BENDECIRE AL SEÑOR“Yo espero en el Señor con toda mi alma, confío en su Palabra” (Sal 130, 5).

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No son momentos fáciles por los que está pasando la sociedad ante tantos problemas que pueden dañar lo más íntimo de la persona como es mirar con desconfianza a los que nos rodean o dudar si la vida sigue teniendo sentido. ¿Qué esperamos? ¿En quién esperamos? Son preguntas existenciales que todos nos hacemos. La vida es lo más maravilloso que hemos recibido y de la que podemos gozar para bien de nosotros y de los otros, puesto que ella está marcada y sellada por el amor de Dios. Nos cuesta elevar la mirada pero al final nos mueve también la seguridad del salmista: “Yo espero en el Señor con toda mi alma, confío en su Palabra”.

La esperanza tiene como base la certeza de saber en quién se espera o en qué esperamos. De un modo especial esperamos en alguien que tiene en sus manos nuestra vida, nuestras ilusiones o fracasos, nuestros proyectos o nuestros programas. Al final nos sentimos sin fuerzas o muy limitados. ¿A quién puedo acudir? Sólo espero en el Señor con toda mi alma. No conozco a nadie, siendo sincero, que pueda decir que se basta por sí mismo y no necesita de nadie. Cuando las fuerzas flaquean ¿quién puede consolarme o fortalecerme?: El Señor, al que acudo con toda mi alma, me consuela y fortalece

La esperanza es también confianza. Si espero algo es porque tengo confianza. Y confiar es fiarse, vivir con más seguridad. La confianza es tener fe y creer que Dios es el amigo que nunca nos falla. Está cercano y nos socorre aunque permita que pasemos por veredas oscuras. Sabemos que él nos sostiene y nos vigila como el padre o la madre al hijo.

Tema de meditación y reflexión:

Durante este mes podemos hacer un elenco de situaciones, proyectos o ilusiones en los que pongo todo empeño. Es momento de apuntar en qué o en quién apoyo mi esperanza. Leyendo la Sagrada Escritura nos puede servir para profundizar ya no sólo en lo que espero sino en quién confío. Meditemos a la luz de la Palabra de Dios.

 

Compromiso PARA EL MES:

Si Dios es la seguridad de nuestra esperanza y confiamos con todas las fuerzas en su Palabra, vivamos a fondo este encuentro en la oración y salgamos para acercarnos a las personas que se encuentren sin esperanza: solos, enfermos, desconsolados, desesperados… Que ningún día pasemos de largo o nos recluyamos en nuestro campamento de comodidad. Recemos: “Señor acudo a ti porque eres mi esperanza y confío en ti porque nunca me dejarás. Haz que todo el género humano encuentre la fortaleza en tu Amor”.

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