La celebración litúrgica del Sacramento de la Confirmación es, al mismo tiempo, sencilla, solemne, festiva y profunda. Se produce un clima de oración. Los candidatos participan activamente y con seriedad expresando su disposición sincera. Los padres, padrinos, catequistas, amigos y la comunidad parroquial los acompañan renovando cada uno sus compromisos bautismales. Es una celebración que estimula a los chicos de niveles inferiores a querer confirmarse.

Las modificaciones que ha tenido a lo largo de los siglos no han afectado a la esencia de la comunicación del Espíritu Santo. Han sido hechas para expresar mejor lo que se celebra. El rito esencial contiene estos elementos indispensables: la imposición de la mano, la unción con el crisma haciendo con él la señal de la cruz en la frente, mientras el ministro pronuncia las palabras rituales: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo” (Pablo VI, Const. ap. Divinae consortium naturae). La acción litúrgica debe realizarse con la devoción adecuada, de modo que se perciba la asistencia del Espíritu Santo y la presencia de Cristo que se hace real “sobre todo en la acción litúrgica” (SC 7).

Las celebraciones litúrgicas siempre tratan de provocar un encuentro de la asamblea y de cada fiel con Cristo. Ante todo hace referencia a un pasado, que es el misterio Pascual de Cristo, que se actualiza en el presente dando la gracia y sus frutos y anuncia el futuro escatológico. Los ritos del Sacramento de la Confirmación son muy ricos en hacer presentes estas referencias.

[pullquote3 align=»left» textColor=»#888888″]»La imposición de las manos que hace el obispo, ministro originario de la confirmación, sobre los confirmandos es la forma tradicional de la Iglesia de infundir el Espíritu Santo. El santo crisma es el aceite perfumado consagrado por el obispo en la Semana Santa».[/pullquote3] Las moniciones que propone el ritual son muy necesarias, concretas y acertadas. Ayudan a poner el buen nivel de participación y comprensión de lo que se realiza en la comunidad. Las promesas bautismales, profesando la fe y renunciando al mal, preceden a la celebración de la unción del santo Crisma. Es una ratificación de lo que fue el bautismo, volviendo a afirmar sus compromisos, que eso es lo que significa confirmar.

La imposición de las manos que hace el obispo, ministro originario de la confirmación, sobre los confirmandos es la forma tradicional de la Iglesia de infundir el Espíritu Santo. El santo crisma es el aceite perfumado consagrado por el obispo en la Semana Santa. El significado del aceite es claro y sencillo. Es una marca indeleble. En teología se dice que imprimen “carácter” los sacramentos  del bautismo, de la confirmación y de la la consagración sacerdotal en los que se usa el santo crisma. Por eso se reciben una sola vez en la vida. “carácter” es una palabra latina que aquí no significa el genio o forma de ser de una persona, sino que es una señal que consagra, unge y transforma la vida que pertenece ya a Cristo.

En el Antiguo Testamento se consagraba con aceite a los reyes, profetas y sacerdotes. David, el joven pastor de Belén, fue ungido por el profeta Samuel como rey de Israel. Desde el momento en el que el profeta derramó sobre él el cuerno lleno de aceite se sintió poseído por el Espíritu. A partir de entonces todos los acontecimientos lo llevaron providencialmente a ser rey.

El confirmado se siente también ungido como miembro de la vida en Cristo. Con sus acciones y palabras tiene que transparentar al Señor de modo que deje tras de sí el suave olor de Cristo. Esta expresión pertenece a san Pablo que dice cómo por medio de  los cristianos manifiesta Cristo, en todo lugar, el aroma del conocimiento, porque somos para Dios perfecto olor de Cristo: “Vosotros sois el suave olor de Cristo” (2 Cor 2,15). El saludo de paz que da el obispo, completando el Sacramento de la Confirmación, manifiesta que el confirmado entra en el regazo materno de la Iglesia, unido a los demás cristianos, ayudado y defendido por ellos.

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