, de ahí mi sorpresa ante esta nueva responsabilidad. Estaba en la cárcel cuando recibí los mensajes y llamadas del Sr. Nuncio Apostólico de Su Santidad en España. Agradezco a la Orden de la Merced todo. Soy lo que soy gracias a mis formadores, a mis superiores y a mis hermanos de comunidad que han forjado mi consagración y mi fidelidad. Hoy un hijo de la Merced se entrega por y para la Iglesia de Navarra dentro de esta gran familia que es la Iglesia.

Reconozco en vosotros, queridos diocesanos de Pamplona y Tudela, a una diócesis viva, dinámica, que tiene una gran experiencia y tradición de ser “una iglesia en salida”. Una iglesia misionera que ha llevado el evangelio hasta los confines del mundo. Una iglesia que tiene en San Francisco Javier un patrono al que imitar y rezar, como ya lo he hecho, pero sobre todo un modelo de iglesia comprometida. Una iglesia que tiene muchos misioneros repartidos por todo el mundo.

Me presento ante vosotros con el corazón abierto para acoger a cada hermano y hermana que camina en la Iglesia de Navarra. Os ofrezco mis manos abiertas para tenderlas y estrecharlas con cada uno de vosotros. “No tengo oro ni plata…” (Hch. 3, 6), no tengo fórmulas mágicas, no tengo respuestas para todo, pero sí os ofrezco mi fe, mi experiencia religiosa, mi oración, mi trabajo, mi dedicación y mi disponibilidad a caminar con todos vosotros.

Agradezco a D. Francisco todo el bien que ha hecho a nuestra Iglesia que camina en Navarra como padre y pastor de esta diócesis. He hablado con él en varias ocasiones antes de este momento. y me ha presentado una iglesia de Pamplona y Tudela viva y comprometida con el evangelio. ¡Muchas gracias D. Francisco!, sus palabras están siendo luz y guía en mi nuevo caminar.

Os pido vuestra oración. Me siento pequeño. Solo la ayuda de Dios hará que mi entrega sea fructífera en cada uno de vosotros. Pido también vuestra ayuda y comprensión para que me ayudéis a ser el Obispo que necesita la Iglesia de Pamplona y Tudela. No tengo experiencia de Obispo, y por eso más que nunca os necesito a mi lado para que me acompañéis en mi nuevo y estrenado ministerio. Mi deseo es hacer la voluntad de Dios en nuestra diócesis. De lo que he visto y hablado hasta ahora veo una Iglesia en marcha, dinámica, con unas pautas pastorales para el nuevo curso, que nos ayudarán a vivir nuestra fe y nuestra comunión con verdadero espíritu evangélico.

Saludo a los sacerdotes, quiero conoceros, saber de vosotros y confío en vuestra ayuda. Desde este momento os considero ya mis hermanos. Creo en la comunión y en una iglesia sinodal. Tengo muy buenas referencias del presbiterio de Pamplona y Tudela. Saludo a la vida consagrada, soy religioso mercedario y valoro la gran riqueza carismática que religiosos y religiosas aportan a las diócesis, cuento con vosotros/as. He visto presencia numerosa de consagrados y consagradas en Navarra. Saludo también a los laicos que con generosa responsabilidad hacen presente a la Iglesia en todos los rincones de la diócesis, sin vosotros nuestra Iglesia no sería lo que es, ¡muchas gracias por vuestra fe y vuestro testimonio!

Saludo también a las autoridades locales y autonómicas. Me ofrezco a dialogar y colaborar para construir entre todos una sociedad más justa y solidaria en Navarra. Deseo superar diferencias y acortar distancias. Hago mías las palabras del Papa Francisco en Lisboa, en la JMJ, “en la Iglesia caben todos, todos, todos”.

Este quiere ser mi espíritu de pastor, brazos abiertos para aceptar a todos. La Iglesia está llamada a ser acogedora con todos, especialmente con los más pobres y vulnerables de nuestra sociedad: inmigrantes, presos, enfermos, ancianos, sin hogar, son parte de nuestra iglesia. Así lo he vivido hasta ahora y así quiero vivirlo, que ellos se sientan parte de nuestra Iglesia, que la diócesis también sea su casa. Los pobres me evangelizan, y los presos han configurado el sacerdote que soy. Los llevo en mi corazón. Sigo celebrando cada sábado y cada domingo la eucaristía en la prisión de Castellón. Me siento privilegiado de celebrar el misterio de la eucaristía con los pobres, con los últimos.

Desde ya me he encomendado a San Saturnino, gran evangelizador de nuestra tierra y a San Fermín, de reconocimiento universal, modelo de obispo y modelo de escucha y aceptación de la voluntad de Dios en su vida, ellos son desde ahora mismo, ejemplo de pastores y de evangelizadores. Pertenezco a una Orden religiosa profundamente mariana, confío mucho en Nuestra Madre, por eso hoy me pongo bajo la protección de Santa María la Real para que ella sea mi madre en Navarra y acompañe a este hijo, pequeño todavía, al que han encomendado pastorear a la Iglesia de Pamplona y Tudela.

Querida iglesia de Pamplona y Tudela, mi corazón está latiendo por vosotros, mi mirada se ha fijado en Navarra, mi pensamiento está centrado en esa iglesia que pronto será también mi casa y vosotros, sacerdotes, religiosos/as, laicos, autoridades, y los pobres, mis HERMANOS.

Recibid mi sincero y abrazo fraterno.

Florencio Roselló Avellanas, mercedario

9 de noviembre de 2023,

La dedicación de la Basílica de Letrán

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