Pregunta: Uno de los problemas que afecta a nuestra sociedad, en estos momentos, es el vocabulario tan ofensivo que se usa a la hora de rebatir o de defenderse. Se ha caído en el insulto como método de defensa. ¿Qué le parece a Ud. y cómo podría darnos un consejo a la hora de utilizar la crítica constructiva y rechazar la destructiva?

Respuesta: Nada hace más bella la convivencia que sabernos respetar. Creo que no es nada positivo ni educativo este afán de convertir las conversaciones interpersonales y destruir la convivencia con palabras ofensivas. Ante la euforia egoísta del desprecio hemos de crear la cultura de la serenidad, del diálogo y el respeto mutuo.

Estamos tan aturdidos por los deseos de sometimiento ideológico que se pierden los estribos proponiendo como forma de conversación los insultos y los malos modos a la hora de mantener, y así debería ser, un diálogo sereno y respetuoso. No hay orgullo más refinado que el que se cree poseedor de la autoridad (puro autoritarismo) ante los demás y usa como arma arrojadiza el desprecio y las palabras ofensivas.

Las expectativas, llenas de soberbia, envilecen a nuestra propia condición humana, por eso “un hombre rico y orgulloso se parece a un saco vacío. En la carne perfila una gran figura, pero en el corazón es un mendigo. No está lleno, sino hinchado” (San Agustín).

No están los tiempos para dejarnos llevar por falsos progresismos puesto que se van constatando frutos ácidos que son provocados por las fragmentaciones y las divisiones interpersonales. De ahí la importancia que tiene el ir formando ambientes de respeto mutuo comenzando desde la Escuela y pasando por la familia y los lugares de trabajo o espacios de deporte y diversión.

La Sagrada Escritura nos dice: “No hagáis nada por rivalidad o vanagloria; sed, por el contrario, humildes y considerad a los demás superiores a vosotros mismos. Que no busque cada uno sus propios intereses, sino los de los demás. (Flp 2, 3-4). Buena lección para saber situarnos con educación, ante los demás, aunque sean contrarios.

La educación en valores está muy presente en nuestra época. Y uno de ellos es el respeto acompañado del diálogo. Ante las circunstancias adversas hemos de reaccionar con sentido crítico constructivo. Para ello “tened presente que no habéis de ser benévolos con los malos aprobando sus acciones, ni tan negligentes con ellos que no corrijáis, ni tan soberbios que vuestra corrección se convierta en insulto” (San Agustín). Esta advertencia nos ayudará a corregir tales actitudes despreciativas y nos situará en los justo y verdadero.

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