LA DISPONIBILIDAD ANTE DIOS NOS HACE FELICES Y HACEMOS FELICES

El lema de este año en la celebración del DOMUND (Domingo mundial de las Misiones) nos predispone a la disponibilidad. Siempre que el Señor llama una buena reacción de la misma es decirle: “¡Aquí estoy!”. Nos viene bien, para esta jornada misionera, esta disposición y esta oración que tanto bien me ha hecho y que tantas respuestas afirmativas ha dado a tantos misioneros. Es una oración que nos sitúa en el lugar propicio que nos corresponde puesto que quien se adhiere a la voluntad de Dios no va sólo sino que siempre está acompañado del Amor que nace de Dios y nos acompaña si nos adherimos a él:

Padre nuestro, Padre de todos, líbrame del orgullo de estar solo/ No vengo a la soledad cuando vengo a la oración, pues sé que, estando contigo, con mis hermanos estoy; y sé que, estando con ellos, tú estás en medio, Señor/ No he venido a refugiarme dentro de tu torreón, como quien huye a un exilio de aristocracia interior. Pues vine  huyendo del ruido, pero de los hombres no/ Allí donde va un cristiano no hay soledad, sino amor, pues lleva toda la Iglesia dentro de su corazón. Y dice siempre ‘nosotros’ incluso si dice ‘yo’ /

Quiero resaltar, en estos momentos difíciles de la pandemia, que nos puede llevar a sentirnos solos y abandonados. Es un momento para mayor intimidad con Dios. Se nos está invitando a llevar mascarilla, a lavarnos las manos, a guardar distancia… pero no se nos invita a rezar. Por eso es el momento para decirle: “¡Aquí estoy!” y desde lo profundo ofrecerle todo lo que nos sucede y ocurre, sea doloroso o gozoso, para sentirnos sus hijos y propagar la fraternidad universal como expresión de lo que significa la misión. La misión no es encerrarnos en nuestro castillo interior es, sobre todo, dejar que hable el corazón con las gracias que ha recibido en la oración y entregarse para que otros lo reconozcan y lo amen. Pero esto supondrá que “cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, como buenos administradores de la múltiple y variada gracia de Dios. Si uno toma la palabra. Que sea de verdad palabra de Dios; si uno ejerce un ministerio, hágalo en virtud del poder que Dios le otorga, para que en todas las cosas Dios sea glorificado en Jesucristo” (1P 4, 10-11).

Esta es la actitud y disponibilidad del misionero. Ahora bien cuando se ha dado el plácet a la voluntad de Dios, inmediatamente se realiza el viaje hacia las circunstancias, trabajos o ambientes de misión. Por eso surge la concreta disposición: “¡Envíame!” El Señor tiene sus seguidores que son sus discípulos y ellos se han dejado conducir por él. Pensemos en los apóstoles. Ellos no sabían dónde les llevaba el Señor y para que no se sintieran desilusionados les advierte: “Las zorras tienen sus guaridas y los pájaros del cielo sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8, 20). El misionero no se apega a nada ni a nadie, vive con desprendimiento de todo para ir libre de equipaje. Sabe que su vida está entregada a Jesucristo y a su Iglesia con la disposición interior de llevar el gran tesoro del evangelio a todos sin distinción de razas, culturas o idiomas.

El misionero sabe que se va a encontrar con muchas dificultades, pero el amor que Dios le ha inyectado en su corazón le hace fuerte. Me recuerdo de un misionero que vivía en tierras africanas. Cuando fui a visitarlo me parecía que no se cansaba; yo estaba agotado y él, con una sonrisa, me dijo: “No soy yo es Cristo quien me alivia. No sabría darte una razón. Es una experiencia que sobrepasa mis propios límites”. Me recordé del pasaje dónde el evangelio nos recuerda: “Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30). Toda la oración de Jesucristo está en esta adhesión amorosa de su corazón al misterio de la voluntad del Padre. Esta disponibilidad no sólo nos hace felices sino que hacemos felices a los demás. Que el DOMUND nos ayude a sentir que somos misioneros y a unirnos con los misioneros con la oración y con la solidaridad. ¡Seamos generosos!

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