El respeto a la integridad de la persona

Todos hemos de abogar y trabajar a fin de que no se pierda lo más sagrado que hay en el ser humano: su propia dignidad como hijo de Dios.

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Hace pocos días en una homilía un sacerdote nos decía a los feligreses que, a nivel social, hay un retroceso a pesar de que hablemos de progreso y esto se hace manifiesto en los programas “basura” que promueven los medios de comunicación social. Y uno de los síntomas es que se está atentando a la propia dignidad humana ofendiendo a lo más sagrado que ella tiene: la integridad de la persona. ¿Cree Ud. que estamos en un periodo de decadencia?

El progreso técnico que está adquiriendo la sociedad es elogiable y de agradecer. No corresponde, muchas veces, con el progreso moral. Piense Ud. en lo que ocurrió con el científico americano que aún tiene en su mano la técnica de clonar al ser humano cuando él quiera. En una mente lúcida, justa y racional pensamos que lo técnico debe ir muy en consonancia con lo ético y moral, de lo contrario el mismo ser humano se destruiría a sí mismo.

Por eso la Iglesia anuncia y proclama la dignidad de la persona en su integridad, es decir, no sólo en una parte sino en su totalidad. Y uno de los puntos importantes son las relaciones auténticas, castas y nobles consigo mismo y con los demás. Hay una serie de ofensas, que promueven los programas basura, que atentan a la propia persona y que se las voy a enumerar y explicar para que observe si esto no va en contra de la dignidad humana. Se ha exaltado tanto la libertad que si no se tiene un verdadero discernimiento ella misma se convierte, por corrupción, en libertinaje.

El Catecismo de la Iglesia Católica al hablar, del respeto a la persona, refiere que hay unas ofensas que lesionan tal respeto y que son frutos del pecado. Nos habla de la lujuria que es un deseo o un goce desordenado del placer venéreo. Hace referencia a la de usar del cuerpo para el propio placer (masturbación) que es un acto intrínseco y gravemente desordenado porque rompe con el sentido verdadero del amor que es entrega. El adulterio y la fornicación que es la unión de un hombre y de una mujer fuera del matrimonio: es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los esposos, así como a la generación y educación de los hijos. Hoy con soberbia y altanería se elogia, se aplaude y se llega a ver normal tal forma de vida. Las consecuencias son muy nefastas y esto produce grandes frustraciones. Ya lo dice el refranero: “En el pecado está la penitencia”.

Se sigue lesionando la dignidad cuando observamos el descaro de una pornografía donde se presentan los actos sexuales ofendiendo la castidad porque desnaturaliza la finalidad del mismo acto sexual. Atenta además gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes…), pues cada uno viene a ser para otro objeto de placer rudimentario y de una ganancia ilícita. Es una falta y pecado muy grave. Las autoridades han de impedir la producción y la distribución de material pornográfico. Es tan nefasta como la droga puesto que corrompe la vida síquica y espiritual.

Todo esto produce unos malos frutos como es la prostitución. Esta constituye una lacra social. Además se está introduciendo en el mundo infantil. Ya decía Jesucristo: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar” (Mt 18, 6). Además están aumentando las violaciones de todo tipo y que nos asusta al comprobar hasta dónde puede llegar la malicia del ser humano. Para dar solución a todo esto hay que poner grandes remedios y uno de ellos es la salud ética y moral por la que todos hemos de abogar y trabajar a fin de que no se pierda lo más sagrado que hay en el ser humano: su propia dignidad como hijo de Dios.

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