Es saludable vivir el momento presente con orden y armonía

Woman praying with hands together on black background

Una de las tareas que a lo largo de la jornada se han de cumplir por honradez y por coherencia en lo que toca a la hora de ejercer la responsabilidad personal, familiar, laboral y social es la de ser conscientes de lo que llevamos entre manos. Se ha ido perdiendo fuerza y esto porque se ha puesto de moda posponer las obligaciones presentes para el futuro. Los que conocen los movimientos sicológicos de la persona definen que la postergación o posposición de lo que uno debe realizar en el momento presente se ha convertido en un hábito y lo pasan al futuro. Tal actitud se denomina procrastinación (del latín procrastinare: pro –adelante- y crastinus –mañana-). Su traducción sería “trasmañanar”: Dejar para mañana lo que es conveniente hacer hoy. Saber vivir el momento presente con tranquilidad, orden y armonía es saludable para las mociones interiores de nuestra alma y espíritu. Pero ocurre que estamos tan presionados por las circunstancias ambientales y laborales que corremos el peligro de crear un ritmo tan veloz que no gustamos o aprovechamos lo que nos ofrece el momento presente. Y el fruto de tal aceleración es el trastorno sicológico que se define bien en la depresión o en la angustia existencial.

Por el ritmo que llevamos en la sociedad actual se ha de estar atentos a no sobrecargar la jornada con actuaciones tan rápidas que llegan a agotar o abrumar tanto que se pierda la armonía y se llegue al trastorno por déficit de atención a causa de la hiperactividad. Cada día tiene su propio afán y no se ha de pasar de ahí para no caer en lo ilusorio. “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las cosas se os añadirán. Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su propio afán” (Mt 6, 33-34). Cada día tiene un tiempo para saber aprovechar bien y no para malgastar. Pero ocurre que o lo administramos para bien en la armonía de los horarios o en el desajuste anárquico de los mismos.

Hay muchos profesionales que nos advierten de ciertas conductas adictivas que contribuyen a este trastorno de evasión. Hay adicciones a la televisión dónde se dedica tiempo sin medida o la computadora/ordenador en internet que es insaciable o el teléfono móvil que se ha convertido en el “amigo” que acompaña hasta en la calle cuando se pasea como si fuera el “perrito” que no se desliga de la correa de la mano y el oído. Pero lo peor es que tales adicciones disminuyen y hasta anulan las relaciones personales. Y si advertimos que esto no contribuye a lo más humano que es atender a la persona que tenemos delante, entonces lo normal es posponer tareas para dedicarse malamente al presente en cosas que no son importantes, dejando las importantes para el tiempo futuro. De ahí que la procrastinación (posponer para otro día) se convierte en un problema de autorregulación y de organización del tiempo. Su solución consistirá en lograr una adecuada organización del tiempo concentrándose en lo que debemos realizar en el momento presente sin posponer para otro día. Es ser diligentes para no caer lo que dice el refrán: “Por la calle de ‘mañana’ se llega a la plaza de ‘nunca’. Siempre ‘mañana’, y nunca mañanamos”.

Si queremos superar dicha conducta de posponer lo de hoy para otro día se requiere la mística del silencio y de la reflexión sosegada en el presente. Conviene dar sentido a lo que realizamos cada día para no caer en ser instrumentalizados por las prisas, los atascos mentales, el activismo… Caemos en la tentación de entender mal el ser productivos lo cual significa también el hacer o poder realizar varias cosas al mismo tiempo e inmediatamente lo único que provoca es nerviosismo y malestar. La verdadera productividad está en concentrarse en una única tarea y bien hecha. Y si añadimos para dedicar un tiempo de la jornada a rezar, la misma Palabra de Dios nos ayudará a serenar nuestro espíritu y realizar el momento presente con gozo. “¡Anda perezoso, fíjate en la hormiga! ¡Fíjate en lo que hace y adquiere sabiduría!” (Proverbios, 6, 6). Este ejemplo de la hormiga y su diligencia nos enseña cómo se debe trabajar para ser efectivos y tener resultados provechosos. No dejemos para mañana lo que podamos hacer hoy.

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