LA HEREJÍA DEL AMOR 14-03-2010
En estos momentos históricos está siendo muy rechazado todo lo que se vea implicado con el sexo, como son los abusos en su amplio espectro. Es una realidad que preocupa y que ha de conducirnos a una profunda reflexión. Dios nos ha creado de tal manera que podemos co-crear con Él o reproducirnos. De ahí que seamos hombre y mujer. El sexo masculino y femenino complementados reproducen al género humano. Tal atracción y experiencia de complementariedad genera una placentera comunión de amor y entrega.
Pero ocurre que esta realidad se ha confundido y, bajo la falaz y engañosa capa del placer, se buscan métodos y formas de ejercitar la genitalidad que llevan a una corriente tan perversa que desemboca en la corrupción sexual. Por eso se cae en la prostitución a todas las edades, el comercio sexual a todos los niveles y de todas las formas inimaginables.
Podríamos definir tal situación como si de una máquina de placer se tratara. Se confunde con el amor y en nombre de él se habla y se defiende. Y es todo lo contrario, puesto que el amor no tiene nada de egoísta y no busca su propio interés; se realiza, más bien, en la entrega generosa y sincera y no en la búsqueda de los propios caprichos. El amor es un compromiso que lleva consigo derecho y deber: derecho a vivir según los códigos establecidos por Dios en la naturaleza humana y deber de convertirlo en una comunión de amor entre dos personas que se complementan con el fin de entregarse mutuamente y ser responsables de su paternidad.
Hay una gran confusión en este sentido y se propaga la promiscuidad a través de los medios de comunicación de forma programada e incontrolada, causando gran daño a niños, jóvenes y adultos. Si a esto añadimos la debilidad y fragilidad de la que todos somos capaces a causa del pecado, podemos caer en la corrupción más repugnante que se da en el ser humano. La herejía antropológica del siglo XXI será la destrucción formal y real de la familia a causa de la corrupción moral que ahora tanto se está propagando y hasta promulgando como signo de libertad.
Hemos de buscar métodos pedagógicos, comunicativos y de profundo sentido trascendente religioso para promover una moral y ética sanas y para frenar tales despropósitos, que en nada favorecen al ser humano. Sembremos buenas semillas para que produzcan buenos frutos y procuremos que las semillas sean no agrazones o cizaña sino buen trigo y los frutos serán mejores. No se puede hablar de una sociedad sana en costumbres si desde la formación familiar, social y desde los medios de comunicación se promueve tal herejía del amor. Seamos serios todos sin excepción y trabajemos poniendo lo mejor para que esa falsa libertad sea desenmascarada y se la describa como uno de los mayores males (junto a otros que degeneran la vida humana) que nos acosan. La familia humana es una sola familia y lo que puede ocurrir al vecino más pronto o más tarde me puede tocar a mí.
Eduquemos sinceramente y no saquemos a colación los típicos tópicos: «La sociedad es distinta», «Los tiempos han cambiado»… Respecto a la fragilidad, a la debilidad y al pecado del hombre, no ha cambiado nada, porque tanto antes como ahora sigue degenerando a la especie humana. Pongamos la mano en el arado y trabajemos juntos para que tomemos con rectitud el surco de nuestros niños y jóvenes que son los más implicados. El avestruz oculta su cabeza y esto no le hacer ver la realidad, vive en el mundo de las ilusiones fragmentadas creyendo que se está haciendo un bien a sí mismo. La estupidez nos cierra los ojos creyendo que vemos y no es así. El ser humano no puede vivir sin el auténtico amor; la herejía del placer contradice al amor verdadero porque es obstáculo para que este corra como agua limpia.