“Necesitamos acompañar a los jóvenes para que encuentren la alegría del amor”

Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Este Sínodo es el tercero que convoca el Papa Francisco, siendo los dos anteriores referentes a la familia: Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización, celebrado en 2014, y Jesucristo revela el misterio y la vocación de la familia, que tuvo lugar en 2015.

Uno de los Obispos participantes en este Sínodo es Mons. Carlos Escribano Subías, Obispo de la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño. Con motivo de la última reunión de la Provincia Eclesiástica -que incluye a las Diócesis de San Sebastián, Jaca, Calahorra y La Calzada-Logroño y Pamplona y Tudela- celebrada en Pamplona el pasado mes de septiembre, tuvimos la oportunidad de conversar con él.

¿Qué es un Padre Sinodal?
El Sínodo de los Obispos es una institución creada por Pablo VI el 15 de septiembre de 1965, con el fin de dar respuesta a los deseos de los Padres del Concilio Vaticano II de mantener vivo el espíritu de colegialidad nacido de la experiencia conciliar. Se quería continuar, en definitiva, teniendo una comunicación a la hora de desarrollar el cuerpo teológico del Concilio. Ello permitió que a lo largo de los años se fuera gestando la doctrina conciliar y se trataran temas que tenían un especial interés para la Iglesia en su tarea evangelizadora.
El Sínodo de los Obispos es una asamblea de Obispos -a los que llamamos Padres Sinodales- escogidos de distintos puntos del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Pontífice y los Obispos, y ayudar al Papa con sus consejos para la integridad y mejora de la fe así como estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo.
En esta ocasión, los Obispos que vamos a asistir hemos sido elegidos por la Conferencia Episcopal Española. Participan el Arzobispo de Valladolid, el Cardenal Blázquez, el Arzobispo de Barcelona, el Cardenal Omella, y yo como responsable del Departamento de Juventud de la CEE. Además de los Padres Sinodales, también acuden peritos, religiosos, religiosas, y otras personas que entran al aula sinodal y pueden ser expertos especialmente en el tema que se va a tratar.
Este Sínodo ha tenido una peculiaridad. Por primera vez, el Santo Padre propuso una nueva figura: el Encuentro pre-sinodal. En el mes de marzo acudió un número muy significativo de jóvenes de distintos países del mundo, quienes trabajaron aspectos que se van a tratar en el aula sinodal; ofrecieron un documento al Santo Padre y también al Sínodo que ha servido para elaborar el Instrumentum Laboris con el que nosotros vamos a desarrollar nuestra tarea.

Este “Instrumentum Laboris” al que hace alusión no es un compendio teológico sino una orientación que pueda ayudar a los Padres Sinodales a profundizar en la realidad de los jóvenes de hoy, una expresión de dónde estamos ahora y hacia dónde debemos de ir…
Realmente es un documento que se va elaborando con múltiples aportaciones. Estas reflexiones surgieron de la reunión de más de 300 jóvenes representantes de todo el mundo, que fueron convocados en Roma del 19 al 25 de marzo de 2018 en la Reunión Pre-Sinodal de Jóvenes.
En el año 2017 hubo un Congreso en Roma en el que ya se trató el tema del Sínodo. Posteriormente se enviaron unos cuestionarios a las Diócesis de todo el mundo que se repartieron por las delegaciones, parroquias, congregaciones religiosas… Con estas respuestas, el Departamento de Juventud de la CEE realizó un resumen que presentó a la secretaría del Sínodo. También hubo oportunidad de hacer una contestación on-line en la página web del Sínodo. Se celebró el Pre-Sínodo y los jóvenes entregaron el documento. Partiendo de toda esa información, la Secretaría del Sínodo la ordenó y, de acuerdo con una estructura, propuso un instrumento de trabajo.

¿Qué propuesta lleva al Sínodo?
En primer lugar, ponerme a la escucha de acuerdo con las directrices del Instrumentum Laboris. Éste propone llevar adelante una tarea de discernimiento. Escuchar e intentar contemplar a los jóvenes, ver cómo se comportan en la realidad plural en la que viven. Debemos explorar con apertura y fe dónde se encuentra el joven hoy, dónde se ve en relación con otros y cómo nosotros, como Iglesia, podemos acompañarlos de la mejor forma hacia una comprensión más profunda de ellos mismos y de su lugar en el mundo.
Intentamos iluminar esta realidad con una serie de elementos muy importantes. El Instrumentum Laboris habla de la propuesta bíblica y antropológica centrada en un momento en que se ha producido una mutación en la realidad en la que vivimos. Una dinámica en donde hay que valorar en qué consiste la vocación como tal, teniendo en cuenta que lo que se pretende es que los jóvenes puedan descubrir cuál es realmente su vocación. En definitiva, animar a un discernimiento, es decir, observar la realidad, tener criterios para actuar sobre ella y elegir. Para todo ello hay que realizar una tarea de acompañamiento. La última parte del documento nos plantea por dónde podemos enfocar esas elecciones ante la realidad que viven, por dónde debemos caminar para que nuestra Pastoral entre en un dinamismo de conversión pastoral para poder iluminar el contexto que tenemos delante.

