couple walking on beach. Black and white

Hay un quehacer social, cultural y humanista en el que se suele decir que no podemos caminar en soledad. Lo más gratificante y fructífero es “caminar juntos y unidos”. Y de ahí viene el dicho de que “la unidad hace la fuerza”. Y es verdad puesto que lo hemos comprobado en muchos momentos a nivel personal, familiar, profesional y social.
La gran lacra que retiene el progreso, en su auténtico sentido, es la lucha por poner un signo menos, en vez de poner un signo más. Por eso, el buen pensamiento nos lleva a firmar “busquemos más lo que nos une que lo que nos divide”. En la historia de la Iglesia se ha visto con mucha nitidez. Los grandes cismas surgieron por conculcar la contradicción y la división en lugar de buscar lo común. Ya San Agustín, con excelente criterio decía: “En lo esencial unidad, en lo opinable libertad, pero en todo caridad”. Y este es el sentido de caminar juntos, no revueltos, para saber distinguir dónde está lo esencial y lo opinable y todo por la victoria de la caridad.
El modo de vivir de la Iglesia es la Comunión. ¿De dónde viene la Iglesia? El Concilio Vaticano II hablando de la Iglesia dice que viene de lo alto, por eso la Iglesia es misterio. La Iglesia que viene de la Trinidad es, antes que nada, la Iglesia que vive entroncada en el amor Fontal que es Dios. Por eso, en la historia es “icono de la Trinidad” imagen de la comunión divina. En esta comunión nadie tiene derecho a no comprometerse, porque cada uno está dotado del carisma para vivir en el servicio y en la comunión. De esta forma se entiende muy bien lo que dice San Pablo: “Hay, sí, diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo; y diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; y diversidad de acciones, pero Dios es el mismo, que obra todo en todos” (1Co 12, 4-7). Todos somos necesarios y nadie puede sentirse excluido; somos complementarios. Todos desde el hoy, sin nostalgias del pasado, debemos sentirnos corresponsables puesto que el Espíritu es siempre presente, vivo y operante. La Eucaristía es fuente y culmen de la auténtica comunión. Por eso la Eucaristía realiza la Iglesia y en la Iglesia ministerialmente con la Palabra y con el Sacramento se realiza la Eucaristía que une a todo el Pueblo de Dios. Por eso la Iglesia es profética, sacerdotal y real.
La Iglesia además de ser comunión es Servicio. Jesús vino a servir, no a ser servido. Jesús vino a salvar, no a condenar. Cuando hablamos de la sinodalidad como modo de vivir y actuar hemos de sentirnos identificados en aquello que el Señor dijo: “Yo estoy en medio de vosotros como quien sirve” (Lc 22, 27). Bien lo decía el Papa Benedicto XVI: “Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad o seguir mis propias ideas sino ponerme a la escucha, junto con toda la Iglesia, de la Palabra y la voluntad del Señor y dejarme guiar por Él, de manera que sea Él quien guíe a la Iglesia en este momento de nuestra historia” (Homilía en la Misa de inicio del pontificado, 24 de abril de 2005). Todos como fieles de la Iglesia hemos de tener una actitud de servicio que supone la implicación, participación y corresponsabilidad en ese buscar lo que Dios quiere según su voluntad: “La Iglesia en su servicio de fomentar una comunión dinámica, abierta y misionera, tendrá que alentar y procurar la maduración de los mecanismos de participación que propone el Código de Derecho Canónico y otras formas de diálogo pastoral, con el deseo de escuchar a todos y no solo a algunos que le acarician los oídos” (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 31). El servicio es un reto para los nuevos tiempos y es la atención en constante efervescencia de amor y entrega por la nueva evangelización.
La Iglesia, en permanente conversión, se abre y sale hacia la Misión. La Iglesia no está para mirarse a sí misma sino para donarse y abrirse totalmente, como hizo el Maestro, en beneficio para toda la humanidad. El Sínodo también tiene como finalidad concienciar al Pueblo cristiano para regalar el tesoro de la fe a todo ser humano que habita en nuestra sociedad. La Iglesia, por esencia y existencia, es misionera puesto que anuncia la salvación en Jesucristo. No tengamos miedo de anunciar con palabras, gestos y testimonios lo que somos y lo que queremos ser: hijos de Dios y hermanos que viven el testamento de Jesús “Amaos como yo os he amado” (Jn 13, 34-35). La sociedad contemporánea está necesitada de vivir en caridad y ésta es la única que regenera y humaniza al ser humano. “Los que practican la caridad son nacidos de Dios; los que no la practican no son nacidos de Dios. ¡Señal importante, diferencia esencial! Ten lo que quieras, si te falta esto sólo, todo lo demás no sirve para nada; y si te falta todo y no tienes más que esto: ¡Has cumplido la ley!” (San Agustín, In Epistolam Ioannis ad Parthos 5,7). Si caminamos juntos en comunión, sirviendo y misionando estamos en sintonía con la sinodalidad.

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