En la fiesta de la Santísima Trinidad celebramos la Jornada de la Vida Contemplativa: “Pro orantibus” (Por los que rezan). En el Año de la Vida Consagrada y en el V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús a todos nos parece sumamente acertado que se haya elegido como lema para este día la frase tan conocida de la Santa de Ávila: “Sólo Dios basta”.

La frase nos llega al corazón y nos lleva a lo esencial de la vocación contemplativa. San Juan Pablo II decía: “Con su vida y misión, sus miembros -Institutos contemplativos- imitan a Cristo orando en el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y anticipan la vida futura” (Vita Consecrata, 5). Sabiendo que en Dios vivimos, nos movemos y existimos nuestra vida tiene el sentido profundo de la transcendencia.

En modo alguno podemos pensar que la frase tan célebre de Santa Teresa sea una invitación a la evasión y al desinterés por los asuntos y conflictos de la vida real de cada día. Recordemos que a Santa Teresa, tan enamorada de Dios y de la oración y con tantas experiencias místicas extraordinarias, se le ha llamado también la “santa andariega” y se la representa en imágenes con el bastón de caminante en la mano.

El ser humano no se define por el hacer ni por el tener, la persona humana es una criatura en busca de sentido: “Mi alma tiene sed de Dios” (Sal 42). Sólo Dios da sentido pleno a la vida humana, sin Él nada tendría sentido. En los tiempos que nos toca vivir podemos constatar que una de las grandes limitaciones sicológicas que se padecen es la falta de sentido en la vida. Y si la vida no tiene sentido, la conclusión es muy clara: “Estoy sobrando en este mundo”. Es la respuesta del alma atormentada por el sin-sentido.

La frase “Sólo Dios basta” favorece la libertad del corazón humano que vibra en su interior para el que sólo Dios es Señor y no se deja dominar por criaturas que muchas veces pretenden ocupar su lugar: los ídolos del dinero, de la fama, del poder, del sexo, de la droga… Sólo el que adora a Dios es capaz de mantenerse valiente y libre frente a cualquier cosa que no pertenezca a Dios. Cuando Dios es el único Señor en nuestra vida, entonces nuestro corazón profundiza en el Amor de Dios y en los mismos sentimientos de Cristo que nos amó hasta el extremo entregando su vida sin reservas.

De ahí que la frase: “Sólo Dios basta” es la clave para salir uno de sí mismo y lanzarse con decisión hacia todas las realidades duras y difíciles que la vida ofrece: el drama de los emigrantes que naufragan en el mar, la preocupación por los que se encuentran en dificultad económica… Otros problemas humanos más hondos como la ignorancia de Dios, del amor y la misericordia que se revela en Jesucristo están gritando el testimonio de los orantes y contemplativos, quienes reflejan, con su vida y entrega, el sabor de las bienaventuranzas.

El verdadero contemplativo no se desentiende de nadie, siempre está abierto a cada hijo de Dios. Mediante su vida orante retirada y oculta nos llama la atención para que nosotros, desde la clave de la bóveda que es Dios, coloquemos ordenadamente cada una de las dovelas del arco de nuestra vida. Los contemplativos nos hacen el gran favor de recordarnos la importancia que tiene la oración en nuestra vida, nos invitan a hacer silencio y escuchar serenamente la Palabra de Dios y a practicar lo que hemos contemplado.

En el año de la Vida Consagrada y del V Centenario de Santa Teresa de Jesús es justo que pongamos especial interés en presentar ante el pueblo cristiano esta vocación contemplativa tan apreciada por la Iglesia y que aporta un testimonio tan beneficioso para nosotros, inmersos en una sociedad materialista y secularizada que tan ligeramente, en muchas ocasiones, se ha permitido vivir como si Dios no existiera.  Nosotros, con ellos, queremos evangelizar y gritar a nuestra sociedad: “Sólo Dios basta”. Con Dios, en nosotros y entre nosotros, nos hacemos más humanos.

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