El misionero defiende la auténtica vida con el evangelio
Homilía en la Fiesta de San Francisco de Javier, Patrono de Navarra.
1.- Hoy celebramos la fiesta de San Francisco de Javier, gran misionero, que supo llegar hasta los confines de Asia y llevar el testimonio más valioso que pueda existir: La Vida en Cristo. No cabe duda que ante la vorágine y el stress que estamos padeciendo en nuestra sociedad conviene hacer un alto en el camino para serenar el espíritu ante tal neurótica velocidad. Y esto se muestra desde las informaciones que recibimos todos los días, hasta lo que nos muestran las aceras de nuestras calles paseando, muchas veces, narcotizados por el materialismo y hedonismo. Merece la pena acercarse a los santos y hoy de modo especial a San Francisco de Javier que en medio de las propuestas finitas y caducas que le ofrecían oyó la voz del Maestro y cambió su vida. El misionero defiende la vida, en todas sus etapas, de todas las personas y anuncia la vida espiritual a todo el género humano. Esta defensa y anuncio viene dado por un amor que humaniza y transforma la vida humana en su auténtica realidad.
Todos los que conocieron a San Francisco de Javier notaban en él una persona alegre y gozosa, con gran esperanza, dispuesto a llevar la felicidad a todos y ésta sólo la puede dar una elección. Una elección que tiene su origen en Dios y por él entregar la vida si fuera necesario. Una entrega gozosa y apasionada a Cristo. A las personas amó y se hizo amar de ellas. Buscó e hizo buenos amigos. Nunca forzó las conversiones. Compartió la experiencia de Dios sabiéndose adaptar a las culturas y llevarlas el regalo más grande que es el evangelio. Tenía un empeño fuerte, como los navarros, y era que donde quiera que fuere, el mensaje evangélico llegara a la gente en su propia lengua, escoge los mejores intérpretes posibles que traduzcan las oraciones, el credo y los mandamientos. Muchos al oírlo se sentían atraídos y se bautizaban, tanto es así que según cuenta la tradición: “Al final de la jornada sus manos estaban muy cansadas de tantos bautismos realizados”.
2.- La Palabra de Dios nos ilumina como también sucedió en San Francisco de Javier. Hemos escuchado: “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria…” (Is 52, 7). Es un elogio a los que optan por ser mensajeros y misioneros llevando al ser humano lo que ansía y desea como es la paz, la concordia, la victoria sobre el mal. Nosotros también debemos sentir ser misioneros de paz, de unidad, de cercanía a los que sufren, de ayuda al que está triste. Seguir a Jesucristo sólo se hace presente en los sencillos y humildes de corazón
Cuando San Francisco de Javier perdió todo su prestigio y sus planes egoístas entonces siente la llamada de Dios:”Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? Pues ¿qué podrá dar al hombre a cambio de su vida?” (Mc 8, 36-37). Bien se puede decir, con esta propuesta de Jesucristo, lo que dice un gran padre de la Iglesia: “Hay que amar al mundo, pero hay que anteponer al mundo a su creador. El mundo es bello, pero más hermoso es quien hizo el mundo. El mundo es suave y deleitable, pero mucho más deleitable es quien hizo el mundo. Por eso, hermanos amadísimos, trabajemos cuanto podamos para que ese amor al mundo no nos agobie, para que no pretendamos amar más a la criatura que al creador. Dios nos ha dado las cosas terrenas para que le amemos a Él con todo el corazón, con toda el alma…Lo mismo que nosotros amamos más a aquellos que parecen amarnos más a nosotros mismos que a nuestras cosas, así también hay que reconocer que Dios ama más a aquellos que estiman más la vida eterna que los dones terrenos” (San Cesáreo de Arlés, Sermones 159, 5-6).
3.- Cuando San Francisco de Javier se vio libre, fue porque sintió en su corazón la fuerza de la Sagrada Escritura: “Porque siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a todos. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el evangelio, para participar yo también de sus bienes” (1Cor 9, 21-23). No se cambia por nadie y emprende la aventura de la evangelización a tierras lejanas sin importarle lo que dejaba detrás de sí. Se ve involucrado totalmente y en adhesión plena a la invitación de Jesucristo:”Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28, 19-20).
La experiencia misionera de San Francisco de Javier fue tan hermosa que fue canonizado junto a San Ignacio de Loyola, por el papa Gregorio XV, el 12 de marzo de 1622. Más aún su experiencia de entrega por el evangelio fue considerada por la Iglesia de tal forma que el año 1904 San Pío X le nombra “Patrono de las Misiones” católicas, por haber consagrado su vida para extender la Palabra de Dios hasta los confines de la tierra. Últimamente el papa Francisco realizando el viaje apostólico a Thailandia y Japón y manifestando su simpatía y cariño que, desde joven, había sentido por estas tierras, a las que quiso ir como misionero y de modo especial a Tokio, les decía a los obispos:”Han pasado muchos años de aquel impulso misionero cuya realización se hizo esperar. Hoy, el Señor me regala la oportunidad de estar entre vosotros como peregrino misionero tras los pasos de grandes testigos de la fe. Se cumplen 470 años de la llegada de San Francisco de Javier al Japón, quien marcó el comienzo de la difusión del cristianismo en esta tierra. En su memoria, quiero unirme a vosotros para dar gracias al Señor por todos aquellos que, a lo largo de los siglos, se dedicaron a sembrar el evangelio y a servir al pueblo japonés con gran unción y amor; esta entrega le dio un rostro muy particular a la Iglesia nipona” (Discurso a los obispos, Tokio, 25 de noviembre 2019)
Acudamos en este día a Nuestra Señora Reina de las Misiones y roguemos nos ayude a vivir la experiencia cristiana ofreciéndola como un regalo para todos los que tendrán relación con nosotros. No desistamos de ser misioneros de la esperanza que la sociedad necesita en estos momentos, muchas veces, tormentosos. Y hagamos un canto de alabanza y agradecimiento a los que, por amor a Dios y al género humano, se entregan de por vida a ser misioneros. Hoy homenajeamos a aquellos que estuvieron en la misión y alentamos a los VEINTIÚN nuevos misioneros que van a recibir el Crucifijo como expresión del Maestro con el que van a compartir su entrega generosa.