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Cada día que pasa me siento más fascinado por el evangelio y la razón es muy sencilla porque me habla claro desde la verdad, desde la justicia seria, desde el amor y desde la misericordia. Son las medicinas que cuidan y curan lo más sagrado de lo humano. San Pablo que no tenía pelos en la lengua afirma: “En la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que va a juzgar a vivos y muertos, por su manifestación y por su reino, te advierto seriamente: predica la palabra, insiste con ocasión y si ella, reprende, reprocha y exhorta siempre con paciencia y doctrina pues vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de MAESTROS A LA MEDIDA DE SUS PASIONES para halagarse el oído. Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a los mitos” (2Tm 4, 1-4). El cristiano tiene un deber fundamental y es el de mostrar y manifestar que o se sigue al Maestro que es Jesucristo o se seguirá a los maestros aduladores que prometen mundos idílicos envueltos en falsas ideologías y en aventuras imposibles. Basta mirar los medios de comunicación y lo podremos comprobar. De ahí se sigue que hay tres verbos que se han de aplicar en la sana doctrina y en el testimonio de vida: Predica la Palabra, Insiste a tiempo y destiempo, Reprende con paciencia y buena doctrina.

El primer verbo es PREDICA LA PALABRA. No debemos dejarnos llevar los cristianos por las ideologías que imperan en nuestro ambiente social, ni menos querer acercarnos a ellas perdiendo la fuerza de la enseñanza de Jesucristo. Por ejemplo hoy se afirma: “Dios no juzgará al final puesto que es un Padre. Por tanto todos nos salvaremos y el infierno no existe”. Sin embargo la palabra evangélica afirma que Dios va a juzgar a vivos y muertos. “El Señor sabe librar de la prueba a los hombres justos y reserva a los malvados para castigarlos en el día del Juicio. Sobre todo castigará a los que, por deseos impuros, andan tras la carne y desprecian la soberanía de Dios” (2Pe 2, 9-10). Al final Dios nos pondrá un espejo donde cada uno se reflejará. Él nunca condena, se condena cada uno que no ha vivido en consonancia con su Palabra. De ahí que predicar la Palabra es muy importante puesto que nos jugamos para bien o para mal el final de nuestra vida. Y la Palabra nunca engaña sino que marca el Camino hacia dónde queremos caminar.

El segundo verbo es INSISTE A TIEMPO Y DESTIEMPO. Lo podemos observar por los medios de comunicación sobre todo cuando se realizan anuncios que insisten permanentemente y en todo momento si cansarse. En la evangelización ocurre parecido: con testimonios, con palabra, con ejemplos y de modo especial de los santos, se ha de insistir, sin miedo y con respeto, pero no con vergüenza. Suele ocurrir que en ciertas conversaciones cuando se habla de “DIOS” el auditorio trata de pasar página puesto que se piensa que es algo del pasado. Es un momento precioso para manifestar, quien cree, poder dar su testimonio. Hoy observamos que hay movimientos espirituales que están surgiendo con fuerza. El secreto, que en ellos anida, es mostrar la luz que se lleva dentro. “Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para ponerla debajo del celemín, sino sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos” (Mt 5, 14-16). Los discípulos de Jesús deben ser también, como Él mismo, luz para los que yacen en tinieblas.

El tercer verbo que entraña sabiduría es REPRENDE CON PACIENCIA Y BUENA DOCTRINA. En una buena educación y que se precie de ser, es muy importante saber reprender. La reprensión es ayudar para que quien esté errado cambie de vida o de modo de pensar. Los maestros que más han triunfado, en la verdadera enseñanza, han sabido corregir con paciencia y aportando enseñanza auténtica sin restricciones y con apertura intelectual. Ciertas teorías ‘liberacionistas’ afirman que “cada uno haga lo que le parezca y le apetezca”. No se educa en el humanismo auténtico con desviaciones egoístas. También se ha de tener presente que para reprender se ha tener mucha humildad puesto que solemos considerarnos mejores de lo que realmente somos. “Reprender a los demás es muy fácil, pero es muy difícil mirarse bien a sí mismo” (San Francisco de Sales). Por eso quien reprende con paciencia y se sostiene en los valores evangélicos que se han aprendido y vivido, es una buena táctica para ayudar a madurar a los demás y a uno mismo.

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