En este año dedicado a la persona y figura de San Pablo y, lucrándonos de la gracia jubilar, tenemos presente a las vocaciones sacerdotales. De modo especial, recordamos a quienes, en el Seminario, viven con este espíritu de alegría y gozo la “llamada de Dios”. El Papa Benedicto XVI ha hablado de que para lograr presbíteros según el Corazón de Cristo, se ha de poner la confianza en la acción del Espíritu Santo, más que en estrategias y cálculos humanos, y pedir con gran fe al Señor, “dueño de la mies”, que envíe numerosas y santas vocaciones al sacerdocio, uniendo siempre esta súplica el afecto y la cercanía a quienes están en el Seminario con vistas a las sagradas órdenes.

          La formación de los seminaristas exige por parte de los formadores y profesores una profundización en la labor que van a ejercer. Se han de afrontar los retos de hoy y de la sociedad contemporánea con unas miras muy especiales y para ello se requiere un discernimiento, en los candidatos al sacerdocio, preciso y muy en sintonía con el sentir de la Iglesia, sin fisuras y sin ambigüedades. Se ha de tener un gran amor a Dios y por ello se deben formar “hombres de oración” con una gran pasión por aprender y formarse en la enseñanza de la Iglesia.

          Como sacerdotes han de ser los portadores no de sus modos de pensar sino del modo de pensar, sentir y actuar de la Iglesia, en comunión con el Papa y sus Obispos. “Que el proceso formativo ayude a hacer de ellos sacerdotes ejemplares. Hoy más que nunca, es preciso que los seminaristas, con recta intención y al margen de cualquier otro interés, aspiren al sacerdocio movidos únicamente por la voluntad de ser auténticos discípulos y misioneros de Jesucristo que, en comunión con sus Obispos, lo hagan presente con su ministerio y su testimonio de vida” (Benedicto XVI).

          San Pablo fue apóstol por pura gracia de Dios. En el encuentro con Cristo fue desbancado de sus criterios demoledores y recortados; comenzó una nueva vida pues descubrió, camino de Damasco, que el amor impera sobre el odio. La labor pastoral de San Pablo consistió en darse a los demás e implantar comunidades vivas en comunión con Pedro y los demás apóstoles. De ahí que sea muy importante la formación de los futuros sacerdotes tanto desde el punto de vista humano, espiritual, intelectual y pastoral; y que junto con sus formadores y profesores se distingan “por su capacitación académica, su espíritu sacerdotal y su fidelidad a la Iglesia” (Benedicto XVI) para que así se forme bien al Pueblo de Dios que espera pastores celosos y entregados para la nueva evangelización.

          Como fieles cristianos y católicos hemos de ayudar al Seminario con nuestras oraciones y con nuestras ayudas materiales: para que se formen bien aquellos que van a ser los presbíteros que presidan en el futuro las comunidades parroquiales de nuestra Diócesis. Espero que en todos los navarros se siga mostrando ese amor por el Seminario y agradezco los gestos de cariño, aliento, oración y colaboración económica que siempre ha dignificado a nuestra tierra con tantas vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras. Ruego a la Virgen María que ayude a nuestros seminaristas y a aquellos jóvenes que tengan en su interior la llamada de Cristo para que sean valientes y den un paso hacia delante.

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