Comenzamos un nuevo bloque de reflexiones siguiendo el esquema que propone el Catecismo de la Iglesia Católica sobre la Celebración del Misterio Cristiano. Hemos llegado al Sacramento del Orden: Obispo, Sacerdote y Diácono. Son los tres grados del Sacramento del Orden. Nos vamos a fijar en el segundo grado del Sacramento del Orden que es el presbítero o sacerdote. Muchas preguntas se hacen sobre el ministerio del sacerdote: ¿Qué es el sacerdote? ¿Cuál es su función en una Iglesia toda ella ministerial? ¿Qué funciones debe desempeñar? ¿Cuál es su identidad? ¿Dónde radica su institución? ¿Cuál ha de ser su forma de vida? ¿Qué actitud debe tomar ante el obispo, sus compañeros y los laicos? ¿Cómo ha de ser su relación con las realidades del mundo? Iremos desgranando poco a poco estas y otras cuestiones. Varios documentos de autoridad serán una guía inequívoca que ayudarán a responderlas.

El Concilio Vaticano II elaboró un decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros: “Presbyterorum ordinis”(El orden de los presbíteros). En los trabajos de preparación hubo numerosos debates y enmiendas a los borradores de este documento. En la votación final sólo cuatro votos, de cerca tres mil obispos, fueron negativos. Esto expresa el acierto de las propuestas y la mayoritaria aceptación de lo que sería guía futura de otros muchos tratados. A partir de este documento han surgido muchos directorios, simposios, estudios, reflexiones, retiros, conferencias y homilías. Concluye este documento con una exhortación afirmando que el Concilio reflexionó sobre este tema porque “conoce los grandes gozos, pero también las dificultades en las que se halla el sacerdote, en este mundo en transformación” (PO 22).

Otro punto de referencia es el Congreso de Espiritualidad Sacerdotal que tuvo lugar en el año 1989 en Madrid. Este acontecimiento marcó un claro punto de inflexión en la vida de la Iglesia en España. Cardenales, obispos y sacerdotes, en un ambiente fraterno clarificaron muchas ideas. Se difundían planteamientos que ponían en cuestión el ministerio sacerdotal. El lema de aquel congreso fueron las palabras de San Pablo a su discípulo Timoteo: “Reaviva el carisma de Dios que está en ti” (2ª Tim 1,6). Promover una sólida y profunda espiritualidad sacerdotal fue la salida positiva a la redefinición del ministerio sacerdotal. El excelente sacerdote y buen escritor José Luis Martín Descalzo resumió aquella reunión en un artículo titulado: “Dos mil curas con buena salud espiritual (Curas felices de serlo).”

La cuestión del ministerio sacerdotal ha preocupado siempre mucho a la Iglesia, madre solícita por la vida y ministerio de sus hijos predilectos. Por eso en varias ocasiones los sínodos de los obispos se han referido a este tema. Así, en octubre de 1967 el sínodo dedicó cinco sesiones a la formación de los seminaristas. La preocupación es reiterativa. En 1971 la mitad de los trabajos del sínodo se refirieron al ministerio sacerdotal. Pero un documento de referencia ineludible es la Exhortación Postsinodal (1992) del papa san Juan Pablo II con el título: “Os daré pastores según mi corazón” (Jer 3, 15). Resumió las propuestas de un sínodo que tuvo lugar en Roma, en 1990, dedicado a reflexionar sobre la “formación de los sacerdotes en la situación actual”. Este documento es una guía necesaria para “aplicar concretamente a las diversas situaciones esa rica y probada doctrina, con la que la Iglesia ha afrontado en muchas ocasiones los problemas de la vida, ministerio y formación de los sacerdotes.” (PDV 3) El año 2010 fue el Año Sacerdotal por deseo de Benedicto XVII. La intención de estas reflexiones sobre el ministerio sacerdotal es dar a conocer la vocación, vida, misión y necesidad indispensable de los sacerdotes para la vida de las comunidades cristianas.

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