ACONTECIMIENTO INSUPERABLE 14-09-2008

La fe nos hace ya pregustar aquello de lo que un día hemos de participar, del encuentro con Dios en plenitud. La presencia de Jesucristo en medio de nosotros y que nos ha prometido se hace viva y palpable en la vida comunitaria o en la experiencia de comunión fraterna. La comunión se funda en Jesucristo, la comunidad cristiana no es una reunión de orden psíquico, sino de orden espiritual. En esto precisamente se distingue de todas las demás comunidades. La Biblia entiende por espiritual aquel don que nos hace reconocer a Jesucristo como Señor y Salvador. Por psíquico se entiende lo que es expresión de nuestros deseos, de nuestras fuerzas y de nuestras posibilidades naturales en nuestra alma.

           La comunidad cristiana no se hace a fuerza de voluntarismos sino a fuerza de la gracia de Dios que ha prometido permanecer siempre en medio de los suyos. “Donde dos o más están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Es una presencia especial, que se puede gozar y que hace el gran milagro de poder ‘tocar’ a Dios. Es la Persona de Cristo Resucitado que hace revivir permanentemente el mayor de los acontecimientos; ninguno de este mundo lo puede superar. Los Padres de la Iglesia afirman que es el Dios cercano o el Dios que habita entre nosotros. La comunidad cristiana es lo más hermoso que pueda darse.

           Cantamos y pedimos que allí donde hay amor, está Dios. Es una presencia festiva, une, fortalece, impulsa a vivir más el servicio a los demás. Nos da la fuerza para vivir  todas las virtudes moldeadas y modeladas en Jesucristo: las virtudes de la fe, esperanza y caridad; las virtudes cardinales de la prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Estas no se consiguen a base de ‘puños’ sino con la fuerza de Dios que se hace más presente en nosotros y su resplandor se hace estela de santificación cuyo fruto son las virtudes. El Concilio Vaticano II afirmó que “la comunidad congregada como verdadera familia en el nombre del Señor, goza de su presencia” (PC, 15).

           Ha sido su presencia viva quien ha hecho posible la conversión en tantas personas. Leyendo a los santos comprobaremos que todos han tenido un momento luminoso de encuentro con Jesucristo. No han sido las propuestas o intenciones o deseos más o menos buenos, ha sido un encuentro amigable y lleno de felicidad con la Persona de Jesucristo. Pero generalmente se descubrió en el ámbito de la comunidad. De ahí que nunca agradeceremos lo suficiente el bien que hemos recibido y recibimos a través de la Comunidad cristiana que es la Iglesia que Cristo ha formado, fundado y garantizado con su presencia.

 

 

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