LA CODICIA ROMPE EL SACO 26-10-2008
Estamos preocupados por la situación económica que padecemos a nivel mundial y que en Islandia, por ejemplo, ha quebrado tanto que la misma sociedad se encuentra desorientada y despistada. El gran monstruo del “bien vivir” se ha convertido, de la noche a la mañana, en una pesadilla horrible puesto que todo lo ahorrado ha quebrado. Es un momento de incertidumbre. El “dios bienestar” hace aguas por todas partes y parecía que estábamos construyendo un paraíso en la tierra. Baja estrepitosamente la bolsa y se tambalean todas las seguridades terrenas. Y todo esto porque bien dice nuestro refranero: “La codicia rompe el saco”. Nunca ha dado buenos resultados la avaricia y siempre ha quebrado pues, como la mentira, “tiene patitas muy cortas”. A la larga, la verdad y la autenticidad siempre vencen.
Son circunstancias para aprender y para ponernos manos a la obra y trabajar por una mayor solidaridad y por compartir antes que por acaparar. La auténtica comunidad pone el signo mesiánico de los pobres: “No puede un hermano seguir siendo rico en abundancia, mientras otro pasa hambre” (1 Cor 11, 20-34). Es el momento de hacer una gran reflexión global y corregir los errores que se han cometido. En momentos de crisis se ha de madurar para hacer posible un nuevo orden que va admitido en una mayor comunión de los bienes y que anticipa así el reino de esta tierra de injusticia, corrupción y opresión, y despierta en todos los que lo ven y lo palpan la gran esperanza de que es posible transformar el mundo de la mano del evangelio de Cristo que es Reino de amor y justicia.
El amor es el único que puede transformar a la persona y en definitiva a la misma sociedad. Es el evangelio quien nos hace comprender lo que es el amor porque Jesucristo se desprendió de su vida por nosotros; él nos invita a desprendernos de nosotros a favor de nuestros hermanos. Si uno posee bienes de este mundo y, viendo que su hermano pasa necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? El mismo San Pablo recuerda: “Pues no se trata de que para otros haya desahogo y para vosotros apuros, sino de que, según las normas de la igualdad, vuestra abundancia remedie ahora su necesidad, para que la abundancia de ellos pueda remediar vuestra necesidad, a fin de que haya equidad, según está escrito: ‘El que mucho recogió no tuvo de más; y el que recogió poco no tuvo de menos’ “(2 Cor 8,13-15).
Los bienes no son propiedad exclusiva sino compartida. De ahí que bien merece aprender de los errores para no caer en lo mismo sucesivamente. Si todo lo que nos enseñan los momentos difíciles para superar no los ponemos por obra se cae en el precipicio tremendo de la desilusión. La generosidad y la solidaria hermandad hará posible cambiar una sociedad falta de valores y así poderla llevar por los caminos de una mayor apertura de amor y generosa colaboración. Estamos en el momento de rectificar y orientar a la sociedad por los caminos que lleven a la paz, a la concordia y a la unidad.