Mensaje de Navidad
Queridos diocesanos: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran Luz» (Is 9, 1). Estas son las palabras que escuchamos en la solemne liturgia de la Misa de Nochebuena. Nada mejor que ellas para introducirnos en el misterio de la Navidad en el que brilla con fuerza la luz del Emmanuel: Dios con nosotros. Él es la Verdad que nos hace libres, el Amor que puede transformar nuestra existencia y el Camino de una renovada humanidad.
Dios se abaja, se hace pequeño y pobre, para propiciar el encuentro con cada uno de nosotros, enseñándonos que sólo el hombre que se pone totalmente en sus manos, que se vacía de sí mismo para llenarse de Él, encuentra la verdadera libertad, la auténtica alegría y la felicidad.
En la noche del Nacimiento se oye el anuncio de los ángeles a los pastores proclamando el Amor y la salvación: «Alegraos; hoy, en la ciudad de Belén, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». (Lc 2, 10-12).
La “señal” es la humildad de Dios llevada hasta el extremo; es el amor con el que, aquella noche, asumió nuestra fragilidad, nuestros sufrimientos, nuestras angustias, nuestros anhelos y nuestras limitaciones. También al hombre de hoy, que tantas veces vive en la noche de la tristeza y la desesperanza, se le invita a acudir al Portal para conocer la alegría del encuentro con Jesús, que es el único que puede transformar y dar sentido pleno a la existencia humana. Y, como a los pastores, los ángeles invitan a todos los hombres a vivir la Buena Noticia de que el Verbo ha querido compartir nuestras alegrías y sufrimientos, mostrándonos que Dios se ha puesto de parte de la humanidad. Despertemos y dejémonos llevar de la mano del Niño de Belén. Aceptemos el mensaje de un recién nacido, acostado en un pesebre y envuelto en pañales, para poder descubrir que el Redentor se hizo uno de nosotros con el fin de recorrer a nuestro lado los caminos de la historia humana. Él nos desvela que cada uno de nosotros somos amados desde lo más hondo del corazón de Dios.
Desde estas líneas, nuestra cercana felicitación para aquellos que, entre nosotros, sufren de modo especial la soledad y la enfermedad, la ausencia de los seres queridos, la falta de trabajo. No estáis solos, las manos de la Iglesia están abiertas para acogeros y consolaros.
En Navidad, la misericordia de Dios se manifiesta en el Niño de Belén, misterio de amor y ternura. Celebremos con gozo y esperanza este hermoso tiempo. El corazón de Dios palpita en el corazón de cada hombre y mujer. Abramos con humildad la puerta a su amor y experimentemos la misericordia del Padre y la vida nueva que el Espíritu hace brotar en el fondo de nuestro corazón.
“¡Alegraos! En la ciudad de David os ha nacido un salvador, Cristo el Señor”. ¡Feliz y Santa Navidad! ¡Feliz Jubileo Extraordinario de la Misericordia!
+Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela
+Juan Antonio Aznárez Cobo
Obispo Auxiliar de Pamplona y Tudela