Comienza ya la campaña de Manos Unidas de este año 2003. El lema de la nueva campaña dice: El desarrollo, camino para la paz. Es preciso hacer un esfuerzo para entender cristianamente esta consigna.

Paz y desarrollo son realidades que todos deseamos. Pero no todos las entendemos de la misma manera. Cuando hablamos de paz no sólo la entendemos como una paz externa, social o política, como la simple ausencia de agresiones y de conflictos en una sociedad.

La paz, tal como la entendemos los cristianos, como la anuncia y la favorece la Iglesia, es la paz plenamente humana que comienza en los sentimientos del corazón de cada uno. La paz es sosiego interior, tranquilidad dentro de uno mismo, buena relación con Dios, con uno mismo, con las personas cercanas y con la sociedad en general. Una paz así entendida, es una realidad tan amplia y tan profunda que se nos escapa si no contamos con la ayuda de Dios, si no nos situamos en la realidad verdadera tal como Jesucristo nos la ha manifestado y con los sentimientos que El mismo nos recomienda y nos da gratuitamente cuando nos acercamos a El con humildad y confianza.

El desarrollo, cristianamente entendido, no es sólo desarrollo económico, bienestar material. Para que una sociedad crezca de verdad, hace falta que sus miembros crezcan en conocimientos, en libertad y sobre todo en calidad moral, honestidad, responsabilidad, sentimientos de justicia y de solidaridad. A partir de ahí viene el desarrollo como una consecuencia natural del desarrollo espiritual de las personas. Para que haya desarrollo de verdad tiene que haber personas bien logradas.

Ahora bien, desde el punto de vista cristiano, la mejor promoción y dinamización del ser personal aparece cuando una persona se descubre a sí misma en la presencia de Dios, como ser libre, dueño y responsable del mundo, protagonista de su propia vida y partícipe de la vida de la comunidad, en la tierra, en la ciudad, en la cultura y en la historia.

Los misioneros, anunciando el evangelio de Jesús, ayudando a la gente a conocer al Dios verdadero, a vivir en su presencia con amor y obediencia, a vivir en la verdad de la justicia y del amor, siguiendo las enseñanzas y los ejemplos de Jesucristo, sirven con gran eficacia al desarrollo cultural y material de los pueblos. Aquí se cumple perfectamente la palabra de Jesús: Buscad el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura. Nosotros somos tan ciegos que muchas veces nos empeñamos en conseguir las añadiduras prescindiendo de sus causas profundas que son los bienes espirituales del Reino. .

Los cristianos tenemos que convencernos de que evangelizar, ayudar a la gente a creer en Dios, es poner el mejor fundamento para el verdadero desarrollo de las personas y de los pueblos.

El anuncio del Evangelio prepara a los hombres y a los pueblos para que puedan ser protagonistas de su vida y de su historia. El anuncio y la profesión del evangelio de Jesucristo, a la vez, nos mueve, a los misioneros, a sus colaboradores, y a los cristianos del mundo, a ayudar a nuestros hermanos a ser ellos mismos protagonistas de su propio desarrollo, con nuestra ayuda espiritual, con nuestras oraciones y con el ofrecimiento de nuestra ayuda cultural, económica y profesional.

El trabajo y los servicios de Manos Unidas nos permite de forma excepcional colaborar al desarrollo de los pueblos necesitados de la manera más sólida y generosa. Con nuestras oraciones, con nuestro dinero, ayudamos a los misioneros que están dando la vida para ayudar a nuestros hermanos a crecer en todas las dimensiones de la vida, a avanzar por el camino de un verdadero desarrollo, humano, espiritual y material a la vez, económico y moral, personal, familiar y comunitario.

No caigamos en el error, ingenuo y presuntuoso a la vez, de querer transmitirles un desarrollo materialista como muchas veces lo entendemos y vivimos en nuestras sociedades occidentales. Ayudémosles a descubrir y conseguir un desarrollo más cristiano, y por eso mismo más humano, mejor entendido, más humano, más feliz y con menos costes culturales, humanos y morales.

En estos días oramos por nuestros misioneros, nos interesamos por sus proyectos y dedicamos alguna ayuda económica significativa a su trabajo. El orgullo de Manos Unidas, como sociedad católica, es precisamente favorecer y facilitar esta colaboración fraterna y generosa con nuestros Misioneros del mundo entero. Seamos generosos, nuestra ayuda llega de forma íntegra y directa a sus destinatarios.

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