Queridos consagrados y consagradas, queridos hermanos y hermanas de la Iglesia que peregrina en Navarra: ¡Qué casualidad! ¡Qué, como religioso y obispo, mi primera carta a la Diócesis sea el día de la Vida Consagrada! Un día que está iluminado con las palabras de María al ángel en la Anunciación: “Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad” (Lc. 1,38). Confianza ciega de María en el Padre.

No solo casualidad por ser religioso y ahora obispo, sino porque estas palabras fueron las que dije al Señor cuando la Iglesia me pidió servir a la Arquidiócesis de Pamplona y Tudela. Como María, estaba sorprendido, desubicado, no entendía por qué a mí. Expresaba dudas en voz alta como María al ángel, dudas en sueños como José, inclusive recelos como Zacarías a la voluntad de Dios. Pero al final, como Jesús en su oración ante el Padre, respondí: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 42). Quiero compartir con todos vosotros que siempre que he dicho sí, mi vida se ha ido iluminando y clarificando. El Espíritu del Señor me ha ido sosteniendo y fortaleciendo. El don de la vocación se renueva cada vez que digo “aquí estoy Señor”, porque pongo mi vida y mi futuro en manos de Dios.

Toda mi vida en el convento, en la cárcel, al servicio de los pobres, y al Papa me pide algo más, una tarea que nunca imaginé. Después de varios días de reflexión y oración le dije al Señor, a través del Nuncio apostólico de Su Santidad, “aquí estoy, hágase tu voluntad”. Desde esa respuesta, desde ese momento en que dije SÍ a Dios, me he sentido tranquilo, sereno y acompañado. Y vengo a esta Iglesia que peregrina en Navarra a servir, convencido de que estoy respondiendo a lo que el Señor me pide. Vengo para cumplir la voluntad del Padre en mi vida y en la Iglesia de Pamplona y Tudela.

A veces cuesta aceptar la voluntad de Dios en nuestras vidas; no es fácil y menos cuando no coincide con nuestra voluntad o con nuestros deseos. A veces, ocurre que no vemos claro y nos rebelamos, cuestionamos la obediencia, cuestionamos la comunidad. Aceptar la voluntad de Dios en nuestra vida conlleva renuncias, dejar de lado nuestros egos, para que la presencia del Señor reine en nuestro corazón, en nuestra congregación o en nuestra comunidad parroquial y diocesana.

Permitidme unas palabras a los consagrados y consagradas: estamos llamados a ser significativos en una sociedad en la que el hecho religioso va perdiendo protagonismo. Y a este mundo se acerca la Vida Religiosa para ser iglesia samaritana, iglesia comprometida. Nuestros carismas son una riqueza y una medicina sanadora para esta sociedad herida y necesitada del amor de Dios, y ahí entra la vida religiosa. La Iglesia necesita de la profecía de la Vida Consagrada.

El Papa Francisco nos decía este verano en Lisboa, en la JMJ, rezando las vísperas con los religiosos/as, que “estamos llamados a echar las redes”, a superar el cansancio, la rutina, el inmovilismo, porque hay mucha gente que espera que le dejemos sitio en nuestra barca. especialmente nos están esperando los pobres, los descartados y, en eso, la vida consagrada es experta, sabe de las heridas de los pobres, de sanar y curar. No guardemos las redes en nuestro convento, no tengamos miedo a navegar en este mar que nos presenta nuestra sociedad. Muchos de estos mares solo los puede surcar la Vida Consagrada, a través de la riqueza de sus carismas. Estos son compromiso actualizado, son entrega generosa. Mientras exista un pobre, un necesitado, la Vida Consagrada no se puede quedar inmóvil y deberá seguir echando las redes en el mar de la pobreza, de la marginación y desesperación.

He visto que en nuestra arquidiócesis hay una gran riqueza de vida religiosa. Es un regalo para nuestra Iglesia. Vuestras obras, vuestra oración y contemplación santifican a la Iglesia que peregrina en Navarra. Deseo encontrarme pronto con todos vosotros, primero será en la celebración del día de la Vida Consagrada, donde ya os invito a participar y asistir a esa celebración. Será el sábado 3 de febrero, en la Catedral de Pamplona. Allí os invito y allí os espero. Pero también deseo visitar vuestras comunidades, conoceros y compartir como un hermano más vuestra vida, vuestras obras y vuestra espiritualidad. Seré Obispo, pero también sigo siendo religioso mercenario.

Fiémonos de Dios, pongamos nuestra vida en sus manos como María y repitamos una vez más: “Aquí estoy Señor, hágase tu voluntad”.

Con mi afecto y bendición:

+ Florencio

Arzobispo de Pamplona y Obispos de Tudela.

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