LA FUERZA DE LA FE SUPERA TODO OBSTÁCULO

Me alegra poder compartir con vosotros, Real Congregación de San Fermín de los Navarros, esta Eucaristía que como es el centro y culmen de la vida cristiana tiene hoy un sentido eclesial especial al festejar a San Fermín que viene acompañado por la imagen del Arcángel San Miguel de Aralar. Sois una Real Congregación antigua, ya desde el año 1683 fue constituida y por tanto son 335 años que ininterrumpidamente habéis seguido sirviendo el vínculo de unión de los navarros en Madrid y con la finalidad de recrear la devoción a los patronos de Navarra -San Fermín y San Francisco de Javier-, sin perder de vista la protección de caridad y asistencia a los navarros más necesitados. La Orden Franciscana, la mayoría navarros, son los que rigen y sirven pastoralmente, como parroquia, a los fieles que a ella acuden. Llevan 128 años en esta Iglesia, para regir sus destinos espirituales. Pero también se ha tenido la deferencia de trasladar, por la Cofradía de San Miguel de Aralar, la imagen de San Miguel in Excelsis que se alberga en el Santuario de Aralar (Navarra) y contiene en su interior los restos de la antigua imagen de madera y un “lignum crucis” o reliquia de la cruz de Cristo. La devoción a San Miguel y la asistencia de muchos devotos peregrinos, al Santuario de Aralar, son dignos de tener en cuenta por su devoción tan significativa por parte de navarros y de guipuzcoanos.
Cuentan que en Navarra, antes de existir los reyes de Navarra, vivía en el valle de Goñi un caballero llamado Teodosio casado con Dña. Constanza de Butrón. Poco después de casarse, Teodosio tiene que abandonar su casa para dirigir la lucha contra los árabes. Dña. Constanza quedó sola en su Palacio con los padres de Teodosio, a los que tuvo la deferencia de hacerles dormir en la habitación señorial, pasando ella a otra más pequeña. Cuando Teodosio volvía victorioso a su Castillo, se le apareció el diablo disfrazado de Basajaun (“El Señor de los Bosques”) que le hizo creer que su mujer le engañaba con un criado. Teodosio, fuera de sí, se lanza corriendo hacia su casa. Al amanecer penetra en su Palacio y se dirige decidido y enfurecido a su habitación matrimonial con la daga desenvainada. Entra en la alcoba y apuñala reiteradamente a las dos personas que dormían en su lecho convencido de que eran su esposa y el amante de esta. Creyendo haber vengado el agravio, sale de su casa y sobrecogido se encuentra con su esposa que salía de Misa. Aterrado, conoce que quienes dormían en su cama y a quienes había asesinado eran sus padres. Atemorizado por el crimen, va a Pamplona a pedir perdón al Obispo quien, horrorizado, le envía a Roma para que sea el propio Papa quien le absuelva de su pecado. Teodosio arrepentido, va de peregrino a Roma y el Papa le absuelve, poniéndole como penitencia el arrastrar unas gruesas cadenas hasta que por un milagro divino se le desprendieran. Teodosio, estando retirado en Aralar, un día vio salir de una sima un gran dragón que amenazaba devorarlo. Teodosio, indefenso, cayó de rodillas e imploró la protección de San Miguel, exclamando: ¡San Miguel me valga! En aquel momento, entre gran estrépito, apareció el Arcángel, quien mostrando la cruz sobre su cabeza venció y mató al dragón al grito de: ¡Quién cómo Dios! (Nor Jaungoikoa Bezala!). En aquel mismo momento, Teodosio quedó libre de las cadenas, perdonado por Dios, que le dio una reliquia. Ya libre volvió a casa de Goñi donde le esperaba su esposa. Y ambos, agradecidos a Dios, erigieron un Santuario al Arcángel, en lo alto del monre Aralar, al que llaman San Miguel In Excelsis.
1.- Creo que hoy hemos de tener, como frase importante de la Sagrada Escritura, lo que dice el libro de la Sabiduría “Los que confían en Dios comprenderán la verdad” (Sab 3, 9). Se afirma esto del sabio y se aplica a los santos y a San Fermín en nuestro caso; y con razón, porque los mártires confiaron plenamente en el Señor y en Él encontraron la verdad, la justicia, el amor y la misericordia. Frente a los que ponen todo su empeño en alcanzar el poder y el éxito, los seguidores de Jesús se marcan como meta servir, porque saben que en la comunidad cristiana, el culmen del poder, es el servicio: servir a los demás y vivir sin orgullo es poner en práctica la verdadera autoridad.
Nuestro santo Patrón así lo comprendió y puso su confianza en Dios desde que escuchó la llamada del Señor por medio de San Honesto, a su vez discípulo de S. Saturnino que probablemente le bautizó. Gracias a ellos entendió quién es Jesucristo y cuál era el camino para seguirle. Inmediatamente tomó la decisión de poner al Señor en la cumbre de todas sus actividades y así, según relatan las memorias más antiguas que conservamos, llegó a ser un esforzado misionero que recorrió las tierras de Pamplona, el norte de la península y el sur de Francia hasta Amiens donde, como obispo, fue martirizado durante la persecución de Diocleciano en el siglo III. San Fermín es celebrado en Pamplona con solemnidad desde muy antiguo, porque sabemos que en el siglo XII tenía tanta fama y relevancia, que el obispo Pedro de París elevó el rango litúrgico de la fiesta, equiparándola a la de los apóstoles.
Podemos afirmar que desde hace más de nueve siglos es reconocido como Patrón y es punto de referencia para todos los habitantes de Pamplona y Navarra como el hombre que puso su confianza en Dios y buscó denodadamente la verdad. Ni tuvo miedo a que le tildaran de integrista por su fidelidad a Cristo y al Evangelio, ni cedió por cobardía en la defensa de la verdad ante las exigencias de las autoridades de entonces. Tal fue la firmeza de su fe y la coherencia de su comportamiento que llegó a ser condenado y posteriormente decapitado por ser cristiano. Bien resuenan las palabras de San Pablo: “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, o la persecución, o el hambre, o la desnudez, o el peligro, o la espada?…Pero en todas estas cosa vencemos con creces gracias a aquel que nos amó” (Rom 8, 35-37). Esta es la fuerza de la fe en los mártires y en los que confían en Dios.

