El día 9 de noviembre de este mes tuvimos la gran alegría de poder comprobar la grandeza de los que han optado por Jesucristo y su Vida. Me refiero a la nueva Beata María Emilia Riquelme y Zayas fundadora de la “Misioneras del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada”. Nació en Granada el año 1847. Hija de Joaquín Riquelme y Gómez y María Emilia Zayas de la Vega. Sufrió la muerte de su madre cuando apenas tenía siete años. También la hizo sufrir la muerte de su hermano a los 17 años y esto supondrá una prueba a María Emilia. Como es muy común en la vida de los santos, ante la dificultad, se ofreció a la Virgen María. Esto marcó su vida religiosa y eligió a Dios como lo mejor para su vida.

El punto central que le atraía en su alma era la amistad con Jesucristo Eucaristía. Descubre que se debe consagrar a Dios totalmente. Su padre no estaba de acuerdo. Por consejos del confesor pospone tal decisión. Sabe esperar, atiende a su padre en casa con todo cariño y cuando muere su padre, el año 1885, inicia un tiempo largo de dedicación a los pobres y necesitados. Busca congregaciones de vida religiosa pero no encuentra su lugar en ellas y observa que ese no era su camino. Pero al calor de la Eucaristía y en el regazo de la Virgen María, encuentra una nueva llamada del Espíritu Santo que le lleva a fundar a las Misioneras del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada. Después de varias fundaciones para pobres y Colegios, para favorecer la educación en los niños, acude a Roma y obtiene el “Decretum Laudis y la Aprobación Pontificia”. Murió a los 93 años el día 10 de diciembre de 1940. Su cuerpo incorrupto se encuentra en la Casa Madre de la congregación en Granada.

Es digno de elogio comprobar que tiene razón la Palabra de Dios cuando nos dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1Cor 3, 16). Beata María tomó en serio tal propuesta y siempre en las dificultades y sufrimientos por los que pasó sabía que Dios le estaba muy cercano. Su pasión era la adoración a la Eucaristía, el amor a María y la atención a los pobres y a aquellos que necesitaban educación. Durante la beatificación, en la homilía, el Cardenal Becciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, dijo: “Su extraordinario amor por Dios lo manifestó sobre todo en la Eucaristía; donde quiera que fuera, buscaba en primer lugar las iglesias donde tenía lugar la adoración eucarística. De la nueva Beata llama la atención sobre todo la pasión eucarística, vivida personalmente con constancia y transmitida a sus hermanas. Su vida se presenta como un camino gradual de profundización y de maduración, guiado por la perspectiva eucarística como fuente de una caridad con una clara proyección eclesial y misionera”.

Hemos de reconocer que la sociedad está pasando por momentos difíciles y confusos. Sólo los santos la harán más humana y sólo los santos promoverán la paz en las almas, en las familias, en todos los círculos y realidades humanas. Concluía el Cardenal Becciu: “Con la beatificación de Beata María Emilia, la Iglesia propone hoy a la imitación de los creyentes el ejemplo de una mujer evangélica que recuerda los valores esenciales del ser cristianos y consagrados: el amor tenaz y exclusivo por Jesucristo y por su Evangelio, la opción preferencial por los más pobres de la tierra, la oración como fecunda raíz oculta de nuestro trabajo, el optimismo de la esperanza, el sentido de la justicia, la alegría y la confianza que siempre deberían acompañar nuestro testimonio cristiano”. No cabe duda que todos nos alegramos al saber que se le habían reconocido sus virtudes, su santidad de vida y ahora la proclamación de Beata. Damos la enhorabuena a las Misioneras y nos alegramos por su entrega generosa en la Diócesis de Pamplona-Tudela. Muchos niños y jóvenes han pasado por el Colegio que regentan en Pamplona sito junto a la Parroquia de San Juan Bosco. Bien podemos decir: “Beata María Emilia, ¡ruega por nosotros!”.

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