Novena al Santo Cristo del Socorro

Un año más la parroquia San Miguel de Larraga ha celebrado su tradicional novena al Santo Cristo del Socorro. Una tradición viva muy arraigada en numerosas villas y lugares. La “Cruz de Mayo” salpica esta tierra bajo numerosas advocaciones: El Cristo de Aibar, de las Aguas de Allo, ermita de la Santa Cruz de Tudela, Andosilla, Miranda de Arga, y un largo etcétera. El Misterio de La Cruz resucitada de Cristo ha fecundado esta tierra Navarra. Fiesta de arraigada devoción popular que hunde sus raíces en el antiguo calendario litúrgico, en la fiesta de la Invención de la Santa Cruz.

La novena del Santo Cristo es un momento muy especial en la agenda parroquial. Es verdad que los cristianos de este tiempo no estamos llamados a ser “guardianes de un museo”, -tal y como insiste el Papa Francisco en numerosas ocasiones-, un parque temático costumbrista que aguanta el “embate” de los nuevos tiempos a base de nostalgia, sentimentalismo y voluntarismo. No. No es eso. «Ni nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y se derrama el vino, y los odres se pierden; mas el vino nuevo, en odres nuevos”. La tradición católica es una corriente de vida y gracia que fecunda y trasforma de múltiples maneras el Cuerpo de Cristo que es su Iglesia. “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura” (Mt10). En muchas ocasiones de nuestra vida las costuras ya no se pueden estirarse más porque se rompe el tejido; porque te rompes tú. Y eso no lo quiere Dios. Es el momento de acudir al Señor y dejar que Dios sea Dios en nuestras vidas.

En la novena del Santo Cristo se ha proclamado la fuerza vital de la Cruz de Cristo y del cristiano. Así, un cristiano sin la potencia alegre de la cruz es como un cuerpo sin “columna vertebral”; una masa fofa e inerte de tejidos sin vida. Un cristiano sin la energía vivificante de la Cruz es como un velero sin mástil central; un barco a la deriva de las olas y corrientes. Así se ha anunciado, especialmente a los más jóvenes, -Larraga es una villa de enorme juventud y vitalidad- la absoluta necesidad de incorporar la cruz gloriosa a nuestras vidas.
En estos tiempos de soledad y estrés andamos todos muy “cansados y agobiados”, y la Cruz Gloriosa viene a darnos fuerza, consuelo y descanso: “Venid a mí y encontraréis vuestro descanso”. Esto no es un cuentecito. ES VERDAD. Hoy por hoy, muchos padres y educadores no tienen esta energía y se vuelven “blanditos” incapaces de educar, de trasmitir vida y virtudes. Contamos los cristianos con un caudal de “Agua Viva”, de “Fuego Devorador”, de “Vida en el Espíritu” que apenas si utilizamos. El resultado es devastador: cansancios, quemados, estrés, abatimiento, enfermedades. Y esto no es de Dios. La Cruz resucitada de Cristo, en el Espíritu Santo, nos aporta el vigor que necesitamos para renovarnos por dentro, y reformar por fuera todo aquello que necesita ser cambiado.

Diego Jiménez, párroco de Larraga

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