Defender la vida es defender la paz
La paz no es una idea muy bonita que por pronunciarla se cumple. Quien defiende la vida, defiende y se asocia a la paz. La paz tiene sus raíces profundas en la experiencia del respeto a la vida en todas sus facetas. Me parece muy significativo lo que dijo el Papa Francisco en la homilía de canonización de Madre Teresa de Calcuta y que resume la raíz de la paz: “He elogiado su disponibilidad hacia todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto de la no nacida como de la abandonada y descartada… Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos…Como respuesta a su misión era salir al encuentro de las víctimas con generosidad y dedicación, tocando y vendando los cuerpos heridos, curando las vidas rotas” (4 de septiembre 2016).
Es una contradicción en término que mientras se defiende la paz se establezcan leyes de muerte y se llegue a considerar un derecho segar y despreciar la vida del inocente. Para ello se usan muchos subterfugios aparentemente racionales pero que caen por si mismos. “Hasta donde hemos perdido la creencia, hemos perdido la razón” (Gilbert Keith Chesterton). Si somos coherentes cualquier degradación que se cometa en detrimento del ser humano y más si es de muerte rompe con el principio fundamental de la paz y nunca se podrá justificar. La violencia nunca se justificará puesto que es arrastrada por la mentira que conduce erróneamente hacia la falsa valoración de la persona humana. La persona humana o se la ama y respeta o se la descarta. Y si a esto añadimos las guerras en parcelas que hoy existen, podemos afirmar que la sociedad necesita una gran dosis de humanidad.
La paz no es posible si no hay unos planteamientos serios y justos ante las formas de vida que se están imponiendo como símbolo de libertad. No es libre quien se deje llevar sólo y exclusivamente por sus pasiones y apetencias egoístas. No es libre quien imponga una forma de vida o una ideología al margen de las leyes naturales. No es libre quien piense y se alimente de estructuras que contradicen lo más sagrado que hay en el ser humano. No es libre quien se imponga e incluso justifique la violencia como sistema de liberación. No es libre quien infravalore la razón transcendente de la existencia humana creyendo que se es más humano cuánto más autónomo se vive. No es libre quien deprecia y hasta desprecia la relación diferenciada y pretende que se ponga en boga el imperio del igualitarismo. No es libre quien pretenda demostrar que el pecado no existe y que todo es bueno en tanto en cuanto la ley se la marca uno mismo.
Estamos ante una sociedad que necesita una cura y un cuidado especial y por ello no se puede pretender que se conseguirá lo más humano si no se tiene presente la actuación y acción divina. “Quitad lo sobrenatural y no encontraréis lo natural, sino lo antinatural” (Gilbert keith Chesterton). Quien ha dado la clave de unir lo humano y lo divino ha sido, y lo estamos celebrando en estas fiestas de Navidad, el Niño/Dios que nació en Belén. Nos ha mostrado el gran Amor de Dios y nos ha indicado las pautas para conseguir la paz, la alegría, la verdad y el gozo de ser libres. No hay otro camino que pueda superar esta propuesta. Deseo que este nuevo año 2017 nos ayude a madurar en la vida para que iluminada por la fe no se desvíe de la vocación esencial y fundamental a la que estamos llamados los seres humanos. ¡¡¡Feliz Año 2017!!!