Necesidad de la confesión sacramental

La razón por la que necesitamos mediaciones es muy sencilla y muy lógica. Basta que pongamos el ejemplo del cuerpo humano y observemos que todo en él está bien conjuntado y armonizado, si uno de los miembros enferma es todo el cuerpo que se resiente de la enfermedad

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Me encuentro perplejo y confuso a la hora de vivir a fondo mi vida cristiana. La idea que, a veces, se está haciendo muy común es la de creer que para “pedir perdón de nuestros pecados” no necesito a una mediación como es la del sacerdote. ¿Por qué hemos de confesarnos individual y personalmente a un sacerdote y no lo hacemos individual y personalmente a Dios sin mediaciones?

La razón por la que necesitamos mediaciones es muy sencilla y muy lógica. Basta que pongamos el ejemplo del cuerpo humano y observemos que todo en él está bien conjuntado y armonizado, si uno de los miembros enferma es todo el cuerpo que se resiente de la enfermedad, si están sanos todos los miembros todo el cuerpo está rebosando salud. Cuando hay una enfermedad se programa todo un proceso de curación y de sanación aplicando la cirugía o la medicina.
De la misma forma en el “Cuerpo místico de Jesucristo” todo cristiano es miembro de este Cuerpo y si hay una falta de correspondencia al amor de Dios y se rompe con él, se necesita recomponer la comunión para así restablecer el equilibrio en este cuerpo que es la Iglesia. Para ello hay un medio de sanación que es el Sacramento de la conversión y si el que preside este sacramento es un sacerdote la razón es porque Jesucristo se lo ha encomendado a los apóstoles y a sus sucesores: “A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados”. Y si el sacerdote actúa en nombre de Jesucristo y en nombre de la Iglesia se realiza, en el momento de la confesión de los propios pecados del penitente, la acción del amor de Jesucristo que cura y la incorporación más viva y sana, del miembro que está enfermo, a la Iglesia.
Hoy es necesario reforzar en la vida cristiana este Sacramento de la Penitencia que consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador. El ser humano por naturaleza siente en su interior la culpabilidad de sus actos realizados mal y de ahí que crezca, cada día más, la visita al sicólogo o al siquiatra. La relación personal con los sicólogos o siquiatras se hace imprescindible: es el momento de expulsar los sentimientos de culpabilidad o las frustraciones interiores que anquilosan y esclavizan. El Sacramento de la confesión es tan importante que tiene como medio primordial y necesario declarar o manifestar la las propias debilidades y pecados ante el sacerdote y él en nombre de Jesucristo actualiza la misericordia de Dios en el creyente que se siente arrepentido, perdonado, renovado y curado. La alegría de estar en gracia y la paz interior serán sus mejores frutos.
La conversión purifica lo más íntimo de la existencia humana y hace posible que resplandezca el ser humano por lo que es: imagen de Dios. Cuando se empaña o se deteriora tal imagen es necesario lavar o restaurar aquello que ha sido lesionado y que es lo más hermoso que se da en la vida del hombre y que es la filiación divina.
En este tiempo de Adviento que es tiempo de conversión, ruego a todos los diocesanos que se abran al don de la misericordia de Dios. Todos tenemos alguna debilidad o pecado para arrepentirnos y así convertir, cada día más, el corazón a Dios. Y agradezco a los sacerdotes su dedicación y el tiempo que invierten a la escucha y atención de este Sacramento de conversión. ¡Preparemos los caminos al Señor que se acerca en la Navidad!

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