CRISTO RESUCITADO VIVE ENTRE NOSOTROS 04-04-2010

        Nos dice la Escritura que no todos lograron comprender la Resurrección de Cristo. Se apareció a los que Él quiso (cf. Act 10,41). Depende mucho de la actitud sencilla y creyente. Lo importante es creer en él, aceptarlo y recibirlo con humildad, con alegría y entrega y seguir su voluntad con gozo y sin condiciones. Creer en Cristo compromete a toda la persona que desea vivir en Él y obrar en nuestra vida con los mismos sentimientos de amor y servicio que Él tuvo.

            Respecto de las presencias del Resucitado el Concilio Vaticano II enseña: «Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, ofreciéndose ahora por el ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz, sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: «Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos » (Mt 18,20)» (SC 7). Está presente en la fraternidad si nos amamos los unos a los otros.

            Por eso, a Cristo resucitado, si nos motivamos un poco, si tratamos de vivir su evangelio y escuchamos su voz, lo podemos encontrar en distintos lugares y momentos: en la celebración eucarística, en su palabra, en la comunidad reunida, en los pobres y enfermos. A Cristo resucitado lo podemos percibir también en la oración, en el silencio de la oración. Asimismo la presencia de Jesús resucitado la podemos descubrir donde nos reunimos los cristianos: en el templo, pero también en el hogar, en los grupos de trabajo y reflexión. Ya nos aseguró que Él estaría presente en medio de nosotros si amamos como Él nos ama.

            Cultivemos los momentos de oración personal, pero cultivemos también los momentos de celebración y encuentro comunitario y no olvidemos a los que sufren. Es significativo que Cristo no se apareciera a Tomás cuando estaba fuera de la comunidad. Hagamos, pues, lo posible por revivir la presencia de Cristo resucitado en nuestras comunidades cristianas. Como al árbol se le conoce por los frutos, al cristiano que cree y vive la Resurrección de Cristo, se le notará por los frutos, precisamente los frutos del Espíritu Santo: la caridad, la paz, la alegría, el dominio de sí, la paciencia… (Cf. Gal 5,22-23).  Donde está Jesús resucitado está el Espíritu, y donde está el Espíritu se renueva la sociedad y la faz de la tierra.

        Hoy los cristianos tenemos el reto de dar testimonio del Señor Resucitado, con  palabras y con obras. Nuestro mundo necesita signos vivos de Cristo Resucitado y reclama testigos cualificados de Cristo Jesús. El hombre contemporáneo cree más que en las ideologías en el testimonio. Los creyentes tenemos un gran reto. No es cuestión de buenas ideas y buenos consejos sino de buenas obras. La sociedad está saturada de fáciles soluciones, necesita gente que sepa entregarse por los demás. Ahí tenemos a tantos creyentes que están trabajando como misioneros en países necesitados. Como cristianos mostraremos con alegría la vida en Cristo y a éste Resucitado.

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