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Muchas veces nos encontramos ante situaciones que trastocan la vida social o la dignifican y tienen como base ciertas formas grupales o sociales que propician un estilo absolutista de pensar y de actuar que llevan a unas influencias negativas que pueden arrastrar hacia el mal o se manifiestan en una influencia benéfica que puede producir resultados extraordinarios de paz y solidaridad. No es necesario hacer muchas indagaciones para ver ciertos comportamientos; basta observar cómo se vive el fin de semana en ciertos ambientes y se constata que se abusa de la bebida o del sexo solamente porque lo hacen los demás. Se ha caído en considerar algo normal lo que en si es una aberración. Por otra parte hay grupos que se plantean madurar en su vida humana y de fe realizando servicios generosos hacia los más necesitados. Así como hay una influencia benéfica que puede producir resultados excelentes, hay también influencias negativas que pueden arrastrar hacia el mal.

La Iglesia advierte que la inclinación al mal, que permanece después del pecado original y se agrava con los pecados actuales, ejerce su influjo en las mismas estructuras sociales que en cierto modo están marcadas por el pecado del hombre. Se trata de una situación objetiva de carácter social, político, económico, cultural… contraria al Evangelio. De ella ha de responder la persona porque tiene su origen en la libre voluntad humana, individual o del ser humano asociado entre sí. En este sentido se habla con razón del pecado social que algunos llaman “estructural”.
Y nos preguntamos ¿qué son los pecados sociales? El Papa San Juan Pablo II (Exhortación apostólica “Reconciliación y Penitencia, 2-XII-1984) hizo una definición muy acertada y su pensamiento se puede resumir así: Es social todo pecado cometido contra los derechos de la persona humana comenzando por el derecho a la vida, incluido el del no-nacido o contra la integridad física de alguien; todo pecado contra la libertad de los demás, especialmente contra la libertad de creer en Dios y adorarlo; todo pecado contra la dignidad y el honor del prójimo. Es social todo pecado contra el bien común y contra sus exigencias en toda la amplia esfera de los derechos y deberes de los ciudadanos. En fin, es social el pecado que se refiere a las relaciones nocivas entre las distintas comunidades humanas.

Hay una lista de pecados sociales que la Iglesia afirma y que se están desarrollando durante el siglo XXI: 1.- Las violaciones bioéticas como es la anticoncepción que atentan contra la dignidad humana. 2.- Las técnicas experimentales moralmente nocivas como es investigar con células madres embrionarias. 3.- La drogadicción que es el consumo de drogas que destruye vidas, familias y sociedades completas. 4.- La contaminación del medio ambiente que está propiciada por las actividades egoístas y que pueden derivar en un caos ambiental. 5.- La injusta distribución de la riqueza puesto que se contribuye a ampliar la brecha entre pobres y ricos. 6.- La corrupción de poseer y apropiarse de los bienes cuando se hace a costa de la injusticia con los trabajadores y cuando no sirve para generar la prosperidad de los otros. 7.- La corrupción moral sexual que viene exaltada como signo de libertad y de ejercicio del placer a toda costa, sin límites.

De ahí se deduce que no sólo se ha de promover y alentar hacia la conversión personal sino también al cambio de estructuras. Un famoso político italiano Alcides de Gasperi decía: “Sea bueno usted, sea bueno yo, seamos buenos la mayoría y será bueno el mundo”. La Iglesia –decía el Beato Pablo VI- considera ciertamente importante y urgente la edificación de estructuras más humanas, más justas, más respetuosas de los derechos de la persona, menos opresivas y menos avasalladoras; pero es consciente de que aún las mejores estructuras, los sistemas más idealizados se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas, si no hay una conversión del corazón y de la mente por parte de quienes viven en esas estructuras o las rigen. Todos somos responsables y cada uno según su rol social a la hora de cambiar o de favorecer tanto el bien como el mal que se hace presente en la sociedad.

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