Los católicos ante las próximas elecciones

Este fue el tema abordado por Ricardo Guelbenzu en un coloquio organizado por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) en la parroquia de San Nicolás de Pamplona, el pasado 22 de abril.

El ponente describió el marco en el que se mueven los cristianos: “el oscurecimiento progresivo de Dios en la vida social y política, que nos ha conducido al relativismo en la Europa de hoy”, que calificó como “el problema moral más importante, pues es el causante de que amplios sectores sociales desatinen en sus juicios”.

Frente a este “laicismo relativista y excluyente”, desarrolló lo que el Cardenal Ricardo Blázquez acaba de definir como “los valores innegociables” para la Iglesia en el campo político: “el derecho a la vida desde la concepción hasta su fin natural, el verdadero matrimonio y la armonía y estabilidad familiar, el derecho de los padres a la educación de sus hijos conforme a sus convicciones; todo ello en consonancia con los valores del Evangelio, donde prima ante todo la opción preferencial por el amor y la misericordia de Dios para con los más débiles y pobres de la sociedad”.

El ponente los concretó así: “Una política no debe servir intereses particulares o partidistas, con daño del interés general. Los casos de corrupción ponen de relieve la pasividad política y la debilidad moral de muchos ciudadanos, que no se escandalizan si los corruptos son los que les favorecen a él o a los suyos”. Consideró que en España, “ciertas libertades en situaciones puntuales son objeto de restricciones: la libertad de conciencia, la libertad religiosa, la ideológica y la de educación, ciertas izquierdas las intentan restringir al imponer una ética pública particular que quieren hacerla pasar por común”. Expuso como ejemplo de ello “las restricciones a autorizar un nuevo Colegio en el Seminario de Pamplona; o las amenazas con quitar los conciertos educativos a colegios de niños o niñas separados”.

Defendió que “una política al servicio del bien común ha de asegurar el derecho a la vida. Necesitamos una política de protección de la maternidad, ayudas que permitan a toda mujer, acoger y educar a sus hijos. Proteger a la familia, que une a un hombre y a una mujer”.

Dijo que “toda actividad económica tiene una dimensión moral, por lo que necesitamos que el mercado no desatienda las exigencias éticas que lo ordenen al bien común, teniendo en cuenta la caridad, la solidaridad y la subsidiariedad. Las políticas meramente financistas, están en el origen y gravedad de la actual crisis económica, donde las salidas están orientadas a marginar a los más débiles”.

Sobre la presencia de católicos en la política consideró “que será eficaz si dan buen ejemplo. Si son capaces de ofrecer una verdadera alternativa moral a la corrupción”.

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