1.- Todos hemos oído hablar de San Saturnino. Nació en Tolosa de Francia en el siglo III. Predicó en las Galias y en la península Ibérica. Fue un gran misionero predicando y anunciando a Jesucristo como el Salvador del género humano; muchos se convertían a la fe cristiana. En Tolosa convirtió a Honesto, quien se unió a él en el trabajo de misionero. Honesto predicó en Pamplona. Tras debatir con el senador pagano Firmo hizo llamar a Saturnino. Saturnino y Honesto convirtieron y bautizaron a muchos paganos de la ciudad de Pamplona, entre ellos a Firmo y a su esposa  y al hijo de ambos, Fermín, quien luego sería obispo de Amiens (Francia).

         Siendo obispo, nos narran las Actas de Surio, tuvo que pasar por muchas vejaciones. Las comunidades cristianas eran muy pocas en las Galias. Él se dedicaba a ellas y les anunciaba la Palabra de Dios. En la ciudad de Tolosa había un templo erigido por los romanos y consagrado a su dios Júpiter Capitolino. Saturnino tenía que pasar cada día por delante de dicho templo para llegar a un pequeño oratorio donde ejercía su catequesis. Parece ser que durante algún tiempo, Júpiter se mostraba mudo ante las peticiones de las gentes que creían en él y empezó a correrse el rumor de que el responsable de tal hecho era el obispo Saturnino.

          La multitud se alteró por este motivo y un día le esperó y al pasar por allí, rodeándole y en plan amenazador, quiso imponerle el sacrificio de un toro al dios romano. Ante su negativa y enfurecidos, ataron al obispo al toro que debía ser sacrificado y le picaron para que corriera por las escalinatas del Capitolio. El cuerpo de Saturnino fue despedazándose a lo largo de la carrera del animal. Cuando paró la espantada, allí quedó abandonado, hasta que unas piadosas mujeres lo recogieron y lo enterraron en una fosa muy profunda.

          Los testimonios históricos fiables de su culto en Pamplona datan del siglo X, cuando se instalaron numerosos pobladores de francos, que construyeron una iglesia bajo su advocación y a su alrededor se formó uno de los tres barrios importantes: el llamado Burgo de San Serenin o Burgo de San Cernin. Frente a la puerta de dicha iglesia, desde la que hoy estamos celebrando la Eucaristía, hay una plancha de bronce que está tapando un pozo. Se afirma que San Saturnino bautizó con el agua de ese pozo a los primeros cristianos pamploneses. En la misma plancha constan los datos de tal relato histórico.

            2.- En este día hacemos memoria agradecida a nuestro gran Santo puesto que su vida ofrecida por amor a la Verdad que es Cristo y derramando su sangre por defender al verdadero Dios nos ayude a mirar con admiración su fe. Su ejemplo nos ha de estimular a ser fieles en la fe que hemos recibido y teniendo la certeza de que estaremos acompañados por la fuerza del Espíritu Santo. También como a San Saturnino el Señor nos envía a “dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados” (Is 61, 2).

             Las circunstancias actuales nos hacen constar que hay muchas carencias en las que se ve envuelta la sociedad. De ahí que hemos de estar atentos para con valor “apoyados en nuestro Dios predicar el Evangelio en medio de fuerte oposición… y nos ha confiado el Evangelio, y así lo predicamos, no para contentar a los hombres, sino a Dios, que aprueba nuestras intenciones” (Tes 2, 3-7). Es fácil dejarse llevar por las corrientes de un modo de pensar unívoco y son las de hacer contento a todos. Pero este modo de proceder no es ni noble ni auténtico. Si San Saturnino se hubiera dejado llevar por la multitud que le invitaba a dar culto a un dios hecho a su imagen, al que llamaban el dios Júpiter, hubiera traicionado no sólo su sentido de vivir sino la esencia de su creer.

              Es importante que toda modalidad de anuncio evangélico “tenga presente, ante todo, la intrínseca relación entre comunicación de la Palabra de Dios y testimonio cristiano. De esto depende la credibilidad misma del anuncio. Por una parte, se necesita la Palabra que comunique todo lo que el Señor mismo nos ha dicho. Por otra, es indispensable que, con el testimonio, se dé credibilidad a esta Palabra, para que no aparezca como una bella filosofía o utopía, sino más bien como algo que se puede vivir y que hace vivir” (Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal ‘Verbum Domini’, 2010).

             La experiencia de fe no se mide con categorías  humanas sino por la vida de alguien que nos ha marcado y señalado con su entrega generosa: Jesucristo. Cuando se acercaban a hablar con Cristo, como sucedió con unos griegos en la fiesta de Jerusalén, les auguraba que, al estilo del grano de trigo, si no muere no produce frutos: “El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna” (Jn 12, 25). El que no pospone todo por Él ha perdido el horizonte de la libertad y de la felicidad. Nadie es más infeliz que el egoísta o el oportunista.

              Los santos, como San Saturnino, nos aportan la pedagogía de la santidad. Los santos han sido capaces de acercarse a Cristo y han apostado por seguirle sin ponerle condiciones. ¿No es verdad que muchas veces bajo la capa de novedad o falso progreso ponemos condiciones a Cristo? ¿No es cierto que ponemos excusas y siempre muy justificadas para desviar la mirada de Aquel que nos muestra el camino recto y la verdad? ¿No es cierto que los subterfugios que se intenta buscar llevan hacia una falsa liberación de lo que cuesta, de lo que supone sacrificio y entrega? Seguir a Cristo es de valientes.

              En este día que celebramos la fiesta de San Saturnino bien podemos afianzar nuestra vida de fe imitando a aquel que supo posponer todo por ser fiel a Jesucristo. Que nos enseñe, en los tiempos que nos toca vivir, a ser coherentes y generosos en la entrega de cada día en el camino hacia la santidad. Así le rogamos a María: Cuida de nosotros y de esta ciudad de Pamplona y que a ejemplo tuyo y de los santos sepamos orientar nuestra vida por los caminos del amor, de la justicia y de la paz. Cuida de nuestras familias y de todos los que poblamos esta tierra, tan hermosa, de Navarra.

Comparte este texto en las redes sociales
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad