LA SANTIDAD NO SE ASOCIA A LA MUNDANIZACIÓN

Hoy celebramos la fiesta de San Saturnino, primer obispo de Toulouse durante el consulado de Decio y Grato (hacia el 250, en plena época de persecución de los cristianos). Sabemos por la tradición y por la historia que San Saturnino evangelizó con tal fortaleza que quitaba la clientela a los templos paganos. Un buen día mientras Saturnino iba a predicar se interpusieron en su camino para sacrificar a los dioses. Saturnino se negó rotundamente y enojados le ataron por los pies a la cola de un toro bravo, que le arrastró por las calles. Murió desangrado y destrozado todo su cuerpo. Saturnino filológicamente es de origen latino y sator en latín significa sembrador. Hermosa palabra que significa en el fondo lo que realizó tal santo: sembrar la Palabra de Dios. Hoy lo denominamos la nueva evangelización.

1.- Las lecturas que hemos proclamado nos muestran la hondura de lo que debe ser el creyente y la sabiduría proclama que “los probó como oro en el crisol, los aceptó como sacrificio de holocausto. A la hora de su prueba resplandecerán y se propagarán como chispas en cañaveral” (Sab 3, 6-7). En los santos y hoy contemplando a San Saturnino podemos afirmar que su testimonio sigue vigente y actual. Tantos siglos y aún le seguimos recordando porque “el Señor reinará sobre ellos para siempre” (Sab 3, 8). No cabe duda que la experiencia cristiana, está sellada y armonizada por un Amor que no acaba y transciende hasta la vida eterna. Dios nunca engaña y más aún nunca defrauda. La mundanización no forja ni el presente, ni el futuro. Es un engaño que acaba donde empieza.

Vivir como cristianos no tiene ningún rédito a los ojos del mundo, más bien todo lo contrario. De ahí que la fortaleza no es virtud de los pusilánimes, sino de los valientes que saben jugarse la vida por los valores del evangelio. Bien lo podemos observar en los santos y en los evangelizadores de hoy como son los misioneros. Mientras las motivaciones de Occidente parece que sólo se fijan en proclamar las hermosuras del bienestar y del el materialismo como único objetivo vital, encontramos creyentes que ponen el acento en darse a los demás sin buscar recompensas. Los ídolos que están expuestos permanentemente en nuestra sociedad se pretende que todos los adoremos o admitamos como si fueran signo de liberación. San Saturnino nos enseña que, doblegarse ante tales situaciones, sería signo de cobardía. Él no la tuvo y expuso su vida. ¡Cuánto hemos de aprender de estos santos y con cuánta firmeza supieron anteponer la voluntad de Dios a los halagos del mundo!

2.- Siguiendo con lo que nos ha insinuado y advertido el Señor con su Palabra y analizando los tiempos que nos toca vivir, bien podemos decir que son “tiempos recios”. Pero como nos dice San Pablo: “Nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de Dios. Pero no sólo esto: también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce la paciencia; la paciencia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza” (Rom 5, 2-4). Esto quiere decir que quien confía en Dios, pase lo que pase, vivirá en una esperanza que no defrauda. Los cálculos humanos nada tienen que ver con la lógica del evangelio. De ahí que la verdadera sabiduría se las ve y se la desea hasta encontrar la razón fundamental que es: Dios o Nada.

Muchas veces me preguntan cómo se podrían atajar los errores que se ciernen en la sociedad actual y siempre respondo que los santos han hecho posible una sociedad más amable y más humana. Nos toca superar los “esquemas humanos, en el modo de pensar mundano, en el modo de pensar y de juzgar que te ofrece el mundo, porque eso te quita la libertad, y para andar hacia la santidad es necesario ser libres: la libertad de caminar mirando a la luz” (Papa Francisco, Misa en Casa de Santa Marta, 29 de mayo 2018).

Es sintomático que San Saturnino como todos los santos han pasado por momentos de incomprensión y hasta de rechazo total. Ellos han escuchado lo que dice Jesucristo a los suyos: “Si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia” (Jn 15, 18-20). Nadie queremos que nos señalen y por otra parte deseamos ser bien considerados.

Este modo de pensar no entra en la mente de Jesucristo que les previene. Ya decía San Gregorio Magno que “la hostilidad de los que nos quieren mal suena como alabanza para nuestra vida porque demuestra que tenemos al menos algo de rectitud en cuanto que resultamos molestos a los que no aman a Dios: nadie puede resultar grato a Dios y a los enemigos de Dios al mismo tiempo. Demuestra que no es amigo de Dios quien busca complacer a los que se oponen a Él: y quien se somete a la verdad luchará contra lo que se opone a la verdad” (Homiliae in Ezechielem, 1,9,14).

3.- En este día que tanto honramos a San Saturnino, hemos de pedirle que nos ayude a ser coherentes con la fe que hemos recibido como gracia de Dios. Pero al mismo tiempo puede ser un excelente examen de conciencia para fijarnos en cómo vivimos nuestro ser de creyentes cristianos puesto que en medio de la sociedad no hemos de quedarnos impasibles sino saber denunciar con criterios del evangelio los errores e injusticias que puedan darse. No es fácil pero es sano, no es plausible pero si necesario, no es políticamente correcto pero si, en honor a la verdad, importante desvelar y apostar por la justicia.

Que Santa María Virgen nos ayude a crecer en el amor a Dios y a los hermanos, en el camino hacia la santidad. Y que imitemos las virtudes de San Saturnino en los momentos fáciles y en los momentos difíciles.

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