H ay todo un sentimiento ideológico social en el que se nos quiere convencer que Dios ya nada tiene que ver con el mundo y con el hombre. No pretendo faltar al respeto al que no cree, ni menos despreciar al que no piense como yo. Lo único que quiero reflexionar es sobre cierta altanería con la que ciertas formas ideológicas intervienen, con prepotencia, afirmando que Dios ya no tiene lugar hoy en la sociedad. Me parece poco inteligente que lo expresen y además que lo afirmen alardeando con absoluta certeza, que raya en dogmatismo excluyente, y que deriva en la altanería de eliminar y prescindir de Dios. Al menos todos tenemos preguntas que hacernos y éstas no son minusvaloradas puesto que es propio del sentido racional cuestionar el sentido de la vida: de dónde procedemos y hacia dónde vamos.

La respuesta a tales preguntas y a tantas otras han de hacernos reconocer que la razón tiene un sentido cualificado que en muchas ocasiones no sabemos aprovechar. Ella misma da respuestas que no contradicen a las afirmaciones de la fe. En una ocasión comía con el Papa Juan Pablo II y tuve la osadía de preguntarle sobre sus sentimientos y de modo especial sobre lo que más le preocupaba en estas circunstancias especiales por las que pasa la humanidad. La respuesta fue clara y contundente: “No olvide que lo más grave en la sociedad es el relativismo y este provocará unas formas y un estilo del vivir lo humano (antropológico) que romperá con el modelo fundamental al que está llamado. Y nunca olvide que la fe y la razón se complementan; van ayudándose mutuamente. La razón no es un estorbo para la fe como la fe tampoco lo es para la razón”.

Alardear de ser moderno y bucear en el sinsentido existencial provoca una insatisfacción profunda. Lo estamos constatando, con las nuevas enfermedades sicológicas, que afloran y son fruto de la “falta de sentido de la vida”. Si la vida no tiene sentido ¿para qué y por qué vivimos? No hay peor sinrazón que el vacío existencial. Se resucita a la mayor razón cuando ella se abre a lo más transcendente y cuando el vacío se llena de lo más sagrado. Y esto hace que algo nuevo motive el camino que recorremos cada día. Propiciar que la sabiduría y la inteligencia nos ayuda a saborear y a leer desde dentro la realidad más sublime que está presente en la creación y en el ser humano. La ignorancia nos lleva al precipicio de la desesperanza y al absurdo, mientras que la sabiduría nos acerca a nuestra auténtica identidad.
Es bueno considerar lo que decía el Papa Benedicto XVI afirmando que hoy lo grave no son las objeciones aisladas contra el cristianismo sino el rechazo total y radical contra su pretensión de verdad. Se lo considera nocivo y venenoso en unos casos (anti-cristianismo) o agotado en otros casos. Se agradece todo lo que ha ido realizando a favor de los más necesitados e incluso ha sabido ser fermento de una digna humanidad en muchos momentos pero no ha sabido ponerse a la altura de la historia del ser humano en otras circunstancias. Hoy se lo considera superado por el nuevo ‘orden mundial’ donde la ideología de género, la ecología y las nuevas místicas son más capaces de realizar los ideales que busca el ser humano. Y se pretende despedir al cristianismo muy agradecido por lo que ha hecho pero ahora ya no tiene sentido (pos-cristianismo). Y todo por creer que la razón de vivir y existir depende de los hombres pero no de Dios. n

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