El joven de hoy se encuentra con una gran cantidad de desafíos internos y externos, muchos de ellos específicos de su ambiente, mientras otros son compartidos en todo el mundo. A la luz de esto, es necesario que la Iglesia reflexione sobre su concepción de los jóvenes y el modo de interactuar con ellos, para ser una guía efectiva, relevante y portadora de vida…
Teniendo como fondo la Jornada Mundial de la Juventud, que tuvo lugar en el año 2011 en Madrid, y el posterior Congreso que se celebró al año siguiente en Valencia, desde el Departamento de Juventud de la CEE se marcaron las líneas directrices de lo que tendría que ser la Pastoral Juvenil en España. Hay elementos que coinciden plenamente con la temática del Sínodo.
Se marcaron tres prioridades a desarrollar en trienios: cómo aproximarnos a los jóvenes desde la experiencia del Primer Anuncio, previo a lo que puede ser la Iniciación Cristiana, o combinada con ella. Ante una realidad de jóvenes que no creen, cómo podemos tener la impronta de anunciar a Jesucristo.
El segundo tema, que es parte del Sínodo, se centra en el acompañamiento, grupal y personal.
Y el tercer elemento que se marca la CEE, son los itinerarios de fe. Cuando ya surge el chispazo de la fe, cuando se hace el acompañamiento grupal, qué elementos puedo ofrecer para articular lo que tiene que ser un crecimiento sistemático en la fe.
Esa es la reflexión que hace la Conferencia Episcopal Española que, desde mi punto de vista, está muy bien planteada y en la que trabajamos desde hace ya tiempo. Hace un año y medio tuvimos un encuentro en Granada, a donde acudieron más de 600 personas, entre delegados y personal que trabajan en las Delegaciones de Pastoral Juvenil de las distintas Diócesis españolas. Allí tratamos expresamente sobre cómo estamos acompañando a nuestros jóvenes. Fruto de esta reunión, empezaron a surgir en distintas Diócesis de España, Escuelas de acompañantes. Porque puede surgir un problema: intentemos acompañar a los jóvenes pero luego no tenemos con quién acompañarles. Si queremos cambiar la dimensión de nuestra acción pastoral, es decir, la conversión pastoral, tenemos que establecer algunos elementos que pueden iluminar, debemos preparar a personas que puedan abordar este tipo de circunstancias.

Quizá en esta sociedad en donde prima el consumismo, el hedonismo, el disfrute de la inmediatez, nuestros jóvenes necesitan encontrar a alguien que les escuche: sus problemas, sus inquietudes, sus dudas, sus deseos…
La escucha es necesaria. El Sínodo lo propone como una prioridad y es una de las insistencias del Papa Francisco. Pero también pueden surgir obstáculos. En ocasiones hay problemas de interlocución. Nosotros queremos escuchar a los jóvenes, pero ellos no tienen ningún deseo de contarnos nada. Es una dificultad para nosotros pero también es un objetivo pastoral.
Recordemos la propuesta que hace “Evangelii Gaudium”. Define un triple escenario: por una parte, los presentes; tenemos jóvenes entusiasmados en nuestras comunidades y parroquias; en segundo lugar, están los alejados, personas que pueden tener un barniz sociológico, que no comulgan plenamente con nuestra experiencia eclesial, que en ocasiones puntuales pueden acercarse a la Iglesia, incluso para recibir algún sacramento. Y por último, los ausentes, que están en otra sintonía. ¿Por qué los tres escenarios? Porque nos deben de ayudar a definir estrategias diferenciadas, con lo cual esto supone mucho trabajo. Habitualmente, intentamos atender a los primeros, que ya conlleva un esfuerzo porque debemos de ser muy creativos. Caminamos con nuestros jóvenes, podemos hacer un acompañamiento espiritual más personalizado, pero también hay que comprometerse a realizar un acompañamiento con los jóvenes que viven en el tercer escenario, y que pueden encontrarse en una situación de precariedad laboral, o en una situación de drogadicción o de múltiples elementos que les han alejado ya no sólo de la Iglesia, sino en ocasiones, de la propia sociedad al vivir en una situación de marginación. También hay que ir a por ellos. Y creo que este es el reto que tenemos por delante.

Finalmente, ante esta realidad juvenil ¿cuáles son los fines del Sínodo?
El Sínodo dice que son dos. El primero, un gran desafío: acompañar a los jóvenes, a TODOS sin excepción, para que encuentren la alegría del amor. Es un cambio de paradigma pastoral. Hay que hacer un acompañamiento más personal porque si no, no hay manera de subjetivar la fe en una realidad tan descreída como en la que vivimos. Ayudar a encontrar la alegría del amor. Tenemos un propuesto que está en el corazón de Dios. La experiencia de una vida profundamente alegre que es la llamada a la felicidad desde la realidad de ser amados para que ellos sean capaces de darse plenamente en un don de sí.
Y el segundo objetivo viene a colación del mensaje que los Padres Conciliares realizaron a la juventud. Ellos hablaban de que los jóvenes tienen que rejuvenecer a la Iglesia, ser el rostro joven de la Iglesia. Esto también marca líneas de trabajo; hay que dar a los jóvenes un protagonismo en la tarea evangelizadora. Por muchos motivos: el joven conoce al joven, conoce su lenguaje, su realidad, sus carencias, sus sueños… Hay que acompañarle para que pueda caminar con otros jóvenes, para que dentro de su mundo se convierta en fermento y ofrezca propuestas que toquen el corazón de las personas que estén en su entorno.
No nos desanimemos… Muchas veces creemos que la Pastoral con Jóvenes es imposible, no terminamos de entenderles, nos cuesta situarnos ante ellos… Esto puede ser una apertura a un futuro con esperanza… Merece la pena. Vamos a pedir al Espíritu Santo que nos ilumine para encontrar esos caminos, para seguir anunciando el Evangelio, para decirles que son parte de la Iglesia, que los necesitamos para evangelizar y que no sólo son el futuro, sino que son también el presente. Hay que confiar en ellos, y, a veces, hay que arriesgar. Se equivocarán pero estaremos a su lado para que puedan encontrar caminos. Desde aquí, el Sínodo se puede convertir en un signo de esperanza y, sobre todo, de apertura de horizontes para ver cómo conseguimos anunciar el Evangelio entre los jóvenes y con los jóvenes.

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