Discurso en el XVI Congreso Internacional de Turismo religioso y sustentable
¡Buenos días! Agradezco en primer lugar su presencia en este evento. Estoy convencido de que muchas de las personas que participan en el XVI Congreso Internacional de Turismo Religioso y Sustentable, han centrado su atención en el eslogan que lo define: UNIENDO CONTINENTES, HERMANANDO DESTINOS. Yo también lo he hecho, incluso dándole la vuelta: UNIENDO DESTINOS, HERMANANDO CONTINENTES. Inmediatamente, he visto la imagen de tantos y tantos misioneros españoles que partieron hace siglos camino de tierras que no conocían, de personas que hablaban idiomas desconocidos, de peligros que nadie podía imaginar… Pero lo hacían por vocación, por fe, por amor al evangelio, uniendo su destino a la Iglesia Católica peregrina, hermanando tierras, llevando la palabra de Dios a través de mares, selvas, montañas, aldeas, descubriendo -y dejando descubrir- unos valores cristianos y humanos, un futuro común, un mundo diferente.
Después de quince años de historia, este Congreso viaja por primera vez de América a Europa y a esta Catedral, a esta diócesis, a esta ciudad de Pamplona y a esta hospitalaria Navarra que abre sus brazos para recibirlo. En estos momentos, mis palabras las escuchan personas de diez países diferentes, una vez más, uniendo destinos. Van a ser unos días de mucho trabajo, hay más tarea que horas lectivas… vamos a procurar hacer una carrera tan rápida como productiva, escuchando y aprendiendo, conociendo destinos religiosos y turísticos, escenarios de fe, de arte, de historia. Una vez más gentes distintas se dan la mano, se miran a los ojos, comparten sentimientos aunque hablen distintas lenguas.
Este refectorio, antiguo comedor de los canónigos, capilla dedicada hace unos años a San Francisco de Javier (quien siguió el consejo de San Ignacio de Loyola cuando le dijo las palabras del evangelio: “De qué te sirve ganar el mundo entero, si pierdes tu alma”). Personaje hermanado a la unión de tantos continentes y destinos, este refectorio que suma siglos con el silencio de quien ha visto pasar tiempos difíciles y gentes diversas, hoy sirve de punto de acogida a quienes han viajado durante muchas horas para exponer experiencias multidisciplinares, para mostrar imágenes que nos sorprenderán como se sorprendían, ¡qué duda cabe!, aquellos primeros misioneros, aquellos que buscaban un futuro a base de duro trabajo, a todos aquellos que hicieron de la esperanza y de sus creencias, un rumbo a seguir.
La Catedral de Santa María la Real tiene siempre sus puertas abiertas, como todas las catedrales del mundo, pero durante esta semana su claustro gótico huele a Océano Pacífico, a selva amazónica, tiene compases de tango y rumor de catarata en su eterno idilio con el agua desbordada.
Mi saludo a quienes nos ven y escuchan desde América y Europa, a quienes desde España están conectados para no perder ni una sola palabra de cuanto aquí se diga. En el pañuelo que se regala a la entrada viene la silueta del templo y una frase: «turismo es la suma de sentidos». Y eso, una vez más, une continentes, hermana destinos y nos acerca a ese lenguaje universal que se aprende viajando, el leguaje de la sonrisa, de la comprensión, como la de aquellos misioneros que dejaron su testimonio escrito muchas veces con su propio sacrificio y por amor a la humanidad.
Y como pronuncian los peregrinos al cruzarse en el sendero, yo también les deseo: ¡buen camino y buen peregrinaje! Y en este año Jubilar Compostelano de modo especial. ¡Muchas gracias!