Tiempo de sosiego, descanso y revisión
Ocurre que cuando llegamos a este tiempo de verano todos pensamos en las vacaciones y es justo pensar así pues todos nos merecemos el alivio del descanso. Son tiempos de paz y alegría junto a nuestros familiares. Son momentos de reflexión y de «cargar las pilas» no sólo de nuestro cuerpo sino de nuestro espíritu que necesita desprenderse de tantas adherencias negativas que tientan de apagar la luz interior. Son tiempos de fraternidad para elevar a esta sociedad que está necesitada de una gran carga de solidaridad. Son momentos para analizar sobre la vida cristiana y la fidelidad a los compromisos que ésta comporta; no debemos dejarnos robar la fe, la esperanza y la caridad. Son tiempos de restaurar nuestras vidas: «Recuerda que cuando abandones esta tierra, no podrás llevar contigo nada de lo que has recibido, solamente lo que has dado: un corazón enriquecido por el servicio honesto, el amor, el sacrificio y el valor» (San Francisco de Asís).
“Hemos de tomar nota de lo que hace la abeja. Con su estilo ella trabaja con sumo afán sin importarle que al final de la jornada la miel le sea sustraída de los panales. «Las abejas simplemente continúan haciendo lo que deben hacer con la máxima dedicación de la que son capaces. Sigue adelante, entrega siempre tus dones. Está claro que habrá gente que tratará de quitarte lo que le ofreces al mundo sin otorgarle el valor que merece, pero eso no debe detenerte. Las actitudes abusivas e invasivas de los demás no son tu responsabilidad. Tú no eres el apicultor, sino la abeja. Entrégale al mundo tu miel» (Jorge Benito).
En estas vacaciones también hemos de pensar en los que se encuentran angustiados por sacar adelante a su familia o atemorizados por lo que sucederá en el futuro, al encontrarse sin trabajo. A ellos también hemos de ayudar. Tal vez al lado tuyo haya alguien que necesita una ayuda, un ánimo, unos euros. Recuerdo lo que contaba la Beata Madre Teresa de Calcuta y que la impresionó. Una mujer había recibido unos kilos de arroz -su familia pasaba por momentos difíciles por falta de alimentos- y ella ni corta ni perezosa, con el arroz, hizo pequeños montoncitos y cada uno era para cada miembro de su familia. Sabiendo que una vecina también lo estaba pasando mal, redujo los montoncitos y así incluyó a los miembros de la familia vecina. ¡¡¡Sólo el amor puede cambiar la sociedad!!!
¡FELICES VACACIONES!
Mons. Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona
y Obispo de Tudela