2.- El Papa Francisco nos ha concedido una Año Jubilar de San Fermín. Así me dirigía a los diocesanos de Navarra: Es para todos nosotros un buen momento de gracia divina que podamos celebrar, con gozo y esperanza, este «Año Jubilar de San Fermín». Así nos lo ofrece el papa Francisco que paternalmente nos lo ha concedido. Sabemos que el Patrón de una comunidad cristiana debe ser contemplado en su triple dimensión: como modelo al que imitar, como cauce de tantos beneficios que agradecer y como protector al que acogernos. A San Fermín, como modelo, quisiéramos imitarle en su preocupación por las necesidades del prójimo. A San Fermín, le damos gracias por tantos beneficios que recibimos: por nuestra fe, por nuestra salud, por tantas gracias recibidas de lo alto, incluso las que no sabemos valorar. Y, por último, también debemos “importunarle” con nuevas peticiones. En fin, el testimonio de aquellos que murieron, como el obispo y mártir San Fermín, o están muriendo hoy por amor a Cristo, a quien siguen ejemplarmente y mueren perdonando debe de ser un impulso mayor para la renovación de la auténtica vida cristiana. Un corazón apasionado por amor Jesucristo y gozoso por la entrega a los demás, es un tesoro que nada de lo material puede llenar.
La sociedad contemporánea necesita un impulso de mayor entrega y la fuente está en la espiritualidad que sabe tamizar la vida a la luz del evangelio: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día, y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ése la salvará” (Lc 9, 23-24). Con qué acierto pone Jesucristo la esencia de nuestra generosa entrega. No ha lugar para poner el egoísmo como motor de nuestros actos. El negarse a uno mismo no quiere decir que pierda su propia personalidad, es todo lo contrario, es la más alta expresión de madurez humana. Este es el gran reto de hoy. Una humanidad narcotizada en sí misma no madura, se degenera. Una humanidad cerrada en sus propias ideologías sin transcendencia, se paraliza y banaliza. Una humanidad que deprecia y desprecia la vida, se autodestruye. Una humanidad que margina a Dios, se deshumaniza.
3.- Ruego a San Miguel que nos ayude con su protección -en medio de los combates de la vida- a salir vencedores como le sucedió a Teodosio. Ruego a San Fermín para que nos fortalezca en la fe, esperanza y caridad y no cedamos ante las propuestas de los que piensan que “creer en Dios y sus Mandamientos” ha pasado de moda y que para ser políticamente correctos hemos de adherirnos a las propuestas del materialismo, del hedonismo y el pansexualismo, los nuevos ídolos de hoy. Y ruego a Santa María Virgen que, como Madre nos acurruque en su pecho y nos libre de caer en el pecado y en la tentación.

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