MENSAJE DE NAVIDAD 2008/ 25-12-2008

            Las fiestas de Navidad, queramos o no queramos, nos recuerdan el nacimiento de un Niño muy especial que nació en Belén y al que se le ha recordado siempre desde hace más de dos mil años. Tal Niño es Dios. Esta afirmación solamente la puede hacer quien tiene la autoridad y es Él mismo quien así nos lo ha dicho. La absoluta realidad es esa y nadie lo podrá cambiar por mucho que se intente. En algunos momentos y ahora en nuestro tiempo también se trata, por todos los medios, de desviar la mirada de este hecho trascendental y ni se ha conseguido ni se conseguirá. Todo pasa con el tiempo pero Dios nunca; y lo más sorprendente es que nuestra vida si tiene validez es gracias a Él y gracias a su entrega generosa por nosotros. La garantía de nuestro futuro es Él y nadie más que Él; ha conseguido ganarnos la eterna bienaventuranza.

            Estos días de Navidad son para que cantemos con alegría y dejemos que se haga presente este Niño Dios que ha llenado la tierra de felicidad. Que en la familia reine el amor y reine el gozo donde vuelva a resonar: ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres en los que Él se complace!” (Lc 2,14). Las calles se llenan de luces y guirnaldas, de colgantes y de símbolos navideños, de fiesta y de luz. ¿Qué celebramos?, preguntaba un niño a su abuela. Ella le respondió: “Celebramos la fiesta de un nacimiento, el más hermoso que ha podido acontecer, el nacimiento de Jesús”. Aquel niño cuando llegó a casa vio que sus padres habían preparado, con imágenes de barro, el portal de Belén. Antes de cenar el mismo niño llevó, entre sus manos, la pequeña figurilla de Jesús y la puso en la cuna del portal de Belén. Cantaron un villancico rezaron el Ave María y así comenzó la cena de Navidad.

           Estos días de Navidad que son momento de fiesta y alegría, recordando lo que sucedió en Belén, también son días de amor y concordia. Por ello no hemos de olvidar a los más pobres y hacer posible que corra, entre todos, la solidaridad; Cáritas diocesana que tiene como esencia fundamental tender la mano a los que les falta lo más necesario es la que se pone, ante el portal de Belén, para llevar al Niño Dios las carencias de nuestros hermanos los que más sufren y pasan hambre. Por otra parte la concordia, el perdón y la misericordia son signos vivos del Amor que Dios ha tenido con nosotros y Él desde Belén nos invita a reconciliarnos.

          Con estos sentimientos de fe, bien podemos decir:

                      ¡FELIZ NAVIDAD 2008!

 

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